Dejando de lado su asombro ante el lujo real de la recámara de aseo, se concentró en cumplir la orden recibida. Ofelia caminó hacia la tina y con curiosidad observó el sofisticado sistema de llaves que permitía la entrada del agua, una maravilla de ingeniería considerando la altura a la que se encontraban en el castillo real de Wolfgard. Era un diseño práctico que eliminaba la necesidad de la titánica labor de subir tinajas de agua hasta ese nivel. El agua, notó ella, provenía de la majestuosa cascada que se encontraba en el exterior del palacio, la misma fuente que alimentaba todas las necesidades hídricas de la fortaleza. Mientras Ofelia se bañaba, Acaz regresó a su habitación con pasos medidos y deliberados. Se dirigió hacia su cama con la calma de un depredador que sabe que tiene todo