Julianna contuvo la respiración, tomó el contrato y lo miró.
El acuerdo era muy exigente. ¡Las cláusulas eran simplemente injustas! Si el Grupo Reece no tenía ninguna mejora, ¡cumplir los requisitos de este acuerdo sería imposible!
—¡Estas condiciones son tan injustas!
—¿Qué pasa? ¿Te estás acobardando?
Julianna estaba irritada. —¡Edwin! ¡No te alejes demasiado!
—¿Cómo puedes ser tan desvergonzado?
—Lo que tú digas.
Edwin se sentó en la silla giratoria mientras fumaba. Parecía indiferente. —¡Si no te atreves a firmarlo, aléjate del Grupo Reece!
Su expresión arrogante hizo que Julianna se enfadara muchísimo. ¡Ella nunca se rendía ante la derrota!
Aunque el acuerdo era muy exigente, si ella podía cumplir las condiciones, Edwin se despediría del Grupo Reece para siempre.
—De acuerdo. Firmaré.
Julianna firmó el contrato y le tiró los papeles a Edwin. —Listo. ¿Satisfecho?
Las comisuras de los labios de Edwin se curvaron en una sonrisa siniestra mientras soplaba el último anillo de humo. —Sí. Hemos hecho un trato. Esperemos a ver.
Pensó, en efecto. ¡Las mujeres son estúpidas!
No soportan en absoluto que se les provoque. ¡Muerde el anzuelo! ¡La gente como ella está destinada a sufrir pérdidas!
—Espero que puedas cumplir los términos. Si no, ¡vete de Filadelfia para siempre!
Julianna respiró hondo y miró fríamente a Edwin. —¡Si cumplo las condiciones, lárgate del Grupo Reece!
—Bueno, eres bueno presumiendo. Tendré mucha paciencia para ver tu día del juicio final.
Cuando Edwin terminó de hablar, apretó arrogantemente la colilla contra la mesa de conferencias y se dispuso a marcharse.
Cuando pasó junto a Julianna, pensó en el incidente de la “foto desnuda” de la mañana. De alguna manera sintió un impulso, y frunció los labios. —No vuelvas a hacer cosas tan infantiles.
—Modificaste la foto e hiciste que esa parte de mí pareciera pequeña. ¿Estás insatisfecho con mi actuación anterior en la cama?
—¿Quieres intentarlo de nuevo y ver si puedo satisfacerte?
Su expresión provocativa y arrogante hizo temblar de rabia a Julianna, que no tenía ni idea de lo que estaba hablando. —Edwin, ¿qué se supone que significa eso?
—Deja de actuar. Julianna, ¿por qué siempre te gusta hacerte la inocente? Si te atreves a hacerlo, al menos deberías tener el valor de admitirlo. ¡Eres repugnante!
Julianna estaba tan enfadada que le agarró de la corbata. —¡Si me atrevo a hacer algo, por supuesto, tengo el valor de admitirlo! ¡Explica tus palabras! ¿Cuándo coño he fingido ser inocente?
—¿No fuiste tú quien modificó la foto? —Edwin dejó que le tirara de la corbata, y se sintió excitado de algún modo.
Dio otro paso adelante y la apretó contra la mesa de conferencias.
De repente se dio cuenta de que su cuerpo siempre la había echado de menos.
Odiaba a Julianna. Era tan intrigante. Pero cuando se enfrentaba a ella, ¡no podía reprimir la inquietud en el fondo!
Julianna miró la foto del desnudo en su teléfono y se mofó
—¿Crees que perdería el tiempo con eso?
—Además, ¿de verdad crees que fui yo, dado lo cutre que se modificó la foto?
Edwin dijo fríamente
—¿Quién sabe? ¿Y si lo modificó tan mal a propósito?
—Después de todo, tienes un historial. ¿No es tenderle una trampa a la gente tu especialidad?
Cuando Julianna escuchó sus palabras, se puso tan furiosa que se quedó muda.
Durante tantos años, se había comportado como una víctima y la había torturado sin reparos.
De hecho, ¡él era el malvado!
—Te lo diré por última vez. ¡Nunca le he tendido una trampa a nadie! Y no era mi intención... acostarme contigo. Lo creas o no, me tendieron una trampa.
Edwin se inclinó sobre la mesa de conferencias y la atrapó sobre ella. —No importa. De todos modos, Kate y yo nos vamos a casar.
—¡No tengo nada que perder después de dormir contigo durante dos años!
—Bastardo... —Julianna sintió como si le rompieran el corazón, y todo su cuerpo no pudo evitar temblar ligeramente.
—Quería darte ochenta millones de dólares de pensión alimenticia. Lástima. Lo rechazaste. Pues menos mal. ¡Podría usar el dinero para pagar el anillo de diamantes de Kate!
La actitud inflexible y altiva de Julianna le irritaba.
Cuanto más altiva era ella, más ganas tenía él de aplastar su orgullo.
—¡Vete! —Julianna empujó a Edwin.
Tomó su bolso y corrió al baño.
Estaba a punto de caer enferma de nuevo.
Su cuerpo se había sobrecargado debido a años de antidepresivos. A menudo temblaba inexplicablemente y, en casos graves, ni siquiera podía sostener un vaso.
Los labios de Edwin se curvaron en una sonrisa victoriosa mientras la veía huir.
Aplastar su orgullo era la mejor manera de tratar con ella, ¡una zorra intrigante!
...
Julianna estaba en el baño.
Abrió el bolso con manos temblorosas y sacó los antidepresivos. Se tragó unas pastillas junto con el agua del grifo.
Todos estos años, había recurrido a montones de pastillas y se había mantenido ocupada para olvidarlo todo.
Pasaron diez minutos.
Al ver que Julianna aún no había salido, Edwin hizo girar el anillo en su dedo meñique, cada vez más agitado.
Pensó, la maldita mujer ha estado en el baño durante mucho tiempo. ¿Se habrá muerto ahí dentro?
Edwin golpeó la puerta varias veces, haciendo unos ruidos fuertes.
—¡No te escondas ahí y llores! ¿No eres siempre tan duro?
Al oír su sarcasmo, Julianna se echó a reír.
—Sí, así es. ¡Soy el más duro! Nadie puede hacerme daño. Soy el único que puede hacerme daño.
Julianna se tranquilizó. Junto con el efecto de las pastillas, se estabilizó gradualmente.
—¡Crack!
Edwin empujó la puerta con frustración.
—Señor Keaton, ¿por qué le gusta tanto irrumpir en el baño de señoras? —Julianna frunció ligeramente el ceño y le miró con desdén.
Edwin se sintió extremadamente agitado por su expresión desdeñosa, y sus ojos maliciosos ardieron al instante de rabia.
Al notar el cambio en su expresión, Julianna se sintió intimidada y el corazón le dio un vuelco. Edwin era un hombre muy peligroso. No debería estar con él a solas.
—Disculpe... —Julianna tenía la cara fría y quería irse.
Sin embargo, Edwin no le dio la oportunidad. Se acercó unos pasos y bloqueó la puerta por completo.
Julianna entró en pánico. —¿Qué haces? ¡Muévete!
Edwin era como una bestia fuera de control, ¡que la obligaba a ir al lavabo!
Antes de que pudiera reaccionar, ya tenía todo el cuerpo abrazado a él. Su mandíbula estaba firmemente sujeta y él la besaba con fiereza.
¡No podía soportarlo más!
En estos cuatro años, aunque se esforzaba por no pensar en ella, no podía olvidarla en absoluto. La echaba de menos todas las noches, ¡y no podía dormir en absoluto!
—Ah... Suelta...