—¿Quién ha hecho esto? —Edwin golpeó la mesa con rabia.
La secretaria estaba muy asustada. —Creo que ha sido un hacker. Comprobaré la dirección IP inmediatamente.
Edwin parecía indignado.
Edwin nunca dejaría que éste se saliera con la suya, fuera quien fuera. En particular, el Grupo Keaton era la empresa líder en Filadelfia. Todo tipo de instalaciones eran de alta gama.
Su ordenador era muy fácil de piratear, lo que significaba que los ingenieros técnicos que mantenían el sistema eran basura.
Pronto.
La dirección IP había sido rastreada y mostraba que procedía del Hotel Hilton.
Edwin miró la dirección IP, frunciendo el ceño.
Entonces se dio cuenta de que Julianna se alojaba en el Hotel Hilton. Debía de tener algo que ver con ella.
—La maldita perra no podía permitirse perder. Hizo una cosa tan infantil. —Edwin se aclaró la garganta, y su rostro parecía sombrío.
—Andy, ¿has terminado de redactar el acuerdo?
Con semblante serio, Andy Gooch le entregó el acuerdo que había preparado. —Ya está hecho. No se preocupe, señor Keaton.
Edwin lo leyó.
Las condiciones del contrato de juego eran muy duras para Julianna. Edwin sonrió satisfecho.
—Muy bien. Veamos cómo muere esta perra.
9 00 A.m...
Julianna llegó al Grupo Reece con Glenn.
Hacía tiempo que el aparcamiento de abajo estaba rodeado de periodistas y trolls enviados por Shayla.
—Julianna está aquí.
—Perra intrigante, vete de Filadelfia. Desvergonzada perra intrigante, deshonraste a toda la ciudad.
—¿Cómo puedes ser tan desvergonzado?
—Señora Reece, ¿puedo preguntarle si quiere echar a su padre de la junta? ¿Va a quitarle todas las propiedades a la familia Reece?
—Abran paso, por favor.
—Señora Reece, por favor diga unas palabras.
—¿Cuándo se juntó con el Señor Hodson? ¿Sabe el Señor Keaton de su relación?
Glenn acompañó a Julianna al edificio.
Más de diez guardaespaldas detuvieron a la multitud.
—¡Aplástala! Aplasta a esta mujer barata a la que le gusta enrollarse con los novios de otras.
Entonces se volvió caótico.
A Julianna le lanzaron corazones de fruta, botellas de agua y otros objetos.
—Váyanse, o llamaremos a la policía...—Los guardias de seguridad estaban furiosos.
Glenn protegió a Julianna y entraron en el ascensor.
Dentro del ascensor.
Julianna tenía un rostro severo y temblaba.
—Julie, no tengas miedo. —Glenn le pasó el brazo por los hombros con fuerza y la consoló suavemente.
—No hay necesidad de dar un comino a estas personas. Están aquí para causar problemas.
—Glenn, estoy bien. No te preocupes por mí. —Los labios de Julianna estaban pálidos, y su expresión parecía un poco aturdida.
Las puertas del ascensor estaban a punto de cerrarse.
Alguien pulsó el botón de apertura y las puertas del ascensor se abrieron lentamente.
Edwin entró en el ascensor con sus largas piernas. Su rostro era extremadamente adusto. Obviamente, acababa de ser molestado por los periodistas.
Edwin estaba en el ascensor.
Mirando hacia arriba, Edwin vio a Julianna y Glenn.
El brazo de Glenn rodeaba con fuerza los hombros de Julianna. Los dos parecían íntimos.
En un instante...
El rostro de Edwin se ensombreció aún más y pareció malicioso.
—Julianna, ¿te divertiste jugando a un juego tan infantil?
—¿Qué quieres decir? —Julianna preguntó, frunciendo el ceño.
Edwin se burló
—Se te da muy bien fingir. Puedo demandarte por robar información confidencial del Grupo Keaton. Es suficiente para condenarte a diez años.
El rostro de Julianna se ensombreció. Miró a Edwin confundida. —No entiendo de qué estás hablando. ¿Por qué me vas a demandar?
Edwin estaba furioso. Agarró la barbilla de Julianna y le dijo
—Te voy a demandar por invadir mi empresa.
Glenn dio un paso adelante y apartó a Edwin. —Te lo advierto. No toques a Julie.
»O no seré amable contigo.
Edwin se sacudió la mano de Glenn. —¡No tienes derecho a interferir en las cosas entre Julianna y yo!
—Glenn, no seas como él. —Julianna se apresuró a caminar hacia adelante y se interpuso entre los dos hombres y bloqueó a Glenn.
Edwin tenía muy mal carácter y practicaba boxeo desde niño. Glenn saldría herido si se peleaban.
—Edwin, no entiendo de qué estás hablando.
—Sigues fingiendo.
—¿Es ésta su dirección IP?
—¿Has olvidado lo que hiciste? —Edwin sacó su teléfono y le enseñó una foto.
Julianna lo miró, todavía confusa. —¿Qué es esto? ¿Qué estás tratando de decir?
El ascensor llegó a la planta de la sala de conferencias.
Edwin tomó aire y resopló. Salió del ascensor.
—Julie, te esperaré aquí.
—No, no necesitas quedarte aquí. Glenn, no te preocupes. Puedo manejarlo.
—Tú también tienes cosas que hacer en tu empresa. No te preocupes por mí.
—De acuerdo entonces, vendré a recogerte cuando termine.
—Ok.
Dijo Julianna y se alejó con una mirada fría.
Llegó a la sala de conferencias.
Edwin se sentó en el asiento principal de la sala de conferencias, fumando un cigarrillo y lanzando un contrato delante de Julianna.
—Este es un acuerdo de juego. Échale un vistazo. Si no hay problemas, fírmalo.
Julianna tosió a causa del humo. —No está permitido fumar en la oficina. Sal fuera a fumar.
Edwin sonrió malvadamente y respiró hondo, soplando el humo hacia Julianna deliberadamente.