XVIII. Entre amigas

2827 Words
Llegamos con Vanesa a un centro comercial que queda en la vía al aeropuerto, es muy grande y bonito, en Tunja también tenemos uno parecido, pero éste es tan grande que ocupa dos manzanas completas, ella me acompaña entonces a comprar primero las cosas urgentes y luego compramos las pijamas en una tienda para eso, luego en agradecimiento la invito a cenar una hamburguesa y charlamos un rato; durante la charla le hago una pregunta que se me viene a la mente: -        Vanesa -        Dígame jefe -        ¿Usted sabe conducir? -        Pues jefe, de saber, lo sé, yo a ratos conduzco la camioneta de mi papá en su pueblo, cuando vamos a la finquita, pero no tengo licencia. -        ¿Tiene finca su familia? -        Si jefe es algo pequeño de apenas doscientos metros, pero no tenemos sino la casita y un pastizal tremendo con dos vaquitas y unas ocho gallinas, es algo relativamente nuevo, es como el plan de retiro de mis padres, por eso nadie me regaña al llegar tarde a la casa, je je, vivo con mi hermana menor y mi hermano mayor, pero cada uno anda en lo suyo. -        Ah que buena familia tiene López. -        Si señora, ¡Muchas gracias! -        Vanesa, ¿Usted tiene dónde parquear que sea seguro? -        Pues jefe, la verdad es que sí, en mi casa tenemos el parqueadero, normalmente solo lo ocupa mi papá con su camioneta, pero no suele venir seguido. -        Entonces está decidido. -        ¿Qué cosa jefe? -        ¿Cómo se ha sentido estos días llegando en auto al trabajo? -        Pues bastante bien, porque pues usted es muy buena compañía y además voy totalmente cómoda y podemos movernos por donde queramos, no estar dependiendo de la ruta del bus. -        Entonces sí, hagamos eso, usted me va a acompañar al aeropuerto militar pasado mañana y luego usted se lleva mi auto. -        ¡Ay jefe!, ¿De verdad? -        Si, ¿Por qué?, no me diga que le da miedo. -        No por supuesto que no, pero creo que me está dando demasiada confianza. -        Creo que se la ha ganado, además, confío más dejando mi auto con usted a dejarlo por un par de semanas parqueado en un batallón, y además necesito que usted me recoja al volver, no voy a querer conducir cuando llegue cansada. -        Je je, bueno jefe, eso es cierto. Poco después de terminar nuestra comida y sobre las ocho y media de la noche recibo la llamada de Carolina quién después de preguntar si estoy bien, o voy a ir de nuevo con la ropa llena de sangre le respondo: -        Ya Amanda dos, eres muy dramática, no siempre me van a pasar cosas tan feas como las de ayer, y ya voy para allá. -        ¿Dónde estás? -        En un centro comercial, estaba comprando algo. -        Bueno, espero que no hayas cenado, porque acá te espera tu guardado. -        Si señora, digo no señora – Uso un tono soso como si repitiera una respuesta automática- No he cenado. -        Marion Durand, no me mientas, yo te conozco y sé que vives tragando. -        De acuerdo, me atrapaste, pero igual voy a comerme lo mío, yo te lo prometí y lo cumplo. -        Más te vale, sino… -        ¿Sino qué? – Mi tono se vuelve desafiante. -        Sino te apago la ducha mañana mientras te bañas, ja ja. -        Ya estoy acostumbrada. -        Te cojo a cosquillas -        No podrías, siempre te gano. -        He mejorado. -        Ya veremos, ja ja ja. -        Chao boba, ya nos vemos -        Boba tu, chaus. Cuándo cuelgo mi llamada Vanesa me mira raro, y le pregunto que le pasa y me dice: -        ¿Era su hermana? -        No, pero casi. -        Ah comprendo. -        ¿Qué cosa? -        Pues por qué se habla así con ella, es su pareja, ¿Verdad? -        Ja ja ja, ¿Crees que soy lesbiana? Ja ja ja. –Ella se pone roja y luego tartamudea intentando cambiar su opinión, pero no la dejo. -        No, jefe, es que, es … -        Tranquila, no pasa nada, ja ja ja, no soy lesbiana, digo, no pasaría nada si lo fuera, pero no lo soy, ni soy bi, respeto a todas esas personas que son tan valientes para vivir así su sexualidad, pero ella es solo una amiga, una de mis tres mejores amigas. -        Ah, comprendo, perdón. -        No, no pidas perdón, es normal, casi siempre han pensado que entre nosotras hay algo, pero todo siempre ha sido una linda amistad. -        Que rico, y que envidia. -        ¿Por qué lo dice Vanesa? -        Pues porque normalmente las mujeres no saben ser amigas de otras mujeres, o son hermanas o son bueno, sus parejas, de resto siempre están envidiándose unas a las otras… no es normal ver una buena relación entre mujeres sin un hilo de sarcasmo, envidia o ganas de ser superior una a la otra. -        ¿Usted siente que no podemos tener ese tipo de amistad usted y yo? -        Pues no lo sé jefe, pero de momento usted es mi jefe y se ha portado demasiado bien conmigo, pero pienso que es precisamente por eso, en fin no me ponga atención, la cosa es que no he tenido nunca una amiga así. -        Ja ja ja, tránquila López, no me haga cambiar de opinión de dejarle mi bebé. -        ¿Tiene hijos? – Ella me mira con los ojos abiertos, me estudia de arriba abajo y añade – No se le nota. -        Ja ja ja López, ¿Se comió un payaso? Ja ja ja, hablo de mi carro, ja ja ja, no tome todo tan literal, de verdad la voy a extrañar en Argentina, pero no puedo llevarla, ya las listas están dadas. -        Si lo sé jefe, yo misma las hice -        ¿De verdad? ¿Y por qué no se incluyó? -        Ah jefe, es que pensé que me iba a necesitar usted acá, y cómo usted no iba a ir… -        La comprendo, bueno, vamos. En ese momento llegamos al parqueadero del centro comercial, nos subimos al auto y dejamos todas las cosas en el maletero, inicio la marcha y cancelo el parqueadero a la salida, luego cogemos la avenida veintiséis hacia el oriente y sobre la carrera cincuenta seguimos hacia el norte, luego buscamos la avenida sesenta y ocho para terminar en la vía suba que es donde vive Vanesa y dónde me estoy quedando yo. En el camino hablamos de varias cosas y entonces tocamos el tema que ha estado palpitando en nuestras cabezas todo el día y no hemos mencionado: -        Jefe -        Dígame Vanesa -        ¿Usted ha pensado en el hombre de ayer? -        Si Vanesa, lo he pensado -        ¿Y? -        ¿Y qué? -        Bueno, pues que piensa. -        Pienso que debemos cuidarnos, va a volver a intentar matarme, eso es seguro. – Ella se pone tensa y siento que me mira de reojo, entonces me pregunta. -        ¿Cree que lo encontremos de nuevo hoy? -        Lo dudo Vanesa, ayer quedó muy mal herido, y ya venía herido desde Boyacá, es poco probable que lo intente pronto, pero sé algo, la próxima vez que lo intente, será más peligroso, porque ya sabe que no soy presa fácil, así que si entiendo el instinto de un cazador, eso lo emociona más, pero no va a jugar a perder. -        ¡Jefeee, me asusta! -        ¿Por qué López? -        Porque bueno, ¿Cómo puede hablar así no más con tanta tranquilidad?, ¿Qué no ve, que si él juega más fuerte, significaría que puede ganar, y si gana… usted se muere? -        Si Vanesa, lo sé, pero no le tengo miedo, siento que en el momento en que le tenga miedo le daré más poder y entonces ahí si estaré perdida. -        La comprendo jefe. -        En antes, ahora que me hace pensar, quizás usted también debería tener cuidado. -        ¿Yo? ¿Y yo por qué? -        Es poco probable, porque la mayoría de las veces ese tipo de asesinos van por un objetivo y en el camino no les importa a quién se lleven, pero es más como un daño colateral no como su objetivo, ellos siempre tienen su objetivo claro, pero de igual, usted estuvo conmigo anoche, y él la vio, así que… -        Si jefe, la entiendo bien… -        Lo otro, es que él no va por ahí disparando a la gente, es más de hacerlo parecer un accidente, así que si sigue en la ciudad mientras yo esté de viaje, quizás intente atacarla por pensar que voy en mi auto, y en realidad irías tú. -        ¡Ay jefe! Ya deténgase o tendré que decirle que no y dejarla ir sola al aeropuerto. -        Bueno, de acuerdo, sólo porque me amenazó con dejarme sola… Eso no se hace Vanesa, es jugar sucio. -        ¡Ay jefe, perdón, es que me da miedo! -        Ja ja ja, estoy jugando Vanesa, me cae bien, quizás en otro escenario podría ser la quinta mosquetera. Ja ja ja. -        Je je, ¿De qué habla jefe? -        Nada, no me ponga atención. Al cabo de una media hora llegamos a la casa de Vanesa y entonces la dejo cuadrando de nuevo la madrugada al día siguiente, estoy que me caigo del sueño así que conduzco lento entre las calles del barrio hasta llegar al conjunto donde vive Carolina. Parqueo mi auto y bajo todas las cosas, al subir Carolina me espera en la puerta, al parecer estaba pegada a la ventana vigilando la hora en la que llegara. Entonces cruzada de brazos empieza con su cantaleta, de que las horas de llegar, que por favor le avise, que la puedo llamar después de siete que ella ya está ahí en su casa a esa hora, y otras tantas cosas que no le pongo atención y le detengo su discurso cuando saco una bolsa con dos pijamas completamente nuevas y se las entrego diciéndole que son para ella: -        Mari, no tenías que ponerte en esas, mira que… -        No te preocupes, me das las gracias cuando regrese, por lo pronto ve calentándome mi comida, que tengo hambre. -        Pues tengo tu comida y también pizza, ¿Qué quieres? Y por cierto, ¿Cómo así que cuando regreses?, ¡Ya estás acá! No le pongo atención y me llevo el resto de las bolsas a mi habitación, me comienzo a desvestir con la puerta abierta pues sé que ella viene detrás de mí, cuando escucho la voz de Julio, así que me pego contra el closét para que no me vea, ella ve mi reacción y comienza su clásica y pegajosa risa, luego cierra la puerta y me dice: -        Amo eso de ti, no importa si te ven o no, pero no vas por ahí intentando robarle el marido a otra, ja ja ja. -        Pues no tengo por qué hacerlo, para eso ya tengo a Camilo, y eso, porque ya me estoy cansando de él. -        ¿Sigues con eso? -        Si, aunque llevo ya un tiempo sin nada de nada. -        ¿Cómo le haces para sobrevivir sin eso? -        Pues Caro, uno se acostumbra, es cuestión de vivir tan ocupada y con las prioridades bien puestas. -        ¡Uy yo porque quiero a Julio, pero estuviera soltera y rodeada de tantos hombres como tú y… -        Serías una zorra, ja ja ja. Lo sé, todas me lo dicen, pero yo prefiero evitar para poder seguir creciendo en mi carrera sin cosas que me obstaculicen avanzar o me generen escándalos innecesarios. -        Pues mi vida, déjame decirte que te admiro por esa fuerza de voluntad. -        Gracias, Gracias – Hago ademán de hacer una venia para ella, ella sólo se ríe. -        Pero no me has contestado, ¿A qué te refieres con que cuando regreses?, no me digas que eres una proyección fantasmagórica tuya y no has llegado… -Me dice esto mientras intenta darme una nalgada aprovechando que estoy en ropa interior. -        ¡Au!, no seas salvaje, y no, no soy una proyección fantasmagórica. Buuuu -Ahora soy yo la que me le voy encima haciéndole cara de espanto y estirando mis manos como zombi- Es sólo que salgo de viaje de nuevo pasado mañana. -        ¿Qué? ¿Ya? ¿Tan pronto?, pensé que te quedabas al menos un mes, bueno, pero eso es bueno, ¿No? Digo regresas a Tunja pronto y … -Sus palabras se detienen cuando después de pasar el saco de la pijama semitransparente por mi cabeza, me ve la cara – ¿No vas para Tunja? -        No. – Le arrojo mi pasaporte y le muestro la carta del general- Mira. Mientras yo sigo vistiéndome y ordenando las cosas para dejar todo ordenado y salir al comedor a cenar, luego me siento en la silla frente a ella que mientras lee todo se sienta en la cama. -        ¿Ósea te vas para Argentina? -        Si -        Pero esto es muy bueno, pero… ¡Ay, no tengo seco tu uniforme! -        No te preocupes, salgo pasado mañana. -        Bueno, me das tiempo. -        Si, y de igual, tengo que dejar las cosas ordenadas, allá voy a hacer básicamente lo mismo que hago acá, pero por menos tiempo y trabajando de gancho con la gente de allá. -        Pues mi Mari, felicitaciones, lo único que me preocupa es que allá no vas a tener a quién recurrir si necesitas algo. -        Bueno, normalmente soy bastante independiente, si lo sabes, ¿Verdad? -        Siii, lo sé, pero normalmente Amanda te consiente y estando acá lo hago yo, pero allá ¿Quién? por cierto, Amanda me llamó hoy. -        ¿De verdad? ¿Y Qué te dijo? -        No mucho, me saludó, me preguntó por ti y luego se preocupó mucho cuando le conté lo de tu uniforme, me dice que allá también le dejaste un uniforme vuelto nada, que si te lo manda a arreglar, pero que ella cree que te sale más barato comprar uno nuevo. -        No, pues no tengo problemas en comprar uno nuevo, pero no quedó tan grave, ósea, si estaba manchado de sangre y un poquito rasgado por las esquirlas de la explosión, pero pensaba que servía. -        Corazón, míralo tú misma – Me muestra una foto de mi uniforme extendido en la cama de Amanda y se ve realmente desastroso, tiene agujeros grandes por todas partes, no simples rasgaduras y a medida que miro dónde quedaría cada agujero causado por la metralla de la explosión, me doy cuenta que debí haberme desangrado allí mismo al igual que el resto de mis compañeros, pero no lo comprendo…- Y me dijo que cuando se lo diste estaba totalmente manchado de sangre, me preguntó que si de verdad estabas bien y le conté que ayer te había visto desnuda y no vi ninguna herida en tu cuerpo, lo cual la tranquilizó, pero me pidió que te cuidara, yo se lo prometí, pero ahora ¿Cómo le cumplo? -        Ja ja, mi Caro, tu sabes que cuidarme a mí siempre ha sido complicado, pero siempre soy como un gato, caigo de pié. -        Si lo sé, dímelo a mí, aún tengo marcado el recuerdo de cuando estábamos jugando a volarnos del colegio y tú te habías subido al muro, pero por estar muerta de la risa te caíste de para atrás y cuando fuimos a verte, estabas muerta de la risa y de pie al otro lado, aún no me lo explico, cómo no te pasó nada, era un muro re alto, cómo dos pisos. -        Ja ja, sí recuerdo, la verdad me di un costalazo bastante fuerte. Pero lo que te digo, no me pasó nada, así siempre soy yo, soy inmortal –Digo eso ultimo poniéndome las manos cerradas en puño sobre mi cintura y la cabeza levantada mirando a un horizonte imaginario al mejor estilo de un héroe. -        Ja ja ja, boba, mejor vamos a comer. -        Vamos, ja ja ja. Después de un rato ya me he comido mi comida y voy por el segundo trozo de pizza, Carolina me mira desconcertada, pero sólo me puede preguntar: -        ¿Dónde te cabe tanta comida? -        Pues en éste cuerpo hermoso -Le respondo poniéndome de pie y pongo mis manos en la cintura mientras giro y modelo mis caderas. Luego veo que Julio se pone incómodo y caigo en cuenta que al ceñir la camiseta al cuerpo se me marca el brasier, entonces me acurruco en el sofá mientras me muero de la risa y Carolina se ríe también. Sobre las once de la noche nos vamos a dormir y dejo todo listo para el día siguiente, me meto dentro de las cobijas y los sueños regresan. 
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