VII: Atando cabos.

3491 Words
El darme cuenta que Laso efectivamente ha organizado todo a mis espaldas no me deja muy bien como líder de un equipo táctico de investigación de policía, ya que por confiar en mis hombres, todo ha fallado, lo que no entiendo es la razón por la cual él ha decidido traicionarme, siempre estuvo dispuesto a ayudarme en todo lo que le solicitaba, nunca se negó a una orden y si la razón era dinero, podríamos haberlo solucionado, en realidad no hay tanta diferencia entre mi salario y el de él, pero siempre busco apoyar a los míos, sea como sea… A pesar de pensar en todo esto, no puedo evitar sentirme traicionada, sin embargo, pareciera un gesto de arrepentimiento no haber usado más efectivos míos sino los de Víctor. Entonces recapitulando los hechos, Laso fue el tirador, a pesar de que lo reconocí ya por su forma de escalar, aún no tengo pruebas lo que me dificulta meterlo en el informe, los muchachos de Víctor permitieron el uso ilegal de la bodega, pero, plantar el arma…Le dije al coronel que sí, pero no estoy tan segura que hubieran podido hacerlo, no estaban en su anillo de seguridad, sus compañeros no los hubieran dejado pasar, bueno, eso asumiendo que los que quedan son honestos y juegan limpio, porque de lo contrario, debería sospechar hasta de Víctor. Sacudo mi cabeza liberando esa idea y mientras veo que algunos de los muchachos salen, Víctor continúa en su puesto, estoy agotada, pero debo seguir, la pregunta del millón es ¿Por qué huyó? Si no hubiera desaparecido, él no sería sospechoso, y la investigación estaría estancada, o acaso ¿Hay algo que no he descubierto? Decido revisar su escritorio, lo reviso de arriba abajo, pero no encuentro nada sospechoso, todo lo que hay es material de trabajo, y lo único que encuentro relacionado con la investigación es el material de estudio que yo misma le pasé. Enciendo su computador y tiene clave, entonces solicito a comunicaciones autorización para desbloquearlo y una vez que puedo acceder, verifico la información en todas las carpetas y todos los archivos, uno a uno, tiene tanta información que siento que voy a enloquecer, son casi las nueve de la noche y Víctor decide marcharse, se despide y me deja sola. Yo sigo concentrada en mi búsqueda, al cabo de un rato me rindo, regreso a mi puesto y abro mi cajón, nuevamente están allí como recién puestas mis cartas en su caja negra, entonces las saco y las barajo mientras pienso si habrá algo de información que me arroje una luz en el computador de Laso, pero cuando saco una carta sale una carta que es como un esqueleto arrastrando una hoz, la reviso en mi archivo y poco después de comprender su significado con mi pregunta, me doy cuenta que he perdido el tiempo, pues en resumen la respuesta es no. Entonces llamo al banco y solicito la información de la cuenta bancaria de Laso y de paso pido congelarla, se demoran un día completo en responderme, así que decido irme a la casa, son cerca de las diez de la noche, ordeno mis cosas, apago los dos computadores y dejo todo como siempre, cojo mi bolso y salgo de la oficina, entrego las llaves de la patrulla y bajo las escaleras de la entrada a la estación, luego me subo al auto y allí sentada me paso las manos por la cara, estoy tan cansada que en un momento con las luces apagadas allí sentada me quedo dormida. Veo a Laso sentado en su escritorio, preocupado por la llamada que acaba de recibir, solo dice que no, en un tono muy bajo para que nadie pueda oírlo, me veo a mi misma concentrada en la distribución del equipo para la recepción de la senadora mientras cae la tarde,  Víctor y sus muchachos al fondo, todos están en lo suyo, los míos también están allí, y Laso cuelga su teléfono con cara de preocupación. La escena cambia, ahora es de día y Laso recibe una llamada, estaba a punto de ingresar a la estación y se devuelve, se sube a su auto y sale disparado a alguna parte, cómo si fuera un fantasma voy con él en el carro, al llegar a su destino apaga el motor y abre la puerta de su casa, corre por todos lados llamando a su madre y padre, incluso a su hermano, la casa está de cabeza, pareciera que los han atacado pero no hay nadie, el vuelve a salir y regresa al auto, allí se recuesta contra el volante, saca su teléfono de su bolsillo y escucho que dice: “acepto”. Abro los ojos sigo en mi auto a oscuras, reviso la hora y no han pasado sino cinco minutos, entonces caigo en cuenta de algo, no sé qué está pasándome o de donde han salido estos poderes, pero si he entendido bien, Laso si hizo todo lo que estaba suponiendo, pero no fue él quien saco a su familia del país, todo lo contrario, alguien más los sacó y lo chantajeó con eso, lo que explica por qué lo hizo, y su huida responde a una sola cosa, por más loco que suene, quiere ser encontrado, bueno eso y que quiere verificar que su familia esté bien, repaso en mi cabeza los detalles de la noche anterior y caigo en cuenta que si fue Laso el sospechoso que perseguí por el techo de la iglesia, no tendría sentido que hubiera fallado, él era mi mejor tirador, a menos… que lo hubiera hecho intencional, solo para detenerme, no para hacerme daño. Bueno, de ser así supongo que podría perdonarlo, un sentimiento de tranquilidad afloja un nudo en mi garganta, pero ahora me surge un interrogante y es, ¿Por qué lo seleccionaron a él? ¿Por qué no a otro del equipo? Decido volver a bajar de mi auto, dejo mi bolso allí y regreso a la oficina, entonces reviso los antecedentes de todos mis muchachos, uno por uno, gustos, aficiones, salario, familiares, paseos, permisos, tooodo, al finalizar la investigación, una hora más tarde me doy cuenta de lo que sucede, el único que había salido del país con su familia era Laso, razón por la cuál fue el seleccionado, eso sin mencionar que sus calificaciones a nivel militar eran las mejores, de manera que el único pecado que cometió este hombre en su carrera intachable fue amar demasiado a su familia. Me pongo a terminar el informe que pensaba continuar mañana, pero una corazonada me indica que no ponga que sé que a Javier Laso lo contactaron desde Bogotá, entonces algo me susurra: -        Que conveniente tener a un coronel listo para reemplazar al fallecido… Por Dios santo, no soy de creer mucho en la religión ni nada de esto, pero ¿Y si la voz tiene razón?... Sin pensarlo mucho me pongo a investigar al nuevo jefe, busco por todo lado al coronel Alirio Cortés y encuentro además de muchas fotos suyas en internet donde se ve muy guapo, que actualmente se encuentra asignado a la unidad de policía para…la Casa de Nariño… El mundo me da vueltas, no puede ser, todo pareciera encajar, siento que me alejo de mi escritorio y regreso en segundos, la cabeza me da vueltas, no puede ser…todo está tan raro, es como si…Oh por Dios, ¿Y si mi jefe está también metido en todo esto? ¿Sería él quien contactó a Laso? Una rara idea me cruza por la cabeza, y es verificar quién estuvo en la comitiva que acompañó a la senadora. Entonces con algo de miedo vuelvo a revisar la agenda que nos habían programado hace dos semanas, leo detenidamente cada nombre y cargo de la comitiva, encuentro un asesor que se quedó en la casa del alcalde mientras ella venía a la estación de policía, seis escoltas de seguridad y…el coronel Alirio Cortés, como acompañante del vuelo, al parecer también se quedó en la casa del alcalde mientras todo ocurrió, son cerca de las doce de la noche; definitivamente no puedo escribir eso en el informe que le debo pasar al mismo coronel, pero necesito más pruebas, de momento creo que es mejor que me vaya a dormir, así que vuelvo a apagar el computador, ordeno las cosas, y me devuelvo al auto, enciendo el motor de mi vehículo y conduzco hasta mi apartamento, entro al parqueadero subterraneo y subo por el ascensor, abro la puerta y cierro con todos los seguros que puedo, dejo mis cosas en la mesa que tengo a la entrada y me quito las botas, en el camino a mi habitación me voy quitando el uniforme, aflojándome el pantalón, me suelto el cabello y me quito la chaqueta del uniforme, es relajante caminar así por la alfombra del pasillo de mi apartamento, es un apartamento de dos habitaciones, siempre me dicen que si vivo sola no necesito la otra, pero la tengo en caso de que mis papás quieran venir y quedarse una noche, o en caso de que Amanda necesite un día refugio, nunca se sabe, el marido parece un buen hombre, pero es mejor prevenir. Cuando llego a mi habitación me desabrocho el pantalón y me lo quito sin tanto esfuerzo, es lo cómodo de éste uniforme, luego agarro mi toalla para el cabello y mi bata y me meto a la ducha, dejo mi ropa interior colgada a un lado y me entrego al agua tibia, mientras me ducho siento lo refrescante que es tener esta intimidad y tranquilidad, agradezco mucho los minutos que paso bajo el agua, cierro la llave y después de secarme el cabello y ponerme la bata, me siento en la cama a revisar mi teléfono, me pongo a ver videos y trato de no pensar en nada del caso, luego me quito la toalla de la cabeza me desnudo y me meto bajo las cobijas, en un segundo caigo como roca. A la mañana siguiente el sol entra por la ventana a través de las cortinas semitransparentes que tengo, reviso la hora en mi teléfono y me doy cuenta que son las seis de la mañana, tengo que levantarme y arreglarme para ir al trabajo, quiero seguir durmiendo un rato más, pero recuerdo el informe que no he presentado, y quiero terminar, no estoy muy segura de comentarle a Víctor, porque quizás él también esté involucrado en todo esto, pero tengo que confiar en alguien, así que me levanto, tomo una ducha rápida y me alisto de inmediato, me preparo un poco de leche con cereal, que es mi desayuno favorito desde que era una niña, y me voy corriendo a la estación, al llegar son las siete y veinte minutos de la mañana, tengo una ventaja de cuarenta minutos antes que los demás lleguen, al entrar a la estación, paso por la cafetería y me compro una donut y un café, luego regreso a mi asiento justo a las siete y media, cuando entro Víctor y sus muchachos ya están allí, entonces me dice: -        Durand, nos tienes que invitar a todos, no puedes llegar comiendo así no más. -        ¿Quién dice que no?, Por cierto, yo no sabía que ustedes estaban aquí, ¿Desde qué hora llegaron? -        Te vi quedarte ayer hasta tarde, así que supuse que podríamos hacer lo mismo, así que los cité hoy a las siete de la mañana, pero veo que tu prefieres no descansar. -        Si descansé gracias, pero si es cierto, anoche también me quedé hasta tarde, hagamos algo. – Le digo mientras dejo mi café sobre mi escritorio y sin soltar la donut voy dejando mis cosas en cada lugar – Toma, les invito el café a ti y tus chicos y vienes y te sientas acá conmigo; tengo algo que contarte. Entonces veo que Víctor le dice a González que vaya por el café de todos y que lo acompañe Sotelo, él solo se ríe y me dice desde su puesto: -        Cuénteme de una vez Durand, ¿Qué es lo que me tiene que decir? -        En realidad es algo que quiero preguntarte, y si, tienes razón, prefiero que estén todos tus muchachos presentes. -        ¿En serio? Pensé que era algo de la investigación y sabes que hay cosas que… -        Sí, es de la investigación, pero esperemos el café, ¿Vale? Al cabo de unos minutos llegan los muchachos faltantes todos muy felices se sientan a la mesa redonda y empiezan a charlar entre ellos, Víctor me mira como si sospechara algo de mí, entonces espero a que ellos terminen su merienda y cuando veo que todos han terminado, me levanto de mi asiento, cierro la puerta con llave y verifico que todas las ventanas estén cerradas también. Mis acciones son miradas con reserva por todos y entonces Sotelo me pregunta: -        Disculpe mi teniente Durand, ¿Qué está pasando? Lo ignoro hasta terminar mi ronda por toda la oficina y ver que nadie tiene movimientos sospechosos de ninguna índole, entonces me paro frente a ellos y sacando mi arma la sostengo apuntando hacia arriba y les digo: -        Bueno muchachos, estamos en esto juntos, así que necesito sinceridad de parte de ustedes… -        Durand, cada vez estás más loca…-Me dice Víctor- -        Ninguna loca mijito, necesito que me digan, quién más de ustedes está metido en lo del atentado y ¡ya mismo! Todos se miran entre ellos y comienzan a reír, pero me mantengo en mi postura, suelto el seguro del arma y les apunto, entonces las risas callan y ellos me dicen: -        Mi teniente, por favor, baje el arma, no le entendemos, pensábamos que estaba bromeando… -        Esperen muchachos, -Es Víctor quien interfiere- Durand, por favor baja el arma, no eres capaz de matar a ninguno acá, eso es obvio porque te detendrían y somos más y todos estamos entrenados, por favor contrólate… -        Es cierto – Con un gesto de suficiencia pongo de nuevo el seguro, y guardo mi arma, entonces me les acerco a la mesa y les digo – Tengo pruebas de que estamos infiltrados, y quiero saber quién más está detrás de todo esto, si me lo dicen, prometo no reportarlo, pero buscamos una solución para quedar todos bien, pero necesito saber en quién confiar. Nuevamente todos se miran pero ninguno habla, luego Víctor toma la vocería y me dice: -        Teniente, lo que está afirmando es muy grave, yo no sé usted, pero yo sí delataría al que nos tiene infiltrados, por su culpa han muerto dos de mis hombres y cuatro por no decir cinco de los suyos. -        Dejémoslo en cuatro hasta encontrarlo por favor. -        Por eso, ¿No cree que son suficientes?, ¿No cree que merecería un castigo? -        Si es cierto, pero voy a ser muy sincera también con ustedes: No me voy a jugar mi trabajo y mi vida por jugar al gato y al ratón con las personas que se supone debo confiar. -        Espera, ósea que es cierto -        Si es muy cierto, y antes de decirles lo que he descubierto necesito saber quién está conmigo y quién contra mí -        Pues Durand, no nos agradas mucho, y no es porque seas mujer, sino porque siempre estás compitiendo con nosotros. -        Así son ustedes -        Pero es diferente entre hombres, tu eres mujer y aunque fueras lesbiana… que no es mi asunto, sigues viéndote como mujer y esperamos que seas más… -        ¿Delicada? -        No es precisamente la palabra que buscaba, pensaba en comprensiva, porque en cuanto a tus habilidades militares, en definitiva eres la mejor. -        Gracias…Supongo… -        Si verás, el asunto es que no entiendo a que vienen tus acusaciones, tu misma me dijiste ayer que no desconfiara de mi gente. -        Sí, pero tú mismo me hiciste ver, que no te puedes cegar con la gente que crees que conoces, así que quiero saberlo, ¿Quién está conmigo? -        Mi teniente Durand –Rodríguez levanta la mano- No creo que sea de estar con usted o contra usted. -        Defínase Rodríguez, sino de quién está a favor de terminar con la investigación y esclarecer los hechos. Los miro con desconfianza, pero esos mismos hombres han hecho tanto por mí en los últimos días, que después de esto que me han dicho no tengo más opción que seguir confiando, entonces cojo una de las sillas vacías cercanas, la arrastro hasta la mesa y me siento frente a ellos, entonces en un tono tan bajo que todos tienen que acercarse para oírme les digo: -        No tengo las pruebas de que Laso haya estado en todo esto, pero estoy segura que si está, y sin embargo, después de pensarlo mucho me doy cuenta que solo está siendo usado, por alguien más, y está aquí. -        Durand, primero, puedes hablar en tono normal, créeme que afuera no se escucha nada, y segundo, ¿Hablas de acá en la oficina? -        Si y no, de la que estoy segura esta acá en la estación, pero por eso estoy haciendo todo este show, no sé quién plantó el arma en la casa del alcalde, ni quién aparte de mi equipo que están todos muertos, tuvo contacto directo con la senadora. -        ¿Por qué esa pregunta? -        Explícame ¿De qué otro modo un misil teledirigido iba a saber a dónde ir? … tuvieron que marcarla de algún modo. -        Tienes razón, pues muchachos y teniente, tienen mi palabra de que no estoy en contra de la investigación y también quiero saber que carajos falló el martes. –Sentencia Víctor. Todos se miran entre sí, pero cada uno va repitiendo de algún modo las palabras de su líder de equipo, entonces les digo: -        Por mi parte también tienen esa certeza, es más, yo estoy viva no sé por qué milagro, pero hubiera podido haber muerto de estar cerca de mis otros chicos. -        Entonces Durand, habla, ¿Quién es el nuevo sospechoso? Me quedo callada un momento, los miro a todos, me echo para atrás en la silla y entonces les respondo… -        El jefe. Todos se quedan mirándome con la boca abierta, ninguno da crédito a mis palabras, estamos en un momento de silencio y tensión cuando Martha llega y toca a la puerta sacándonos del momento, mira por la ventana y al ver que uno de los chicos se levanta y abre la puerta, ella sonríe y entrando por la puerta nos dice: -        Buenos días muchachos, dice el jefe que si ya tienen el informe. -        No Marthica, gracias por el aviso, estamos debatiendo un detalle y se lo subimos en un ratico, dígale que por favor nos dé hasta las nueve. –Le respondo a ella. -        De acuerdo chicos, voy a ver como lo entretengo. -        Gracias Marthica – Ahora es Víctor quien cierra el dialogo y le hace señas a Arbeláez que cierre la puerta de nuevo. Entonces después que nuestro portero ha tomado asiento, Víctor me pregunta: -        ¿Tienes pruebas de lo que dices? -        No, pruebas no, indicios sí. -        De acuerdo, ¿Qué indicios? Les narro todas las cosas que he descubierto, y cómo veo posible que haya sido él quien le puso el marcador o rastreador a la senadora, también que él o alguno de los escoltas pudo poner el arma fácilmente mientras todos miraban para otra parte, es decir, la estación en llamas. -        Pero entonces eso significaría que pusieron el arma después del impacto –Señala Sotelo. -        Correcto, de lo contrario hubiera sido descubierta con anterioridad y el teatro se habría caído. – Le respondo. -        ¿Qué vamos a hacer con el jefe entonces? -        No lo sé, de momento, presentar el informe, ya está listo, pero no he incluido lo de Bogotá y por ende menos lo de mis sospechas de… él. -        De acuerdo, pues entonces llevemos el informe y muchachos, abran la oficina como normalmente, ni una palabra de esto a nadie, menos al jefe, ¿Entendido? – Pregunta Víctor. -        Entendido mi teniente. –Responden a coro. Me levanto de la silla y la pongo en el puesto de uno de mis muchachos fallecidos, voy a mi puesto y abro el cajón, allí donde se suponía que deberían estar las cartas solo está el informe impreso, no me preocupo por la caja, pues sé que tiene esa maña de desaparecer. Salgo de la oficina y subo a la oficina principal subiendo a mano derecha del segundo piso, entonces veo a Martha hablando con el jefe, le dejo el informe sobre su escritorio y me voy haciéndole señales para que entienda que ya está listo, entonces espero afuera de la puerta a escuchar lo que diga el coronel y solo escucho que dice: -        Ya era hora, ahora Martha, por favor tráigame un café.
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