X. Asesino en la carretera

3546 Words
Se termina su buñuelo y su jugo, dejó un poquito para terminar de pasar el sólido, así que le gustan los finales felices, eso es un buen síntoma. Él se levanta y me dice: -        Ya regreso Marion, no se te ocurra dejarme acá, y en caso de emergencia cuenta conmigo. Asiento lentamente, pues no me parece coherente que me diga eso cuando prácticamente es un enemigo declarado, sin embargo quiero obedecer y esperar, me hizo falta oír su respuesta, quiero saber quién más está detrás de esto, así que termino en calma mi chocolate y mi almojábana, miro el paisaje y recuerdo lo rico y revitalizante de viajar, la neblina terminando de bajar por las montañas esponjadas de verde, las diferentes tonalidades, un río corre a lo lejos, pájaros volando y entonando sus cantos… Termino mi merienda de forma automática y en ese momento una mano grande y fuerte me toca el hombro, entonces me dice: -        Marion, por favor termina y ve al baño, no podemos parar en lo que nos falta de viaje. -        Ya terminé Alirio. -        Genial, ve al baño, yo pago. -        ¿Está todo bien? Él solo me mira sin pestañear, aprieta los labios y comprendo su mirada, quiero salir de afán, pero él me retiene y disimuladamente mira por encima de su hombro, luego repite: -        Ve al baño, y te espero en el auto. -        No le voy a dar las lla… -        Ve pronto, por favor. Asiento y me levanto, camino lentamente al baño, él se dirige a la caja, lo alcanzo a ver sacando su billetera, pero ya debo girarme y darle la espalda, camino a mi paso lento, pero entonces me siento torpe en el andar, es seguro que alguien me está mirando, no sé por qué me pasa eso, pero me sirve para mirar disimuladamente en todas las direcciones, allí sentado en una moto fumando un cigarrillo un hombre con corte militar y vestido con pantalón n***o y chaqueta de cuero negra, al estilo de las películas gringas me mira, no parece que me morboseara, sino que me vigilara, entonces alcanzo el baño de mujeres y después de entrar cierro la puerta, aprovecho para hacer pipí, y luego desabrocho el seguro de la cartuchera de mi arma, luego descargo la cisterna y salgo del baño, me ubico frente al lavamanos el cual tiene un espejo que da a la bahía y desde dónde puedo ver lo que sucede, el coronel sale sin mirar a nadie hasta la puerta del copiloto de mi auto, el hombre de n***o lo vigila, yo los vigilo a los dos a través del espejo mientras me lavo las manos, cierro la llave y sacudo mis manos, luego llevo mi mano derecha dentro de mi chaqueta cuando veo que el hombre de n***o hace ademán de ponerse el casco y se sube a la motocicleta, sin embargo arranca antes de nosotros y se va, dejo mi arma donde está y camino derecho a mi auto, al llegar abro la puerta con el seguro remoto y me siento detrás del volante, el coronel toma su asiento de copiloto, entonces me dice: -        Vamos Enciendo mi auto y lo saco en reversa hasta la carretera, luego reiniciamos la marcha y entonces vuelve a decirme: -        Lo viste ¿Verdad? -        Si, ¿Quién es? -        Es un asesino a sueldo. -        ¿Cómo lo sabe? -        Lo he visto trabajar en otras ocasiones, pero es muy cuidadoso, nunca deja huellas, no se deja atrapar y además maneja muy bien la estrategia. -        Pareciera que describe a rambo, o a robocop. -        Más o menos, obedece como una máquina, no se detiene hasta obtener su objetivo. -        ¿Cree que lo enviaron acá por nosotros? -        No, no por nosotros, por ti. -        Me está comenzando a molestar su actitud señor. -        Lo lamento, pero es la verdad, por ahora concentrémonos en ir por la vía principal, si cogemos alguna vía alterna se lo haremos fácil. -        Pero él ya salió, lo ví arrancar antes. -        Así es como opera, se deja ver antes de su víctima, mantiene un código de honor, de que sus víctimas sepan quién los mató. -        Señor ya me tiene tensa. -        Lo comprendo y de nuevo lamento eso. En ese momento él saca su arma de la espalda, sabía que la guardaba allí. -        Disculpe señor, ¿Qué pretende hacer con eso y cómo es que usted sabe cómo opera o piensa él? -        Durand, protegernos, en éste momento corro el mismo riesgo que tú, y lo otro prefiero no respondértelo, pero insisto, estoy de tu lado. Con eso me quedo medio frustrada, tensa y llena de miedo, además se me sube el mal genio de pensar que éste señor va conmigo como si fuera mi escolta personal, pero pretende… no sé qué pretende, sin embargo carga su arma, pero entonces noto que no es el arma de dotación, es un arma diferente un revolver, eso me tensiona más todavía, de manera que si él quisiera me puede disparar con eso y nadie sabría que fue él. Avanzamos más de cinco kilómetros y al rato el me dice: -        Pase lo que pase, no se detenga, mantenga la misma marcha así tenga que coger contravía. -        Si señor. -        Je je – Sonríe – ¿No le pedí que me hablara como un igual? – Se suelta el cinturón de seguridad. -        Si se… Perdón, Alirio. -        Está mejor gracias. Entonces dos kilómetros después parece haber un accidente, lo veo desde arriba de la montaña, veo que toda la vía en nuestra dirección está bloqueada y la vía de ida también, todo parece detenido, no sé que hacer, pero comienzo a reducir la velocidad a medida que nos acercamos al trancón, pero el me grita que no me detenga, entonces yendo en contra de mis deseos hago caso, acelero nuevamente en contravía, comienzo a pasar rápidamente por el lado de una fila de vehículos que nos miran entre asustados e indignados, al otro lado estoy a punto de chocar contra un motociclista tirado en el piso, no quiero pero tendré que pasarle por encima para permitir que mi auto quepa en el espacio que deja la tracto mula accidentada, en ese momento en que veo que no hay de otra y voy a convertirme en una homicida ejecutando al hombre en el piso, aparece una segunda moto a toda velocidad que viene saliendo entre la montaña y los vehículos detenidos en contra de nuestra dirección, saca una mini uzi y va a disparar, en ese mismo instante el coronel saca medio cuerpo por la ventana y dispara su revolver una, dos y tres veces, hay gritos de mujeres y hombres, sé que el coronel le dio al asesino que pasó por el lado de mi ventana a toda velocidad, pero afortunadamente él no alcanzó a disparar, de lo contrario el choque hubiera sido inevitable, por mi parte en un afán de evitar pasar por encima del hombre en el piso, me mando totalmente a la izquierda, mi auto queda con la línea de las llantas volando por unos segundos, como si fuera a caer hacia la izquierda y antes de volcarme alcanzo a girar el volante a la derecha lo que hace que mi auto quede perpendicular a la dirección de la vía, luego maniobro a toda velocidad a la izquierda y salgo del bloqueo agarrando una curva, alcanzo a ver que mi auto se va a volcar a la derecha y caer por la montaña abajo, el coronel se lanza sobre mi y equipara el peso devolviéndome a mis cuatro ruedas, entonces maniobro como puedo y luego de un kilometro recupero el control de mi auto, no veo al asesino por ningún lado, el coronel quien volvió sobre su asiento tan pronto aterrizamos en las cuatro ruedas me dice: -        Gracias Marion por confiar, es usted una excelente piloto. Quiero contestarle algo, pero tengo la boca seca, entonces después de pasar saliva le respondo: -        Gracias Alirio, me ha salvado la vida, pero sigo sin entender ¿Cómo supo que iba a pasar eso? -        No lo sabía, pero sé cómo piensa él -        ¿Cómo y eso como por qué? -        Porque yo lo habría planeado igual. Sus palabras me dejan sin aliento, ¿Con quién carajos estoy viajando? No le respondo nada más, luego él me dice: -        Sé que le di, pero volverá a intentarlo, de manera que no podemos volver a parar en ninguna parte, ahora sí, busquemos una ruta alterna. -        Pues señor, queda la ruta para entrar por la calle ochenta. -        Si tomemos esa, luego nos devolveremos entre pueblos, prefiero entrar por el norte. -        Pero eso nos mantendrá más tiempo en carretera. -        Sí, pero él espera precisamente que sigamos derecho la vía más rápida, así que cuando se dé cuenta que no vamos por esa vía, tendrá que devolverse y entonces nosotros estaremos a punto de cruzarnos de nuevo con él, me queda confiar que él no quiera también devolverse entre pueblos, de ser así, quizás no tengamos tanta suerte a la próxima. No le respondo nada más, pero la tensión del momento y ahora la calma relativa me dan ganas de volver a hacer pipí, entonces le comunico mi deseo: -        Alirio. -        Dígame -        Tengo que ir al baño -        Le advertí que fuera antes de empezar de nuevo. -        Si fui pero… -        No podemos detenernos, busquemos la forma de llegar lo antes posible. -        Pero eso no es posible, si hacemos lo que me dice, ya no nos gastaremos cuatro horas, sino más, y no voy a aguantar tanto. -        Entonces tendrá que mandar a lavar su auto. Es inevitable enojarme, pero comprendo que en este momento no puedo detenerme o nuestra vida estará en peligro inminente. Avanzamos otra hora y yo estoy que no puedo más, se me empieza a notar en mi manera de conducir, entonces él me dice: -        Marion, tengo una botella de jugo en mi maleta, voy para atrás y me la tomo para que usted pueda hacer pipí. -        ¿Qué?, ¿Me está proponiendo que haga en una botella? -        Bueno, es eso, o volvérsela a poner fácil al asesino. Calculo mis opciones, mis manos tiemblan, no puedo creer que lo estoy considerando, pero o se me estalla la vejiga o me orino en la ropa, y de paso el asiento del auto y Dios… por qué tengo que meterme en estas cosas, Marion Durand, soy la más estúpida de la vida, si fuera Amanda, ella pararía si o sí, yo, también, entonces voy a disminuir la velocidad, pero el me dice: -        Aunque sea muy rápida, recuerde que él viene atrás de nosotros, aún no hemos tomado la variante, nos faltan por lo menos diez kilómetros, ¿De verdad es tan estúpida de arriesgarnos a ambos? Mierda, de verdad lo estaba considerando, normalmente me jugaría solo mi vida, pero éste hombre ya me salvó una vez y es padre de dos niños, por muy grandes que sean, no puedo arriesgar la vida de él también, entonces le digo: -        ¿Y cómo pretende que haga pipí en una botella? No soy hombreeee. –Le grito. Él sonríe, se mueve para atrás y comienza a escarbar el maletero desde dentro del auto, luego saca una botella de jugo y se lo bebe lo más rápido posible, entonces tomando aire mientras pasa hacia adelante me deja la botella en el hueco para botellas detrás de la palanca de cambios y me dice: -        Sé que no es un hombre, por eso no podría hacer ahí sentada, de manera que le va a tocar irse para atrás y buscar la forma de hacer en la botella, si no puede apuntar, ensuciará el tapete pero nada más. -        ¿Está loco? ¿Quiere que de verdad vaya a hacerlo con usted acá? Y además, ¿Conduciendo mi auto? -        Creo que es la mejor opción que tiene. Carajo, no puedo más, no quiero aceptarlo, sin embargo el dolor en la vejiga es grande, entonces acepto, me suelto el cinturón y el pasa por debajo de mí, apretando el acelerador y tomando el volante, la escena además de cómica es erótica, le pongo mis nalgas en su cara y siento que me las toca para evitar que le aplaste la cara, eso me gusta, pero no puedo dejarle ver eso, entonces termino de pasarme al asiento del copiloto y él ahora está en mi puesto de conductor, entonces cojo la botella y me paso al asiento detrás de mí, me desabrocho el pantalón y miro por el retrovisor, veo que él mantiene la mirada en la vía, entonces me bajo el pantalón como puedo para no dejarlo ver nada de piel en caso que se le dé por mirar hacia atrás, me ubico en el piso del auto y ubico lo mejor que puedo la botella debajo de mí, me siento ridícula haciendo esto y más con un hombre que no es mi pareja sino mi jefe, confío en apuntar correctamente y entonces me dejo ir. El inevitable placer me llega y un suspiro con la boca abierta me sale del alma, mi voz le causa gracia al coronel quién suelta la carcajada, yo me despreocupo de él mientras termino, luego me quedo un ratico para evitar que las gotas finales me mojen el panty, y finalmente cojo la botella y sin dejarla regar me subo el pantalón como puedo, me siento de nuevo ridícula haciendo lo que éste hombre me pide, pero me levanto del piso, abro la ventana y comienzo a derramar mi pipí por la avenida, el coronel está muerto de la risa, pero entonces le digo: -        Usted es un idiota, lo sabe ¿Verdad? -        ¿Por qué? ¿Lo dice porque la convencí de hacer pipí en una botella O por reírme de escuchar su gemido? – Lo dice mientras contiene la risa. -        Por ambas. -        Bueno, seguramente usted más adelante o desde ya, comience a pensar que si había opción, que quizás se hubiera detenido un momento y no se demoraba nada y volveríamos a retomar la marcha sin tanta incomodidad, pero, muy en el fondo sabrá que hizo lo correcto. -        Pues su risa no me ayuda mucho a creer eso. -        Perdón, pero lo que me hizo reír no fue que hiciera en la botella, sino que soltara un gemido mientras lo hacía, fue un poco gracioso la verdad, lo lamento. Lo miro con odio, pero puede que tenga razón, fue inevitable pero al menos lo solucioné y mi vejiga no explotó ni le dimos espacio al asesino de alcanzarnos…termino de botar mi orina a la carretera y entonces ubico la tapa de la botella y se la pongo, luego me paso al asiento del copiloto, abro mi guantera y saco unos pañitos húmedos para limpiarme las manos, sé que no me ensucié, pero me da trauma pensar en que no me lavé las manos, luego me pongo a disfrutar el viaje. Ahora si parecemos una pareja casual que viaja simplemente, él hombre conduciendo, la mujer con la cabeza apoyada en el brazo apoyado contra la puerta, con el viento dándole de frente y haciendo ondear su cabello, nos mantenemos en silencio durante un tiempo hasta que recuerdo la conversación interrumpida en el parador, entonces le pregunto: -        ¿Quién es el culpable de plantar el arma y marcar a la senadora? -        No le puedo decir ahora, pero le prometo que si usted misma no lo averigua estando en Bogotá, yo le diré en el momento oportuno. -        Podría acusarlo de entorpecer la investigación, lo sabe, ¿Verdad? -        Si lo sé, pero confío en que no lo haga, en éste caso, por el bien de ambos. Me quedo callada un rato, y luego le vuelvo a preguntar: -        ¿Por qué dio orden de captura contra Laso? -        Porque es el procedimiento. -        Pero no tenemos pruebas. -        Podemos realizar una detención provisional. -        Sí, pero es uno de mis muchachos. -        Igual es culpable Nuevamente me quedo en silencio, al cabo de unos minutos le respondo: -        Supongamos que es cierto, ¿Cómo podría ser el motivo, que le molesta trabajar conmigo? Y por cierto, creo que lo presionaron. -        Brillante como siempre Durand, y tiene razón, el motivo es muy flojo, pero hasta ahora es lo único que se me ocurrió. -        No lo comprendo, ¿Dice ser honesto pero mandó cerrar la investigación con una justificación que usted mismo acaba de aceptar que es el más flojo que se le ha ocurrido? -        Correcto -        ¿Por qué no me dice quién está detrás? -        Ya le dije, usted misma lo verá, y si no, que no creo que suceda, yo le diré, pero no es el momento. -        Fue usted quién lo llamo desde la Casa de Nariño, ¿Verdad? -        No, fue la misma persona tratando de inculparme. -        De acuerdo, no le voy a preguntar más. Una hora más tarde acercándonos ya a Bogotá y sobre el medio día, volvemos a cambiar de puestos, pero nuevamente me agarra las nalgas, entonces me acuerdo de reclamarle: -        Alirio, me parece que usted se está aprovechando de mi. -        En qué sentido lo dice Marion -        En que las dos veces que hemos cambiado de puesto, usted me ha agarrado las nalgas, ¡y no me diga que no es cierto!, lo voy a denunciar. -        Haga lo que quiera Marion, en mi defensa le digo que no me fije en el contexto s****l que usted le ve, sino en evitar que me cayera con su peso completo encima de la cara. -        ¿Ah? Ahora me llama gorda. -        No Marion, no se porte como mi esposa por favor, pero es evidente que su cuerpo tiene un peso, y en el auto me aumentaría el peso aplastándome la cara. -        Aja -        Es la verdad, en realidad pensé que podría no tocarla, pero entonces me estaría denunciando por besarla en las nalgas, así que creí que sería lo más adecuado. -        Ahhhh, entonces reconoce que lo pensó -        Si Marion, lo pensé – Él suspira – Pero ya le expliqué como lo pensé, sin embargo, al final, ustedes las mujeres prefieren ver el lado negativo de las cosas. -        Aja, seguro si fuera un hombre no se las hubiera agarrado. -        Marion, si fuera un hombre habría hecho en la botella frente a mí, sin tener que cambiar de asiento, mientras yo miraba por la ventana. -        No me discrimine por ser mujer. -        No lo hago Marion, pero a ver, retomando su punto, si fuera hombre y tuviéramos que cambiar de asiento, si, le hubiera cogido las nalgas para evitar que me caiga en la cara, y con mayor razón, la verdad prefiero tener la cola de una mujer en mi cara que la de un hombre. Avanzamos sin más discusiones, pero de tanto conducir ya estoy cansada, nunca había conducido más de dos horas continuas, ya llevamos casi cuatro desde que salimos del parador. Más tarde, al pasar el peaje de entrada en Bogotá ya estaba yo cansada terriblemente, pero aun así no quería decir nada más, un poco enojada con el coronel, pero sin muchas opciones de simplemente arrojarlo en la carretera, aunque estoy segura que otra si lo habría hecho. Cómo sea después de pasar el peaje aún nos tocó conducir por una hora más de lo promediado, ya que había un trancón monumental, cuando le pregunto al coronel solo se ríe y dice: -        Ay teniente, pensé que ya había venido a Bogotá, estos trancones son monumentales sí, pero estos son de todos los días. -        Sí, es cierto, es solo que lo había olvidado y la última vez que vine, no me di cuenta ya que entré y salí en transporte público, así que como pasajero solo se confía y ya. -        Es cierto…-Concentra su mirada en un centro comercial y añade- Por favor ingrese al centro comercial, vamos a cambiarnos acá. -        Si señor, ¿Con cuál uniforme? -        El de Gala Marion, a pesar de que nos demoramos bastante en carretera, tenemos que llegar a la Casa de Nariño, allá no podemos ingresar así nomás. Asiento y después de sobrepasar el centro comercial, hago la oreja para entrar al parqueadero, entonces tomamos el tiquete para pagar al salir, bajamos del auto y abrimos el maletero, reubico bien mis cosas y saco mi uniforme de gala en una bolsa pequeña junto con los zapatos de tacón del uniforme, él saca su bolsa y me dice: -        Reunámonos acá en veinte minutos, tómese su tiempo para refrescarse y luego podemos almorzar y continuar. -        De acuerdo Alirio. -        Ah si, y ya por favor retomemos el mando, no es que me guste, pero tenemos que re acostumbrarnos antes de llegar. -        Sí señor. Entonces subimos por una rampa eléctrica hasta un supermercado, salimos y buscamos el baño, entramos juntos por el pasillo y al llegar a la indicación de los baños para cada género, nos separamos. 
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