Solemnidad.

1195 Words
- Sinceramente Cal, no entiendo el motivo exacto… al menos el mío se debe a que me abruma saber el inevitable fin de mis amigos y conocidos y saber que yo seguiré y seguiré hasta quien sabe cuando. Le dijo Janos. Calisto observó a su amigo, para luego optar por sentarse a su lado en un enorme pilar que yacía tirado y resquebrajado desde hacía ya mucho tiempo. Ambos habían ido a las ruinas de Jurstas, en las afueras de Paal. - Los demás no me entienden, pero tú sí. Verás Janos, antes pensaba que sería fácil dejar todo listo para mis hijos, y sus hijos, y los hijos de sus hijos, y marcharme en determinado momento… pero ahora… sinceramente no quiero irme. Janos asintió. - ¿Te conté la historia de mi tatara abuelo?. Le preguntó él. Calisto negó sin contestar. - Mi tatara abuelo se llamaba August Miel, él fue uno de los condes más buenos que Wangling haya tenido jamás, él se desvivió tanto por Wangling cómo por su familia, las defendió con uñas y dientes, él fue un hombre muy longevo, vivió lo suficiente cómo para ver a los hijos de sus hijos crecer y tener sus hijos también… también vió tristemente morir a sus hijos, ya sea por accidentes y enfermedades. Eso lo devastó y deprimió muchísimo, al final seguía vivo para cuando mi padre era ya una adulto y yo era un bebé, entonces él deseó con todas sus fuerzas haber muerto antes que sus amados hijos, así que un día el anciano hombre se arrojó de un acantilado. Dejando una carta póstuma, donde decía que no quería seguir viviendo con la imagen de sus hijos muertos… No quieres verlos morir… pero tampoco tienes cómo por que dejarlos tan pronto. Cal asintió. - ¿Janos?. Dijo Cal en voz baja. - ¿Si?… - ¿tú y Belial vendrán conmigo y con Luzbel a la otra dimensión?. Le preguntó él joven. Janos esbozó una sonrisa. - ¡Por supuesto!. - Será bueno tener a un amigo aunque sea… me da mucha tristeza pensar en la muerte de Fenhir… de Stav, de Ferenc y de Johen… pienso en Ratkaro, en Nessan… estoy muy seguro que tampoco quiero verlos morir. - Y no tenemos por qué hacerlo, sinceramente yo tampoco quiero hacerlo… si quieres podemos irnos antes de que eso suceda. Sugirió su amigo. Calisto sonrió. - Pero para saber cuando eso sucederá… no podemos ver el futuro y los dos sabemos que Azazel o los demás no nos dirán nada. Le dijo Cal muy seguro. Janos asintió. - Estoy de acuerdo… ¿¡Cal y si usas la runa!? Le preguntó Janos. - No quiero y no puedo, la perdí en la batalla… - Oh… que mal. - Lo se… en fin, podríamos poner un plazo. Dijo Cal. Janos asintió. ***************************************************** Cal entró en el enorme salón del consejo y vió a sus amigos, también estaba presente el obispado quienes al verlo inmediatamente se tensaron. Calisto caminó con altivez hasta la cabecera de la mesa de al menos dieciocho plazas y se sentó. - ¿Y bien?. Les preguntó mirando a todos y cada uno de los ahí presentes. - Majestad, hemos venido por que se nos a informado por parte del obispado de occidente que usted se niega a acatar la ley, se nos ha dicho que usted se niega deliberadamente a ceder la corona medriana. Dijo uno de aquellos hombres. Cal al igual que el resto de sus amigos se mostraron impresionados ante aquella acusación. Apenas Calisto iba a abrir la boca cuando entró Fenhir seguido de Stavros, ambos fueron a sentarse a lado de Cal, segundos después entró Janos junto con Belial y también fueron a sentarse a lado de ellos. El obispado observó nervioso a los cuatro reyes. - ¿De que nos perdimos?. Preguntó Fenhir. - Según ellos el obispado de occidente dice que me niego a ceder la corona a Karlf. Les dijo Calisto con severidad. Fen y el resto se mostraron indignados ante aquella noticia. - Eso no es verdad, mi hermano ha estado insistiendo en hablar con Karlf desde hace casi más de dos años sin tener éxito, la condesa Nashor no ha hecho otra cosa que darnos negativas y evasivas. Señaló Fenhir. - Me temo majestades, que según el arzobispo Shunes dijo que la condesa cree fervientemente que usted, majestad Calisto planea dañar a Karlf II o intentar manipularlo para así poder seguir gobernando el país de Medraz bajo sus propios intereses. Dijo el hombre de nombre Salo. Cal hizo una mueca muy parecida a la de las náuseas. - Una parte de eso es verdad a medias, no planeo dañar a mi sobrino, pero es verdad que no pienso dejarlo gobernar a su antojo. A él no le costó nada lo que tuvimos que hacer por recuperarla, lo único que no quiero que haga es que destruya lo que por mucho tiempo hemos estado erigiendo para poder devolverle la gloria a mi país natal. Sin embargo no es mi intención gobernar autoritariamente a través de mi sobrino. - ¿Y que es exactamente lo que usted no quiere que haga Karlf?. - Independizarse totalmente de Fallhan y Estes. Varios se mostraron en desacuerdo. - Karlf es libre de gobernar libremente sin necesidad de estar bajo su yugo. Usted no puede hacer todo lo que le venga en gana sólo por que sí… Cal se puso de pie. - ¿Que no puedo?… Por supuesto que puedo, ustedes no se inmolaron quedando sin piel por meses para poder ganar la guerra, ustedes no le vendieron su alma al diablo para poder ganar la guerra, ustedes no perdieron a seres queridos ni grandes amigos para poder ganar la guerra y ustedes ni siquiera fueron a la guerra… tampoco el obispado de occidente ni mucho menos ese chiquillo. Yo soy el único que decide, el único. Dijo Cal conteniendo la rabia. Fen y el resto asintieron nerviosos. De repente apareció Luzbel en su forma original, ocasionando que los representantes e integrantes del obispado se aferraran a sus sillas. - Creo señores… que no están entendiendo a mi marido… Cal es el único que decide lo que sucederá con la corona… al menos en esta parte del mundo. Por que yo así lo quiero. Les dijo Luzbel sin dejar de sonreír. - No es justo, ustedes abusan de sus posiciones pensando que pueden hacer lo que les venga en gana, hay otros reyes y países que pueden ponerles un alto. Nosotros estamos a favor de lo que dicta la ley y también de lado de Karlf Helihanis II. No falta mucho para que les declaren la guerra y… Cal pegó un potente grito. - ¡¿Guerra?! ¿Quieren guerra?… pues guerra les voy a dar… Entonces le declaro la guerra a Dessen. Espero que los aliados de los Nashor tengan las bolas suficientes para venirme a enfrentar… que vengan, de todas maneras nada puede matarme. Ahora lárguense de aquí y díganle a Jenna Nashor que mejor se ponga a cavar ocho tumbas incluida la de Karlf. ¡LARGO!. Les ordenó Calisto totalmente encolerizado.
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