- Sinceramente, Josna… no entiendo el motivo por el cual te muestras tan renuente al respecto.
Observó Adrihel.
- Es que no quiero verla, siempre que estamos uno en frente del otro algo va mal.
Le respondió este.
- Pues actúa normal cuando la tengas en frente y ya.
- Uy si… mira quien lo dice, el que no puede abrir la boca cuando ve a mi hermana.
Le respondió Josna tajantemente.
Adrihel abrió la boca y luego la cerró.
- En fin, deberíamos estar ya acostumbrados a esto, a fin de cuentas ella es mi…
- ¡No! Ya no digas más esa estupidez, Josna, entiende… Ayra no es tu hermana.
Le recriminó Adrihel.
En eso entro Eros.
- Mi padre los busca.
Les dijo al verlos.
Ambos jóvenes se miraron intrigados y luego salieron de la sala de armas, seguidos de Eros.
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- Hay algo que nos tiene preocupados su eminencia, y es que parece ser que a la iglesia no le importa en lo absoluto lo que Calisto Helihanis haga.
Dijo Menphis al arzobispo.
- No es que no nos importe. Es que no podemos hacer nada, incluso los arcángeles parecen estar a su favor.
- ¿Y acaso usted está seguro de qué esos que le ayudan son realmente arcángeles? ¿Quien nos asegura que no son demonios disfrazados?.
Le preguntó Menphis.
El arzobispo miró nervioso a los cardenales y al resto del obispado.
- Primero debemos consultar al sumo pontífice al respecto.
Declaró un hombre de mediana edad.
Menphis torció la boca con impaciencia.
- El Rey Calisto, ha estado acosando a los Nashor desde hace tiempo, exige hablar con su majestad Karlf Helihanis. Incluso se atreve a enviar a Azazel a acosar semanalmente a la Condesa. Es más que obvio que Calisto II no tiene otras intenciones que no sean buenas para con Karlf.
Señaló Menphis muy seguro.
Todos los presentes se mostraron preocupados.
- Si es así…
Dijo el arzobispo cuando de repente otro hombre habló.
- Creo yo que opino lo mismo que Sir Horns. Coincido en que parece ser que Calisto II no planea liberar la corona medriana todavía.
Varios soltaron exclamaciones de indignación.
- La corona de Medraz pertenece a Karlf Helihanis, por derecho y por la ley de Dios.
Declaró alguien más.
Todos asintieron a favor.
- ¿Que sugieren?.
Preguntó alguien.
- Deberíamos ir hablando al consejo de los reyes.
Declaró el arzobispo.
Todos guardaron silencio sepulcral.
- Entonces que así sea.
Dijo Menphis.
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Clint se acercó a Cal con un enorme obsequio entre las manos.
- ¿Crees que le guste?.
Le preguntó Calisto muy nervioso.
- Por supuesto que sí, además es bellísima y muy poderosa.
Le contestó Clint.
Cal se asomó al balcón y miró para abajo.
- Los invitados están llegando, y no se ve ni rastro de los Nashor.
Observó Calisto muy ansioso.
- No se por que te molestaste si quiera en invitarlos, sabes perfectamente que no iban a venir.
Le respondió Clint haciendo un mohín.
Cal asintió muy triste.
- Ven, vamos a arreglarte mi amor.
Le dijo Clint.
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Ayra llevaba puesto un hermoso vestido lapis lazuli con bellas incrustaciones diminutas de ópalo arcoíris en el cabello.
Lucia hermosa y radiante, la joven se contempló en un espejo de plata pulida y observó con atención sus bellísimos rasgos, era consciente de su increíble parecido con su padre y su hermano, sin embargo a diferencia de Eros, no le molestaba ese detalle.
En ese instante entró Clint, quien al verla se quedó pasmado totalmente anonadado.
- Te ves hermosa.
Le dijo luego de recobrar el hilo.
- Gracias… ¿Y mi padre?.
Preguntó ella.
- Abajo, esperando a Josna. Quiere darle su regalito de cumpleaños en privado.
- Ya veo, espero que le guste lo que sea que mi padre le haya comprado.
Repuso la joven.
Clint se percató de que ella lucia triste.
- Mi niña ¿Pero que te ocurre?.
Le preguntó éste.
- Clint, tú has sido como un segundo padre para mí… dime la verdad, ¿Mi padre es infeliz?.
Le preguntó ella.
Clint no supo que responder.
- ¿Sabes si mi padre es desdichado?.
Insistió Ayra.
Luego de unos segundos de vacilación, Clint asintió.
- La infelicidad de tu padre radica que en que le angustia no saber nada de tu primo Karlf, también está el hecho de que al parecer a Cal le comienza a afectar su apariencia eternamente joven… y no quiere separarse de ti ni de tus hermanos, eso es lo que tiene a tu padre así de desdichado.
Ayra asintió.
- ¿Que puedo hacer yo para ayudarlo?.
Preguntó ella con ansiedad.
- Ser feliz… sin él. Quítale ataduras, déjale sentir que es libre de ir y venir. Cal se siente culpable de querer libertad, debes entender que todo lo que tu padre hace e hizo fue para asegurarles un futuro tranquilo y próspero a ti y a tus hermanos.
Ayra asintió.
- Para ti es fácil decirlo, tú lo vas a tener toda la eternidad contigo, en cambio yo solo le tendré un breve momento.
Clint alzó las cejas.
- Por un momento sonaste igual a tu madre, eso fue lo que me dijo Irithel una vez.
Respondió él.
- ¿La odiabas?.
Le preguntó ella.
- Por supuesto que no, yo la amaba mucho. Por que ella era buena, pero no podía ignorar el hecho de que ella estaba enamorada del mismo hombre que yo… una parte de mí se esforzaba en odiarla, pero no pude… la terminé amando en secreto… lloré mucho su muerte.
Reconoció él.
Ayra asintió.
- ¿Mi padre la llegó a querer?.
- Tu padre la amó con toda su alma, es a la única mujer que él realmente ha amado. Casi se deja morir tras su muerte.
- Pero te eligió a tí…
Observó ella.
- Exactamente, me eligió a mí. Uno debe elegir… por eso te quiero preguntar… ¿En verdad quieres ser inmortal?…