Narra Casandra
—Cariño, ¿estás conmigo? —Mellie se ríe de mi ensoñación.
—Sí, perdón, ¿qué dijiste?
—¿Te gusta el azul?— repite.
—Supongo —digo, acariciando una angora muy suave.
—Tendrías que mirarlo para que te den una opinión —dice, pero no con mala intención—. Cariño, no estarás todavía deprimido por Storm Weathers, ¿verdad?
—No —grito, volviendo de repente a la realidad—. De verdad, no lo estoy en absoluto—me alegro de haberme librado de mi novio de la universidad. Eso nunca iba a desaparecer. Me dolió que me dejaran por mensaje de texto, pero solo mi ego se sintió herido. El resto de mí dio un suspiro de alivio. No sentía nostalgia por Storm en absoluto, pero tal vez comenzara a deprimirme por el galán. Todavía estaba de pie al otro lado de muchas pilas de prendas de vestir de colores.
Antes de saber lo que estoy diciendo, las palabras vuelan de mi boca—.Me gustan los hombres más maduros que Storm. Hombres de verdad.
—Supe que no era bueno en el momento en que lo vi—añade Mellie, sin escucharme ahora. Levanta más suéteres, revisa cada uno con el brazo extendido antes de volver a doblarlos cuidadosamente y colocarlos perfectamente alineados en su pila.
Hablando de ojos, el chico ahora me está mirando sin piedad. Otra sonrisa sexy se dibuja en sus deliciosos labios. ¿Está escuchando a escondidas nuestra conversación? ¿O sabe que mi declaración sobre que me gustan los hombres maduros fue totalmente para su beneficio?
No me preguntes por qué me siento tan atraída por él. No es que vaya a pasar nada con mi madrastra parada a mi lado, pero puedo divertirme un poco. Y tal vez sea mi imaginación, pero parece que él solo está rondando el pasillo de suéteres para jugar conmigo también.
Estoy segura de que no se trata de un caso de pensamiento delirante, porque mientras sigo a Mellie, pasando de una exposición de suéteres a otra, él me sigue en una danza paralela. Como la luna que sigue la trayectoria del sol. ¿O es al revés?
No lo hace de una manera obvia ni acosadora. Es muy sutil al mover su musculoso cuerpo, pero estoy segura de que quiere mantenerme en la mira. Como si estuviera disfrutando del coqueteo con los ojos tanto como yo.
¿Por qué no puedo hacer algo? ¿No tengo otra opción que correr hasta donde está él, arrastrarlo hasta los vestuarios y pasar mis palmas por toda esa masa sólida de músculos que giran? Una colección de gifs pasa por mi mente como el avance de una película.
Yo sacando un vestido sexy del perchero y llevándolo al probador con una mirada sexy por encima del hombro. Un galán aparece en la puerta justo cuando me quito mis aburridos jeans y sudadera y estoy de pie con un conjunto de ropa interior de encaje lujosamente provocativa y no con los pantalones de chica grande y el sujetador deportivo poco atractivos que en realidad llevo puestos.
Cómo se adentraba en el cubículo, de espaldas a la puerta, y me atraía hacia sí. Sus enormes manos rodeaban mi cintura mientras sus labios cubrían los míos en un beso ardiente.
—Sabía que no podía confiar en él. Los universitarios pueden ser muy egocéntricos —dice Mellie en un interminable parloteo diseñado para hacerme sentir mejor en mi aparente desánimo—. Y la única vez que conocimos a Storm, tu padre no se impresionó en absoluto. Predijo un comportamiento poco caballeroso y acertó de pleno.
—Deberías haber dicho algo en ese momento —suspiro.
Está bien, la fantasía prohibida continuará más tarde cuando esté solo en mi cama.
—Pero a papá nunca le gustó ninguno de los chicos con los que he salido. Ni una sola vez desde que tenía trece años un chico cumplió con sus estrictos estándares.
—Podrías tener razón sobre… ¿Jared? —Mellie deja caer el suéter en su mano, luego lo toma de nuevo y lo retuerce nerviosamente.
¿Quién es Jared?—.No, no puede ser —balbucea y noto que sus mejillas se sonrojan ¿Qué? ¿Qué está haciendo? Caminando hacia un hombre atractivo. ¿Lo vio mirándome?
—.Oh, Dios mío, Jared, Jared Helmsley, eres tú —ella tiene ambas palmas rodeando su grueso antebrazo y una pequeña ola de celos inunda mi núcleo porque ella puede tocarlo—.Es muy bueno verte—dice con entusiasmo—.Pensé que te habías ido de Denver hace años.
Nooo. Por favor, no. No me digas que ese hombre sexy es uno de los antiguos amores de Mellie. Ella ya tuvo su segunda oportunidad amorosa. No debería poder robarme a mi novio de fantasía.
–Lo hice, fui a San Francisco recién salido de la universidad. ¿Mellie no?
Está buscando su nombre en el pasado. Con una voz que parece miel derritiéndose sobre la arena quemada por el sol. Debo admitir que es bueno ver que no la recuerda y no lo digo con mala intención.
—Si, bueno ahora Mellie Peterson.
—Claro—ronronea con voz suave pero con algunos matices ásperos.
Puedo decir que no tiene idea de quién es ella. Su mirada se dirige hacia mí como si leyera mi mente y luego se desvía.
—En realidad, Todd y yo nos casamos al final.
—¿Todd Peterson?
—El mismo. Estaban juntos en el equipo.—Dios, fue a la escuela con papá y Mellie. Recuerda a mi padre cuando tenían mi edad, lo que lo hace… maldita sea. Pero parece mucho más joven que papá. De cerca veo que tiene pequeñas arrugas alrededor de los ojos y una leve marca de las líneas de expresión, pero todo en él se ve juvenil, aventurero y muy atractivo.
El momentáneo rubor de amor infantil que rozaba mi piel es reemplazado por una lujuria total. No está mal sentirse atraída por un hombre de la misma edad que mi padre. La atracción se basa en la persona, no en su edad o su apariencia. Aunque en el caso de Jared Helmsley, la apariencia es definitivamente una influencia decisiva. También es un futbolista profesional, por lo que parece
—.Debes venir a cenar —dice Mellie—. A Todd le encantaría recordar los viejos tiempos.
Por un segundo parece que va a negarse. Su mente busca una excusa para escabullirse de la invitación, pero entonces los ojos de Jared vuelven a mí. Intenta reprimir otra sonrisa y luego murmura un acuerdo con una voz que hace que mis poros se estremezcan. Todo cemento mojado y mecanismos sucios cubiertos de aceite. Oh, mierda, realmente me estoy volviendo loca.
—Claro, suena bien —dice con voz áspera. Su mirada, que había vuelto a Mellie, vuelve a posarse en mí. Esta vez me observa de reojo y me recorre el cuerpo con la mirada. A pesar de la sudadera poco favorecedora que llevo puesta y que me hace parecer el saco de Papá Noel, puedo ver que no está decepcionado. Mi clítoris empieza a latir con el placer que me proporciona la apreciación de Jared Helmsley—.Estoy en el Art Hotel. Llámame— añade.
Y justo cuando estoy planeando mi próxima fantasía de pasarme por su hotel una noche para pasar el rato en el salón de cócteles, él se despidió de mi madrastra y se perdió entre la multitud.
Me volteo hacia Mellie con cara de
¿Qué demonios? y noto que está tan sonrojada como yo. Las dos estamos nerviosas, pero supongo que en su caso la perimenopausia no permite ningún tipo de camuflaje. Está claro que está loca por Jared Helmsley.