PENÉLOPE
Llegué al altar a las siete de la noche, hora en la que se había citado para el gran día donde dos personas unen sus vidas. Me bajé de mi Rolls Royce blanco y caminé sobre mis tacones dorados Jimmy Choo, vistiendo un labial rojo de chanel sobre mis labios. La elegancia de mis pasos llamaba mucho la atención.
Las miradas se posaron en mí a medida que avanzaba hacia el altar con mi vestido rojo ceñido, mostrando las curvas de mi cuerpo en armonía, dándome ese aire de elegancia que tanto amaba.
Ahí estaba él vestido de gala, tan guapo y perfecto como yo lo recordaba. Palideció cuando volteó a su espalda y me vio por primera vez en mucho tiempo.
Le sonreí, pues estaba viendo a un fantasma.
— ¿Quién es ella? —preguntó la mujer que estaba a su lado vestida de novia lista para hacer los votos jurándose amor eterno.
Contuvimos la respiración. Habían pasado años de no verlo, años atrás en los que me había vuelto loca de amor por él, antes de que me abandonara, antes de su traición.
— Es Penélope, mi esposa. —Dijo con apenas un hilo de voz.