PENÉLOPE Ulises había asistido a la reunión con su abogada. Ahora entendía porqué me había dejado de molestar durante unos días cuando dije que iba a proceder con la demanda del divorcio. Se lo había tomado en serio, lo cual significaba que no me estaba subestimando. Había conseguido a su propia asistente legal. No era por nada, pero lo estaba tomando como un halago para ser quien era, aunque viniendo de él podía esperar cualquier cosa. — Entonces, ¿la mujer que está acompañando a Ulises es buena? —le pregunté por lo bajo. — Oh sí, aplaudo su trabajo y ama tanto las leyes como yo. —Me dijo Marion sin despegar la vista de los recién llegados.— Lo pude ver desde el momento en que nos cruzamos en juicio por primera vez. Es una leyenda, pero no te preocupes, yo también lo soy. El mur