PENÉLOPE
Estábamos corriendo en mitad de la noche.
Mis lentes de pasta negra se habían torcido con el movimiento de correr mientras Ulises me sostenía la mano para no perderme. A duras penas podía seguirle el paso mientras corríamos entre la multitud que de la avenida principal de la ciudad, para despistar a las personas que nos habían estado siguiendo durante esos tres eternos días.
Estaba falta de aire y llevaba corriendo ya por más de media hora.
— Ulises —susurré por la falta de aire que estaba teniendo.— Ulises necesito parar, ya nadie nos sigue...
Pero él me seguía jalando a pesar de mis protestas. Habíamos dejado el auto abandonado en mitad del camino cuando vimos que un coche se estampó contra nosotros a propósito.
Mientras yo corría por la angustia de no saber qué me deparaba el destino con él, la gente caminaba al rededor de nosotros saliendo del festival de primavera con las caras sonrientes y las pláticas animadas que se escuchaban aun por encima de los autos que iban pasando.
— No podemos parar Penélope. Si paramos en este momento nos puede ir muy mal —me respondió entre jadeos.
Corrimos mientras esquivábamos a la gente recorriendo toda la avenida.
Estaba harta de correr sin saber qué estaba pasando. Llevaba tres días corriendo con él y ocultándome de matones, ¿Por qué me había arrastrado a esta situación?
Me detuve en medio de la muchedumbre sacudiendo mi brazo para zafarme de él. La gente continuaba caminando a nuestro alrededor sin ponernos mucha atención.
— La mierda que me voy contigo si no me dices en este momento lo que está pasando. Que yo recuerde estaba tomando un baño de agua caliente hace tres días cuando me sacaste por la fuerza de una casa de la que no podía salir. —Estaba harta de la situación.
— Déjate de estupideces y ven conmigo ahora. —Me volvió a jalar, pero yo di un paso hacia atrás.— Penélope por el amor que nos juramos en Las Vegas necesito que vengas conmigo, te voy a explicar todo con consciencia, pero no es el lugar ni el momento.
Se estaba controlando. No podía hacer un escándalo o gritarme en medio de la calle como era su costumbre.
— Ni siquiera sé porqué me siguen. —Lo vi con desconfianza por su respuesta tan absurda.— Te estoy diciendo la verdad. No sé qué está pasando, pero supe que correrías peligro si te dejaba en la casa.
Lo vi a los ojos por un momento. De manera inconsciente estaba tratando de buscar al muchacho con el que me había ilusionado en tan solo tres días, pero no había encontrado nada, más que un hombre con ganas de correr muy lejos.
— Nos están buscando. Tenemos que seguir. —Me dijo.
Volteé hacia mi espalda para ver a un par de hombres de n***o que nos estaba buscando en medio de la muchedumbre. Reanudamos nuestra marcha. Me tomó nuevamente de la mano tomando la guía de nuestro camino.
Durante esos tres días había dejado de exigirme las estúpidas tareas. Lo había visto bastante pensativo y tomando más alcohol por las noches o fumando un puro en medio del insomnio. Estaba de malas todo el tiempo y apenas me veía la cara cuando nos escondíamos o corríamos en ese momento.
Finalmente, luego de haber corrido veinte minutos más, y haber llegado a una serie de callejones, Ulises tocó una puerta al final de un callejón. De inmediato le abrieron la puerta y me empujó lugar adentro.
Sentí mucha desconfianza entrar ahí, pero no tenía alternativa cuando un par de matones nos estaba siguiendo.
— ¿Tienes lo que te encargué? —le dijo Ulises al hombre que nos abrió la puerta.
El grandulón, porque medía casi dos metros, asintió con el ceño fruncido. Se dio la media vuelta dejándonos a los dos solos. Nos quedamos en silencio, apenas se podía escuchar el murmullo que venía de la avenida principal a causa del festival. Escuché los pasos del extraño y como el suelo de madera crujía ante su peso.
Terminé sentándome, en la sala desgastada que estaba en la pequeña estancia, a causa del cansancio excesivo que había sentido a causa de tanto correr durante tres días. No había podido tomar un baño ni mucho menos cambiarme de ropa. Apestaba. No supe en qué momento mis párpados pesaron tanto que me quedé dormida.
— ...es necesario que lo hagas —escuché la voz del grandulón mientras trataba de abrir mis ojos.
— No es posible que todo esto haya sido un malentendido. —Escuché la voz de Ulises mientras parpadeaba para ver que él se encontraba sentado en la mesa desgastada.
— Creo que es lo más conveniente. Te está alentando. —Volvía a insistir el grandulón. Me incorporé poco a poco. Había dormido cerca de tres horas de acuerdo al reloj de pared que había en la habitación.— Ya despertó.
El extraño se levantó de su lugar al verme recién sentada en el sillón. Se fue un momento hacia a otra habitación mientras Ulises permaneció de espaldas durante un momento con la espalda hacia a mí, sin dirigirme la palabra. Había sobre la mesa un portafolio cerrado.
El tic tac del reloj inundaba la habitación, hasta que se escucharon pasos de don grandulón regresar a hacia la estancia con rapidez.
— Ulises están cerca, debes de tomar una decisión ya —Se le veía bastante preocupado, y en ese momento supe que me tocaba de nuevo correr.
Ulises dio un golpe a la mesa y se levantó de inmediato con el maletín en la mano yendo hacia a mí. Estaba más serio que nunca.
— Toma este maletín y huye a París. —Me dijo dándome el maletín en las manos.
— ¿Qué hay de ti? —le pregunté con el corazón acelerado.
— Te voy a alcanzar. Dame unos días para alcanzarte. En este momento necesito correr más rápido y tú me estás alentando. —Me dio un papel arrugado entre las manos con información.— Llega al hotel De Crillon, y hospédate ahí hasta que llegue. Si necesitas ayuda llama a esta persona en cuanto llegues a París y dile que vas de mi parte. Él te va a ayudar a conseguir trabajo, una casa temporal, lo que tú necesites.
— Ulises tenemos que irnos todos ahora —decía don grandulón viendo a través de la ventana.
— Mierda, Luis. —Refunfuñó.— Te voy a sacar hasta la avenida y vas a tomar un taxi directo al aeropuerto. —Me estaba dando instrucciones mientras me empujaba hacia una puerta trasera que daba a otra calle.
Corrimos hacia a la avenida con cautela. No entendía nada.
— ¿Y qué voy a hacer en París? —le pregunté.
— Mierda Penélope, arréglatelas hasta que llegue. Estarás a salvo allá. Una persona te va a estar esperando con tu pasaporte en el aeropuerto. Nos vemos en unos días.
Ulises paró un taxi en la avenida. Me subí de inmediato y cerró la puerta en cuanto le dio la instrucción al chofer para que me llevara directo a tomar un avión.
Siempre había soñado con visitar París, pero las circunstancias en las que me estaba yendo sin duda lo hacían ver un lugar oscuro y no la ciudad del amor, como todo mundo lo pintaba.