El cambio llegó para mí

1904 Words
PENÉLOPE — Me quiero ir de París —le dije a Camille un día. Estaba decidida a huir del único lugar donde Ulises me podía encontrara y buscar respuestas sobre mi venta por mí misma. Mi táctica de buscar respuestas estando cerca de él no funcionaría más. — ¿Por qué el cambio tan repentino? —Me preguntó Camille mientras se veía al espejo alistándose para una de las tantas reuniones sociales en las que participaba todas las semanas. — Han sido tres meses desde que no sé nada de Ulises a pesar de que sabe donde encontrarme. No pienso esperarlo más. Camille se estaba pintando los labios sin dejar de verse al espejo. Pronto se volteó hacia a mí con una expresión de indiferencia, para después regresar a su lugar y abrir uno de los cajones de su tocador del cual sacó tres pares de collar con aretes. — Te habías tardado con la decisión de irte. —La indiferencia seguía en su voz. La observé como se llevaba los collares a su cuello probando cuál le quedaba mejor. Las joyas que tenía en su posesión denotaban un trabajo exquisito por parte del joyero. Lo podía ver a simple vista. — Usa el collar de esmeraldas —le dije en cuanto se lo probó.— Combina con el vestido y representan poder, elegancia y juventud. Se me quedó viendo en el reflejo del espejo con una expresión ceñuda. Me acerqué a ella segura de lo que estaba diciendo, — ¿Cómo puedo confiar en alguien con tan mal gusto? —no culpaba que Camille dudara de mi capacidad para guiarla en la elección de sus joyas. — No he perdido mi tiempo. Me puedo considerar una experta en joyas. Tal vez no tenga glamour al vestir, pero te aseguro que tengo idea de lo que digo respecto a joyas. Le hice una modificación en la manera de usar el collar para pegarlo más a su cuello y que se viera más estilizada. Le puse los aretes pequeños y no pude ocultar la satisfacción que sentía al momento de ver su cara de sorpresa por como lucía. Se levantó de su lugar y tomó su bolsa de mano dispuesta a irse. — La próxima semana habrá una exposición de joyas. No te puedes ir hasta que vayas conmigo. La única condición es que nos desharemos de tu espantosa ropa —se dio la media vuelta y se fue dejándome sola en su habitación. "Próxima semana" era lo único que resonaba en mi cabeza. Los días pasaron, y dos días antes de la exposición de joyas Camille llegó a levantarme muy temprano por la mañana. — Levántate que tenemos cosas que hacer. No puedo creer que me vean caminar con alguien como tú, pero vamos por tu guardarropa. Considera que es un lujo que te acompañe. —Abrió las cortinas y mis ojos protestaron a la luz del sol. — Camille, no es necesario que vayamos a conseguir un nuevo guardarropa para mí. De verdad no me importa si la gente me ve de esta manera... — Mentira. Tu aspecto es el reflejo de como estás en el interior. Pareces una anciana para una mujer que está en sus veintes. — No quiero un nuevo guardarropa, me siento cómoda... así. —Dudé un poco de mí, pero era lo único con lo que me sentía cómoda últimamente. Nos quedamos en silencio. Se acercó a mí con los brazos cruzados y viéndome con ese aire de superioridad que ponía cada ciertas veces al día. — No puedes vivir en ese hoyo por siempre. — No creo que sepas por lo que pasé. —Estaba impacientándome ante su insistencia. — Son estupideces. — No lo son. No quiero que la gente me reconozca en la calle o me voltee a ver para dar lástima y compasión. —Casi grité. — Eso es lo que estás haciendo en este momento. Ja, y creer que podías ser un poco rescatable, pero solo te estás hundiendo en tu miseria. — ¿¡Tú qué sabes de mi vida!? —le grité— ¡Una mujer como tú, tan superficial y egoísta no sabe lo que una persona normal está sintiendo en este momento porque toda tu vida ha sido perfecta! — ¡No me conoces como para afirmar tal estupidez! —me gritó de regreso. Nos quedamos calladas un momento y se acercó a mí sentándose en mi cama como una especie de tregua entre las dos.— Me gustan las bolsas caras y nunca compraría una imitación de nada, pero eso no significa que no tenga sentimientos. ¿Qué ha pasado?. Perdí mi vista en un punto fijo del suelo. Estaba sentada sobre la cama con ella a un lado, despidiendo un olor a su perfume de alta gama. Me mordí el labio inferior con los ojos húmedos por las lágrimas antes de decidirme a dejar salir, por primera vez, todo lo que había guardado por primera vez en años. — Te voy a contar una de las cosas más amargas que he pasado en mi vida, antes de conocer a Ulises. —Le dije decidida a contarle todo. Camille no era la mejor persona en la que yo quería confiar en ese momento algo tan crudo que había pasado en mi vida, sin embargo, había sido la única persona en todo este tiempo que había preguntando por qué había pasado sin siquiera conocerme. *** PENÉLOPE (TRES AÑOS ATRÁS) Me iba a casar con otro antes de conocer a Ulises. Faltaban tres días para la boda cuando decidí darle a Rodrigo una sorpresa en su apartamento. Me había comprado un conjunto de lencería de red que tanto le gustaba, una botella de vino y unas fresas con chocolate fue con lo que llegué a mitad de la noche a verlo. — Penélope ¿qué haces aquí? —me preguntó Rodrigo cuando abrió la puerta. Le mostré el plan que traía esa noche alzando mis manos con el vino y la caja con fresas. Me sonrió volteando hacia todos lados para dejarme pasar. — ¿No puedes esperar hasta la boda? —me preguntó con picardía en su mirada. Abrió la botella de vino y le dio un trago. — ¿Tú puedes esperar? —le quité la botella para imitarlo. Tomó una de las fresas con chocolate que había dejado sobre la mesa. Se la llevó a la boca para comerla los dos al mismo tiempo. — La verdad es que no. —Sus ojos se le pusieron negros de la lujuria que sentía en ese momento. Me dio un par de nalgadas antes de alzarme al hombro para llevarme a la habitación. Fue el s*x*o más duro y salvaje que tuve con él. Fue bastante animal y poco afectivo, pero así le gustaba a él y a mí me encantaba complacerlo por los orgasm*os que nos dábamos en esos encuentros tan carnales que teníamos. Me había quedado dormida a su lado, cuando de pronto unos ruidos extraños me despertaron. Parpadeé poco a poco hasta recuperar un poco de nitidez en medio de la oscuridad de la habitación. Busqué con la mano a Rodrigo, pero no estaba en la habitación. No sabía si había pasado algo, pero decidí pararme y abrir la puerta para ver qué era lo que sucedía. Los ruidos se hicieron un poco más fuertes. Eran unos ¿jadeos?. — Así, dame así —repetía una voz femenina en susurros entrecortados por los jadeos.— No vuelvas a cogerte*la nunca más. Mi corazón se paralizó por lo que estaba escuchando, pero decidí ser valiente y caminar hacia donde le ruido se escuchaba. Mis piernas temblaban porque la razón sabía lo que estaba pasando, pero mi corazón se negaba a aceptarlo. — Ya te dije que vino de sorpresa... —más jadeos de Rodrigo— no pude hacer nada más que echármela, pero tú eres mi favorita. Eres la más guapa... la más deseable... a ti te coj*o diferente... — Déjala. No te cases con ella, yo te puedo dar lo que ella no puede. —Más gemidos de ella— ah, no pares. Sigue así, ya casi llego... La puerta del cuarto de invitados estaba abierta y pude sentir como mi alma se destrozaba al ver a mi hermana llegar al orgasmo con mi prometido dentro de ella. Se revolvió en medio de las sábanas mientras Rodrigo la besaba con pasión, algo que no hacía conmigo en la intimidad. ¿Por qué Rodrigo me había traicionado de esa manera con mi hermana?. Me metí a la habitación en ese momento. — ¡Son unos malditos traidores! —grité enfurecida tirando cosas a mi paso.— ¿Por qué me están haciendo esto? Las lágrimas se me salieron de la frustración y el dolor que estaba sintiendo en ese momento. Mientras que les lanzaba todo lo que veía a mi paso. — ¡Penélope cálmate! ¡Deja de estar de maldita loca! —me gritó Rodrigo. — ¡Calmarme maldito animal! ¡calmarme cuando te estás cepillando a la zorra de mi hermana! — ¿¡Te has preguntado por qué estoy con tu hermana y no contigo!? —me cuestionó. Me quedé con un cepillo en el aire— porque a diferencia tuya, ella sí es una mujer que sabe complacerme en la cama y por mucho me atrae más ella que tú. — ¡Aaah! —le aventé el cepillo a la cara. Mi hermana se encontraba detrás de él desnuda ocultándose de los objetos voladores.— Y tú maldita traidora —me acerqué a ella dándole una fuerte bofetada.— Nunca más digas que eres mi hermana. —Se llevó una mano a la cara. Sonrió con descaro sin decir una sola palabra.— Tú y yo Rodrigo terminamos!. Me salí del departamento en plena madrugada. Lloré en mi auto hasta quedarme dormida varada cinco calles adelante de donde vivía mi ex prometido. Si tú me preguntas si siempre fui así de descuidada, mi respuesta es no, pero el dolor había sido tan profundo que las palabras de que mi hermana era más bonita que yo me habían pegado tanto que comencé por descuidarme. Sentí que Rodrigo me había dejado por ser fea. Qué más daba si un día no me maquillaba. Qué más daba si no cepillaba el cabello un día. Qué más daba si por un día mi ropa no combinaba. Mi vida y lo que había pasado no iba a cambiar. Rodrigo seguiría prefiriendo a mi hermana. Lo último que supe de ellos fue que se casaron tres días después. Mi hermana tomó mi lugar poniéndose incluso mi vestido de novia, y yo caí en una depresión profunda, y una herida que no he podido sanar. *** PENÉLOPE (ACTUALIDAD) Tenía los ojos bañados en lágrimas por contar mi historia. Camille se había quedado en una pieza al escuchar la historia que había detrás antes de conocer a Ulises. — Querida, en este mundo hay dos tipos de mujeres, las que se lamentan la desgracia, o las que se ponen más buenas y le patean el cul*o a la tristeza. Deja de llorar por un imbécil que te hizo daño hace años. Es momento de sacar a la zorra que llevas dentro y comenzar por un cambio verdadero. Sí, fue ese el momento exacto en el que el cambio en mí comenzó.
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