CAPÍTULO OCHO Darius andaba despacio por el camino de barro, Loti a su lado, el aire lleno con la tensión de su silencio. Ninguno de los dos había dicho una palabra desde su encuentro con el capataz y sus hombres y la mente de Darius hervía con un millón de pensamientos mientras andaba a su lado, acompañándola de vuelta a su pueblo. Darius quería rodearla con su brazo, decirle lo agradecido que estaba de que estuviera viva, de que lo hubiera salvado como él la había salvado a ella, lo decidido que estaba a no dejar que se marchase de su lado nunca más. Quería ver sus ojos llenos de alegría y alivio, quería oírle decir cuánto significaba para ella que hubiera arriesgado la vida por ella o, al menos, que se alegraba de verlo. Sin embargo, mientras andaban en un profundo e incómodo silencio