CAPÍTULO NUEVE Volusia estaba orgullosa en su carruaje de oro, montada en lo alto de su barco de oro que brillaba al sol, mientras lentamente avanzaba por los canales de Volusia, con los brazos abiertos, recibiendo la adulación de su pueblo. Miles de ellos salieron, se apresuraron hacia los límites de los canales, hicieron fila en las calles y callejuelas y gritaban su nombre desde todas las direcciones. Mientras navegaba por los estrechos canales que se abrían camino a través de la ciudad, Volusia casi podía tocar a su gente, todos llamando su nombre, gritando y chillando con adulación mientras lanzaban tiras de pergamino rotas de todos los colores, que brillaban con la luz mientras caían encima de ella en forma de lluvia. Era la mayor señal de respeto que su pueblo le podía ofrecer. Er