—¿Estás bien? —le pregunto a Leilah, mi voz aún está tensa y siento mis manos temblar.
—Sí, pero tú no. No quiero que te metas en más problemas por mi culpa —dice ella, con sus ojos llenos de preocupación—. Cariño, no vale la pena rebajarse con este sujeto.
—Roberts… —sisea Cisneros.
—¡Basta! —la voz de Benson corta el aire, colocándose entre ellos—. Ya les dije que este comportamiento es inaceptable en mi hospital. Ambos vengan a mi oficina, ahora.
Respiro hondo y siento un dejo de ira recorrerme todavía, pero asiento lentamente. Nos damos la vuelta y comenzamos a caminar hacia la oficina de Benson.
Cisneros nos sigue, su expresión es aún desafiante pero creo que ha entendido que si vuelve a abrir la boca para decir alguna otra estupidez, no voy a dudar en partirsela.
Quizá por es
