Evan.
— ¿Por qué Violet se fue? — La anciana pregunta detrás de mí, pero la ignoro, mis ojos fijos en mi coche que se va haciendo cada vez más pequeño en la carretera.
¡Se llevó mi coche!
¡La condenada mujer se llevó mi coche!
— Te estoy hablando...
Ignoro a Fiona mientras marco en mi teléfono el número de Aaron, esperando que venga a auxiliarme.
Maldición, sólo Violet puede convertirme en una damisela en apuros.
— Ven a recogerme — le digo a Aaron tan pronto contesta —. Te paso la dirección por un texto.
— ¡¿Qué te suc...
Cuelgo antes de que pueda negarse y me apresuro a enviar la dirección por un texto.
Miro a mis lados, buscando un lugar en donde esperar.
Genial.
Sin un maldito coche, sin un lugar en el cual sentarme y pasando maldito frío.
Me siento en la acera y busco en mi celular Candy Crush para tratar de entretenerme.
Fiona empieza a hablar, o a pelear, lo que sea que haga con esa chillona voz. La ignoro porque estoy demasiado ocupado pasando el nivel ciento veinticinco.
— ¡¿Qué demonios? — Levanto mi vista a la maldita mujer que ha quitado el teléfono de mis manos —. Oye, estaba a punto de conseguir vidas infinitas.
— Te estoy hablando — su afilada voz corta mis tímpanos, provocándome una mueca —. ¿Por qué Violet se fue? Se supone que estarían juntos esta noche y...
Ruedo mis ojos y mantengo mis ojos fijos en la carretera, tratando de opacar sus berrinches.
Dios, ¿por qué las mujeres chillan tanto?
¿Por qué ella chilla tanto?
— ¡Te estoy hablando!
Brinco hacia atrás en la acera cuando su rostro aparece frente al mío, demasiado jodidamente cerca.
Mierda, esto me asusta.
No me vienen las ancianas, ¿eso ella lo sabe, cierto?
— Oye, si quieres un beso consigue a tu esposo — retrocedo más, sin importarme ensuciar mi costoso traje con la acera —. La necrofilia no es lo mío.
Su rostro se vuelve rojo y me parece increíble. Dadas todas las cirugías que tiene en su rostro, veía imposible que por él aún circulara sangre.
Vaya, la cirugía facial realmente puede hacer una buena mierda.
— ¿Cómo se llama tu cirujano?
— ¿Qué?
— Tu cirujano — señalo su rostro —. Creo que hizo un buen trabajo... — la miro mejor y realmente no es atractiva —... o tal vez no.
Un grito escapa de su boca y, para mi pesar, acerca más su rostro al mío.
Maldición, necesita mantenerse alejada.
— Trae a Violet de vuelta contigo, necesitamos presentarles a alguien más.
— Nop — hago resonar la p al final, lo que probablemente la hace enojar más.
— Recuerda que tenemos la custodia de Matt. Sigan negándose a nuestras órdenes y no duden que lo mandaremos lejos, a donde ni tú, ni ella, ni nadie pueda encontrarlo.
— Sigue amenazándome y tu cuota semanal de dinero desaparecerá — gruño, perdiendo un poco mis estribos. Esta mujer es desesperante —. No te equivoques, aceptamos esta maldita farsa, pero no permitiré que controles cada segundo de nuestras vidas, así que vuelve a tu jodida fiesta y déjanos en paz.
— ¡Eres un insolente!
— La cuota de dinero está colgando de un hilo — muevo mi dedo de un lado a otro y hago el sonido del reloj —. Tic tac... la vieja anciana se va a quedar sin dinero para pagar sus cirugías plásticas... tic tac.
Finalmente, eso consigue callarle la operada boca.
Le quito mi teléfono y la despacho con un movimiento de mi mano —. Puedes irte, gracias. Necesito continuar con mi juego.
Cinco segundos después, la anciana desaparece.
Pierdo la noción del tiempo mientras continúo jugando y, cuando vuelvo de nuevo a la realidad, es por una sombra que cae sobre mí.
Oh, maldito infierno.
¿Es en serio?
— ¿Y ahora qué? — Levanto mi vista cuando Crystal aparece frente a mí —. ¿Hoy es el día de atormentar a Evan?
— Me dejaste plantada por salir con tu esposa.
¿No era obvio que lo haría?
— Sí, ¿y? — Las mujeres son tan complicadas. Desde un principio les dejo claro lo que son, sexo de una sola noche. ¿Por qué se crean fantasías en su cabeza? Ellas están de acuerdo desde un principio, así que no entiendo por qué arman tanto alboroto al final.
La miro detenidamente y, comprendo, que ahora que sabe que soy material tomado, me quiere con más ganas.
Quiere lo que no puede tener.
Maldición, tal vez ella no es la única.
— Pensé que teníamos algo, nuestra conexión es única y...
Y aquí viene lo mismo.
— Omite tus lágrimas, no me importan — me pongo de pie, sintiéndome furioso cuando recuerdo lo que pasó allí adentro —. Desde un principio sabías en qué te metías, porque estoy seguro de que viste el anillo en mi dedo — señalo mi sortija, esa que nunca me he quitado —. Olvida lo que pasó entre nosotros, ¿está bien? Evidentemente, te cuesta mucho trabajo aceptar ser la mujer de una sola noche, así que te recomiendo que no lo vuelvas a hacer. Los hombres odiamos esta clase de reclamos estúpidos y sin sentido.
— ¡Pues la mujer de una sola noche te da más placer que tu propia espo...!
— ¡Cállate! — Pierdo un poco el control —. No sabes absolutamente nada sobre la relación que tengo con ella, así que no te permitiré que hables así de mi mujer, ¿queda claro? — La miro fijamente, esperando a que responda —. ¿Queda claro?
— Claro.
— Bien — miro el teléfono en mi mano —. ¡Pero mira! Me hiciste perder mi nivel, joder.
— ¿Qué?
— No importa — suspiro mientras guardo el teléfono en mi bolsillo —. Ah, una última cosa, no quiero que te vuelvas a acercar a nosotros — veo sus pupilas dilatarse llenas de rabia, así que suelto mi ultimátum para que entienda que debe mantenerse fuera del cuadro —. No querrás que tu novio se entere del fetish que tienes con ser follada en los pisos de los hoteles, ¿cierto, Crystal?
— Chesty.
Me encojo de hombros, sin importarme una mierda su nombre.
No suelo ser tan desagradable, pero ella me llevó al límite cuando trató de humillar a Vi allí adentro. Y mierda, tal vez fue mi culpa, pero eso no le da derecho a ella de comportarse como una perra.
Para mi suerte, el auto de Aaron se estaciona frente a nosotros. No pierdo mi tiempo en meterme allí de un brinco.
— Joder, Evan, ¿ahora en qué mierda te metiste?
— ¡Maldición, arranca! — Grito cuando Crystal lanza su zapato en nuestra dirección —. ¡Arranca!
El carro sale volado de allí a toda velocidad, dejando atrás a una furiosa Crystal que invoca a mi madre más veces de lo que nadie lo ha hecho en mi vida.
— ¿Quién era esa loca? — Paso mi pulgar por mi labio inferior, sin responderle —. ¿Problemas de faldas?
— ¡Estaba loca, joder! — Por fin exploto —. ¡Creo que ya tenía el nombre de nuestros hijos y todo, la maldita psicópata!
— Vas a perder tu pene un día de estos, lo juro que sí.
Auch, llevo mis manos a mi amigo y gimo de dolor al imaginármelo.
— No digas eso — susurro con una mueca de dolor —. Me gusta demasiado el sexo para perder al rey de todo esto.
Aaron sacude la cabeza, una mueca de enfado en su rostro.
— ¿Y Violet? — Pregunta —. ¿No se supone que estaría contigo? — No le respondo nada —. ¿Evan? ¿Dejaste que la loca esa hablara con Vi?
— Ehh... — bajo la ventanilla del auto y la vuelvo a subir, tratando de ganar tiempo.
— Deja la ventana arriba, se va a escapar la calefacción.
No le hago caso. Hago el movimiento unas tres veces más. Cuando sé que no voy a escapar de esto, por fin hablo —: Sí.
— ¿Dejaste que uno de tus revolcones llegara a Vi?
— Sí — susurro de nuevo, manteniendo mi mirada en la carretera.
— Joder, Evan, que eres experto jodiendo las cosas.
Hago una mueca por sus palabras.
— ¿Sabías que ella siente que la estoy irrespetando? — Pregunto en voz baja, necesitando hablar de esto con alguien.
— La estás irrespetando, idiota.
— Ella no me ama, Aaron — gruño —. ¿Por qué diablos la estaría irrespetando?
— Es tu esposa, así sea un matrimonio falso, no puedes ir montándole cuerno con cualquier mujer. La estás convirtiendo en una...
— Burla — termino por él —. Fue lo mismo que ella me dijo.
— ¿Qué vas a hacer?
Pienso en la abstinencia, pero es tan malditamente difícil.
Me gusta el sexo, maldición.
¿Debo mantener la polla dentro de mis pantalones?
Joder, que los hombres tenemos necesidades.
— Yo tengo necesidades — susurro sólo para mí, pero Aaron me escucha.
— Sabías en lo que te metías cuando decidiste casarte, Evan — me mira de reojo —. Hombre, sabes que siempre te voy a estar agradecido por lo que hiciste, pero estás jodiendo las cosas con Violet. Si David estuviera vivo, ¿crees que estaría feliz por como la estás tratando?
Tampoco estaría agradecido si la trato de la otra forma.
Maldición, cierro mis ojos y apoyo la cabeza contra el asiento, sin saber qué hacer.
— Si te... — me tengo que esforzar para sacar las palabras de mi boca —. Si te hubieras casado con ella, ¿le habrías sido fiel?
— Sí — contesta de inmediato.
— ¿Qué? ¿Tendrías años de sequía? ¿Y Bess? ¿No le serías infiel ni siquiera con ella?
— Evan, soy lo suficientemente grande para controlar mi polla. Por supuesto que le habría sido fiel, así eso significara años de sequía. Y no, ni siquiera le habría sido infiel con Bess, porque nunca le habría hecho eso a mi bonita. Jamás le convertiría en mi amante. Nunca la lastimaría de ese modo.
Lo único que queda en mi cabeza es la parte en que dice que está lo suficientemente grande para controlar su polla.
— Tengo tu misma edad — susurro.
— Pero sigues comportándote como un adolescente que hasta ahora ha descubierto el sexo — me mira de reojo —. No serás adicto, ¿cierto?
— Claro que no — gruño.
— ¿Entonces por qué diablos eres tan mujeriego? — Pregunta —. Nunca lo he entendido.
Ignoro su pregunta, sin estar preparado para responderle.
— ¿A dónde vas? — Pregunto cuando veo que estamos a punto de llegar a mi apartamento —. ¡No me lleves a mi casa!
— ¿Por qué no?
— ¿Estás loco? Violet me mata si me ve — en realidad, no estoy preparado para darle cara y ver el dolor en sus ojos —. Me quedaré en tu apartamento.
— Ni de coña, ¿ahora te invitas solo?
— Sí.
— No te voy a llevar a mi casa. Matt está con nosotros y va a hacer preguntas. Además, no tienes en dónde dormir.
— Me quedaré con Bess, tú puedes irte al sofá.
— Vete a la mierda, Evan.
Maldición, creo que prefería al Aaron soltero y taciturno.
Me quedo en silencio el resto del camino, reviviendo en mi mente lo sucedido con Vi hace poco.
¿Ignorarnos, dijo?
Resoplo, sabiendo que eso nunca sucederá.
Ni siquiera era capaz de ignorarme cuando era novia de David. Siempre conseguía enojarla y gritarme. Ahora, sé que tampoco lo logrará.
Nosotros no nacimos para ignorarnos, y sé que ella lo sabe.
— Anda, bájate — Aaron dice cuando estaciona frente a mi edificio —. Hombre, que quiero volver con mi novia. Fuera.
Mierda, así es como se siente que lo cambien a uno por un coño.
Me giro y le enseño mi bonito dedo del medio, entonces me bajo y camino lo más lento que puedo dentro del edificio.
— Ey, señor gris — saludo a uno de los celadores.
— Señor Slade.
— Mmm — dejo mi mano sobre mi cintura, ganando más tiempo —. ¿Cómo está?
— Bien, bien, ¿y usted?
— Bien, ¿y sus hijos?
Tengo al hombre hablándome por más de media hora de sus hijos, nietos y bisnietos. Descubrí que el hijo del hijo de su segunda hija tiene dos meses. Se llama Rodrigo, pero le dicen Igo. Pobre niño, Jesús. Además, hace una semana estaba enfermo de cólicos y, también, gastaba una muy buena cantidad de pañales en sólo una hora porque estaba enfermo de... mierda.
Cuando la conversación se está volviendo demasiado asquerosa para mi estómago, decido que es suficiente.
Puedo ir a enfrentar a Vi.
Me despido del señor gris —lo llamo así porque su traje es gris—, y me apresuro a subir las escaleras. Podía subir por el ascensor, pero a veces es bueno subir escaleras. Ya sabes, estar en forma y todo eso. Además, ¿diecinueve pisos qué son? Nada. Un piso más, un piso menos. No hace la diferencia.
Llego jadeando a mi piso y me tomo mi tiempo buscando las llaves del apartamento. Cuando no puedo retrasar más lo inevitable, entro al lugar.
— Maldición — chillo cuando mi pie se tropieza con algún juguete del mocoso, haciéndome caer al piso.
Miro el lugar desde el piso y suspiro con alivio cuando encuentro todo sumamente calmado. No hay rastros de Vi por ningún lugar y todas las luces están apagadas.
Prendo la linterna de mi teléfono y alumbro el lugar para asegurarme de que no volveré a tropezar con algún juguete de Matt.
— Cristo, Vi — me apresuro a llegar a ella cuando la encuentro acostada sobre el sofá. No hay ninguna manta sobre ella o una almohada. Se ve tan malditamente incomoda, ¿cómo puede dormir así?
Trago saliva, mirándola desde mi altura.
¿Qué se supone que haga?
Con ella nunca sé qué reacción esperar.
Seguramente, si la muevo del sofá, mañana la tendré insultándome por tres malditas horas.
Jesús, es tan cascarrabias.
— Mañana me vas a matar — susurro antes de tomarla en mis brazos, cuidando en que su cabeza quede acomodada suavemente en mi hombro.
Con una de mis manos alumbrando medianamente el camino, empiezo a moverme. Doy pasos silenciosos hacia mi habitación, pero porque me amo y no estoy dispuesto a perder alguna parte de mi cuerpo, cambio de dirección y camino hacia la habitación de invitados, en donde ella y Matt se están quedando.
Susurra algo inentendible cuando la dejo sobre la cama, pero creo comprender que era el nombre de su hijo.
— ¡Maldición! — Retrocedo un paso cuando, al mirarla, me encuentro con sus grandes ojos grises mirándome fijamente —. Me vas a matar de un infarto, lo juro por Dios.
Con esos despertares llenos de agua y sustos como estos, ella va a terminar dándome un infarto.
Para mi sorpresa, sus labios se estiran en una pequeña sonrisa, entonces, vuelve a cerrar los ojos y continúa durmiendo.
Nunca creí que las personas realmente hablaran dormidas, pero mientras la escucho murmurar de su nuevo trabajo en la clínica, comprendo que sí existen esas personas parlanchinas. Y Violet es una de ellas.
— ¿Por qué no quiere que trabaje? — Medio logro entender lo que sale de sus labios —. No lo entiendo.
Quito sus zapatos de tacón con cuidado y después busco una de las sábanas en su closet para pasarla por su cuerpo. Mientras hago todo esto, ella no para de murmurar —: No lo entiendo, no lo entiendo...
Suspiro y me permito agacharme a su lado. Un mechón rubio de cabello cae en su rostro, pero no me atrevo a tocarla.
— Ya me acostumbré a tenerte todas las mañanas levantándome— susurro, con la esperanza de que tal vez pueda entenderme —. Me acostumbré a hacer la mesa con el mocoso y al olor de la comida todas las noches cuando llego de la empresa. Me acostumbré a tenerte a mi alrededor, Peach... Yo... sólo no quiero que eso cambie por culpa de tu nuevo trabajo.
La miro en silencio, tal vez esperando a que me responda algo.
Sé que no lo hará.
Sé que no me escucha.
Por eso lo dije.
Entonces sucede algo que hace a mi corazón apretujarse un poco.
Con la sonrisa aún en sus labios, Violet susurra mi nombre.
Y tal vez, sólo tal vez, ella realmente pudo entenderme.