Rápidamente el mundo se me sacudió, un ligerísimo mareo me advirtió del peligro que suponía estar de pie, pero no le hice caso. Sentía el fastidio del hincón en mi estómago. —¿Está diciendo que mi madre va a quedar ciega? —pregunté bajando la barbilla sin dejar de verlo. —No podemos asegurar nada —me corrigió. Me llevé una mano a la frente y cerré los ojos, deseando que todo aquello fuera nada más que una pesadilla, deseaba despertar en el mismo ranchito y que mi padre aún fuera alguien que conservaba la calma, con sus sarcasmos y gruñón, pero que nada de aquello hubiera acontecido. —¿Qué hay de su padre? —preguntó Élan diagonal a mí, para disipar el silencio. —Su padre ha sufrido contusiones también —comenzó a explicar—. Todas en la parte frontal del cráneo