Nos miramos por alguna docena de segundos, lo cierto es que perdí la noción del tiempo, golpearlo no sería la solución y tratar de escapar tampoco. Allí estaba con él, quería fastidiarle el momento, pero no quería morir. Así que borré de mi mente la opción de abrazarlo como si fuese yo un piojo adherido salvajemente a un cuero cabelludo. —Voy a abrazarte —amenacé—. Mira que tengo muchas ganas de hacerlo y sé que eso no va a gustarte, así que no me… provoques. Entonces acercó sus labios un poco más, teniendo entre los suyos y los míos no más que escasos y peligrosos centímetros de separación, su frente aún estaba pegada a la mía y su mano no me soltaba. Incluso su nariz rozaba suavemente la mía. —Prometo que si lo haces te vas a arrepentir —susurró y luego col