Sus rasgos faciales eran afinados, pero su mandíbula no dejaba de ser masculina y sus labios, sus labios eran una parte de su rostro que se veía totalmente atractivo, rosados y no tan delgados. —Ahora regreso —dijo la enfermera—. Voy a llevar la muestra de sangre para el laboratorio. Haremos los análisis y en la tarde tendremos los resultados. A eso, el joven hombre que me había estado viendo sin parar, asintió. Aprobando. La miré alejarse hacia unas puertas que se balanceaban a los lados cuando las empujó para pasar. La otra enfermera se metió a lo que supuse un cuarto de baño, cargando un cubo con agua sucia. Cerré los ojos y arrugué el entrecejo al recordar de nuevo la sangre. —¿Pasa algo? —preguntó el joven levantándose de su asiento—. ¿Te estás sintiendo