Era domingo por la mañana y tras haber tomado un buen desayuno, partí por la carretera asfaltada que conducía no hacia las instalaciones de la empresa sino hacia la fábrica. Caminé a pasos lentos, inspirando el aire de los bosques que flanqueaban el camino, la niebla esa mañana era menos intensa y el cielo no dejaba de estar nublado, pero había más claridad en el ambiente que el resto de los días que desde la ventana de mi oficina observaba en mis recesos. Mi destino iría a ser la fábrica, pero sin intenciones de parecer una alucinada, sentía que el interior del bosque a mi izquierda me llamaba, con ese rumor silencioso, con ese arrullo montañoso y esa frescura de las hojas verdes. Me pregunté cuántas veces en mi vida había estado tan en contacto con la naturaleza