Salí de allí a bordo del Toyota Corola color n***o que conducía Adam en silencio. Atrás dejamos el edificio de cinco pisos y una temible azotea que no conocía todavía, también a mis tres jefes que, presta a la divagación detallé y califiqué como tres hermosos puntos estudiadamente ubicados de tal forma que conformaran el aspecto de un triángulo. Como tres luceros muy brillantes en un cielo completamente n***o y ausente de una luna. —¿Entonces podré llevarte a casa? —rompió el silencio, queriendo aplicarle un poco de entusiasmo al silencio entre ambos. —No —respondí. Y él pareció desconcertado. —Es orden del jefe —se excusó. Y yo exhalé. —Si haces eso tendré problemas —dije mirando al otro lado de la ventana cerrada, ya casi no podía distinguir nada, la tarde lo oscurecí