El mismo día
Provins, Francia
Bastián
Alguien dijo que la felicidad no tiene precio. No puedes simplemente ponerle una cifra para adquirirla como si fuera un bien lujoso, porque, aunque creas que puedes conseguirla, es una gran mentira, más bien depende de algo más profundo e intangible como: tu estabilidad emocional, sentirte bien contigo mismo, los vínculos familiares, las amistades y el amor. Por supuesto hay ilusos que piensan que el dinero les resuelve la vida, se aferran a lo material y olvidan lo que realmente importa.
En lo personal dejé atrás: la frivolidad de lo material, lo que me asfixiaba, lo que me frenaba y me ataba, en su lugar opté por hacer las cosas que me gustan, de vivir según mis reglas y mis convicciones, al punto de dedicarme a dar clases en una escuela pública en París. Sí, no me haré millonario, pero tampoco me moriré de hambre. Y siendo sincero es alentador y gratificante educar a los niños, también aprender de sus ocurrencias y de su inocencia, sobre todo son los seres más puros y con la verdad en sus labios.
A todo esto, una mañana apareció por mi departamento mi mejor amigo Pascal con su mirada inquietante y una leve sonrisa en su rostro, señal que me saldría con alguna propuesta alocada. Pensé que volvería a insistir con el tema de las citas a ciegas y juro que no quería volver a prestarme para acompañarlo, porque he tenido una experiencia terrible con cada loca que me han presentado. Sino eran unas pesadas hablando de sus carreras, eran unas amargadas quejándose de su jefe, de su exnovio, de su compañera de departamento y no podían faltar quienes me criticaban por ser un profesor y ganar una misera según sus palabras.
Volviendo a Pascal dio unos pasos por el departamento, dejó caer su cuerpo en el sillón con una sonrisa estúpida pintada en su rostro, pero antes de que me pidiera un favor mi voz salió disparada de mis labios con un tono decidido.
–¡No! Olvídalo, no voy a acompañarte a tus improvisadas citas dobles. La última loca por poco le faltó pedirme que nos casemos, pero yo sé por qué lo hizo. ¡Hablaste de más! –me quejé, mi voz llena de irritación, mientras una mueca traviesa asomaba en su rostro.
–No me culpes, Bastián. Fue la manera que encontré para salir con su amiga, pero no te preocupes, esta vez el favor es diferente– alegó con su voz inquieta y le clavé mis ojos llenos de incredulidad.
–¡¿Diferente?! Tú solo piensas en llevar a la cama a cualquier mujer sin importar que tengas que sacrificar a tu mejor amigo, ósea yo– continúe quejándome y lo miré con su rostro pensativo.
–En verdad, el favor ni es para mí, sino para un amigo de mi padre, el abogado Martin. El sujeto necesita de un profesor, pero no cualquiera, sino un experto para lidiar con problemas y pensé en ti. Trabajas con niños y tienes mucha paciencia. Además, vives diciendo que quieres escapar de tu familia, cambiar de ambiente y está es la mejor oportunidad– explicó con su voz serena y fruncí el ceño.
–¿Cuál es la trampa o el misterio? –pregunté con recelo y resopló frustrado. Miré su vacilación en su rostro hasta que finalmente confesó.
–Es urgente enseñarle modales, etiqueta y todos los protocolos de la alta sociedad a una muchacha…ella es una Fournier. La cuestión es que la chica debe cumplir las cláusulas del testamento de Pierre Fournier en menos de seis meses para sentarse en la junta directiva y la única forma es convertirla en una dama de sociedad– comentó con su voz afable y negué con la cabeza.
–¡Es broma! ¿Verdad? Yo soy profesor de niños, no doy clases de etiqueta, tampoco tengo la experiencia ni los estándares que puede pedir esa familia. Ellos pueden contratar a alguien más calificado, ¿Por qué me lo pides a mí? ¿Cuál es el problema con la chica? –repliqué con un tono de malestar y él seguía con su pose de misterio.
Aclaró la garganta, se agarró el cuello, señal de sus nervios y finalmente dejó escapar la voz de sus labios.
–La muchacha tiene mal carácter, es bastante ruda y agresiva, como si hubiera vivido entre simios y mira con desconfianza a cualquiera que se le acerque. Ya han pasado muchos profesores en las últimas semanas sin éxito. Ninguno resiste ni el día, ella los echa a patadas entre insultos y bofetadas, es una fiera salvaje. Y ese es el gran detalle, pero estoy seguro de que podrás educarla, tienes todos los conocimientos necesarios para conseguirlo y eres un hombre de recursos– confesó y tensé el rostro.
–¿Y quieres que yo lidie con ella? –cuestioné con mi voz sarcástica y él asintió con la cabeza.
–Bastián, al menos inténtalo. Basta que te presentes en el lugar y conozcas a la muchacha. Después decides si quieres darle clases o tirar la toalla. ¿Tenemos un acuerdo? –propuso Pascal con su rostro contraído y me dejó arrinconado con su argumento.
Al final, dejé atrás el caos de la ciudad para llegar a Provins. Un pueblo medieval en medio de la campiña que te transporta con su magia a la antigüedad, pero seguí por la ruta hasta llegar a una propiedad con imponente con una fachada que parece un castillo de reyes, me anuncié con uno de los empleados siguiendo las instrucciones de Pascal, inclusive me pareció una exageración no revelar mi identidad.
Lo cierto es que acabo de cruzarme con una muchacha de unos de 20 años de edad, de una belleza atrapante, un carácter fuerte y rebelde pese a su juventud. Esbelta, delgada, con el cabello castaño ondulado, sus ojos expresivos marrones me tienen hipnotizado de una manera absurda, sus labios color carmín me invitan a besarlos y debo rescatar que su piel bronceada es un afrodisiaco. Tiene buena altura: 1,70 cm, viste con jeans, blusa blanca y botas, como una vaquera. Aun así, no logro apartar mi mirada de ella, más bien siento una corriente eléctrica recorrer mi cuerpo y se agrava mucho más percibiendo su perfume, pero ahora comprendo las instrucciones de mi amigo. Es ella la fiera, y vaya que es hermosa, muy bella, tanto que tengo la mente en blanco, no sé qué carajos responder, más bien sigo como tonto perdido en su mirada cuando una voz femenina me saca de mi letargo.
–Tú debes ser el muchacho que envió el Abogado Martin, para domar a los caballos. Ven conmigo para enseñarte sobre el puesto, ¿Cómo te llamas? –sentencia la mujer y desvió la atención de la muchacha.
–Sí, soy Bastián, el abogado Martin me mandó para el puesto– respondo y ruedo mis ojos a la muchacha. –Con permiso y disculpa de nuevo– señalo y ella hace un leve gesto con su cabeza.
–Señorita Tassia, con su permiso, acompañaré al muchacho a los establos– exclama la mujer y avanza unos pasos para caminar a mi lado mientras sigo hechizado observando a la chica. Se llama Tassia, lindo nombre y ¿Ahora como sigo? ¿Me quedo o no?
Unas horas más tarde
No era lo que tenía previsto, nunca paso por mi mente trabajar con caballos, pero ahora lo que me tiene confundido es ella, Tassia, ¿Cómo se supone que me acercaré? ¿Cómo puedo educarla sin que quiera abofetearme? ¿Cómo proteger a mi corazón? No poseo las respuestas, más bien por primera vez siento que quiero conocer más de esta desconocida. Lo sé, puedo quebrarme en el camino, terminar mal, aunque creo que ya es tarde para pensar en marcharme De pronto vuelvo a la realidad por un leve carraspeo y me giro para conocer quien está a mis espaldas. Allí está ella observando con desconfianza mientras cepillo el lomo del animal.
–Para trabajar con animales, no tienes el perfil, no lo tomes a mal, pero no pareces un hombre de campo, de lidiar con caballos, en tal caso…no sé– habla Tassia con su rostro lleno de dudas, trago saliva y acorto la breve distancia entre nosotros.
–Eres bastante desconfiada con la gente, y no entiendo el motivo. Apenas me conoces y ya me estás juzgando como si tuviera segundas intenciones, ¿Por qué? –exclamo con mi voz inquieta y me observa de pies a cabeza, dejándome en un mar de dudas.