Vincent bebía su quinto whisky, Lili se acercaba a él después de cerrar el bar, lo miró y se sirvió un trago para acompañarlo.
— Lo siento mucho Vincent, sé lo importante que Stefan lo era para ti aún.
— No sé qué hacer Lili, soy la única familia de ambos. Alina no tenía a nadie y bueno, soy el hermano de Stefan – suspiró.
— No hagas nada – lo miró – No eres capaz de tener a un ser humano a tu cargo, solo mírate Vincent, eres dueño de un bar que no tiene mucha fama, sales de libertinaje todas las noches, eres un drogadicto alcohólico que ya estuvo en el hospital dos veces por sobredosis y no estoy diciendo de tu trabajo “nocturno”. No eres el hombre indicado para la paternidad.
Vincent suspiró, pasó una mano por su cabello. Tenía razón, no era hombre para la paternidad. Pero no podía dejarla sola, era su familia, su sangre, él sabe lo que es estar en orfanatos, lo estuvo con Stefan y Ginny, no pudieron ser acogidos por nadie, así que escaparon y Vincent los mantuvo, les dio un techo, les dio comida, los educó y cuando cumplió la mayoría de edad se fue a la marina, dónde ganaría mucho más dinero y les pagaría las carreras que sus hermanos eligieran.
Por desgracia, estar en la marina le costó a su hermana Ginny, no estuvo para ella y a sus 18 años falleció por una sobredosis. Se culpó y se sigue culpando por la muerte de su hermana, no estuvo con ella y le costó la vida. Trató de darle lo mejor a Stefan, tuvo una gran carrera en Quántico y muy rápido fue reclutado en el FBI, cuando él se retiró de la marina, tomó la decisión de alejarse de Stefan por completo porque creía que terminaría muerto, lo siguió apoyando financieramente hasta que él le dijo que ya no necesitaba su dinero. Vincent se convirtió en lo que ahora es y no tenía remedio.
— Piénsalo Vincent, no serás buen padre, tú no deseas la paternidad y eso lo sé muy bien.
— Lo sé – dijo Vincent – Pero tengo que intentarlo, ya perdí a mi familia y ella perdió a sus padres, soy lo único que le queda.
— ¿Y qué harás? Entiéndelo, no serás buen padre.
— Lili, con todo el respeto que te tengo, púdrete. Deberías darme al menos la duda de que podría ser padre, pero en cambio me tratas como si fuera a matarla en el primer día que la tenga.
— Porque es lo más posible.
— Mira cabrona, tengo tiempo, puedo ir a rehabilitación, arreglaré la cabaña, compraré una puta camioneta si es posible, le daré a esa niña lo que mi hermano y cuñada pudieron darle.
— Suerte con ello, pero soy muy realista, tú no eres capaz de esto Vincent.
— Te demostraré lo contrario – la miró – Y es cierto, no deseo, ni busco la paternidad, pero esa niña me necesita así que seré su padre.
Pero la decisión de la paternidad no se toma a la ligera como el destapar una cerveza, era una responsabilidad muy grande y para eso necesitaba ayuda. Pero no la hallaría con las personas que dicen ser sus amigos, si a la chica que creía lo escucharía, fue quien lo juzgó a la primera, aunque estaba siendo realista, es un completo caos y no sirve para eso.
Para tomar la paternidad, tiene que poner su vida en regla y solo había una persona que podía hacerlo entrar en razón por más que odiara.
Así que esperó al día siguiente y la citó en su cafetería favorita, justo cuando despertó se fue a su costumbre de tomar esa pastilla azul, pero entonces se detuvo, la droga era el primer punto rojo en su vida que tenía que eliminar. Al llegar pudo verla, su cabellera roja cubría sus hombros y su espalda, podía verla con la taza en sus manos, mientras ajustaba sus lentes. Una pequeña sonrisa se le formó, recordando la primera vez que vio a una mujer rodeada de hombre en la marina y no tambaleo por todo lo que ellos, incluidos él, le hacían para que dejara el puesto de un lugar que solo es para hombres. En efecto, ella le dio la paliza de su vida y le hizo respetar a las mujeres como se debe. No lo niega, la ama y la admira, es la mujer que tiene en un pedestal como una diosa que les dio una lección a la marina, y es por eso que solo ella podría ayudarlo.
— Teniente Evans – saludó con una pequeña sonrisa.
Cuando la pelirroja levantó su vista, pudo ver al rubio, pero no lo reconocía, no era el Capitán de la liga de marines con los que estuvo. El cabello del rubio estaba ligeramente largo y maltratado, tenía una barba de apenas unos días, unas terribles ojeras bajos sus ojos, sus labios partidos y secos, sin mencionar que sus ojos azules parecían muertos, no tenían aquel brillo que siempre le sacaban una sonrisa. Tal vez estaba más fornido de cuando lo conoció, pero era diferente.
— Perdí ese rango hace muchos años Vincent – sonrió después de unos segundos.
— Me alegra que hayas aceptado mi invitación – dijo sentándose frente a ella.
Pudo ver sus manos maltratadas, los nudillos tenía varios cortes que ya estaban cicatrizando. Al llevar su vista al cuello del rubio, vio un par de cicatrices que eran apenas visibles por los tatuajes que tenía. Sin duda, la vida había sido muy dura con Vincent al dejar la marina.
— Bueno me sorprendió que llamaras – volvió a sonreírle – Escuché lo que le pasó a tu hermano, lo siento Vincent.
Vincent no dijo nada al respecto, pero vio en su mirada que estaba totalmente roto y vacío con la partida de su hermano. Ignoró el comentario que le hizo y ordenó el desayuno para ambos.
— Estás hermosa – dijo con una pequeña sonrisa, la primera sonrisa sincera que pudo ver en él desde que se sentó frente a ella – Los años solo te han hecho ver más hermosa Paula, sin mencionar que los lentes te hacen ver sexy.
Paula soltó una pequeña risita, sintiendo un ligero rubor en sus mejillas.
— Gracias Vincent – sonrió mirándolo.
— No hagas un comentario sobre mí, porque sé que no soy el mismo Vincent que conociste en la marina – trató de sonreírle, pero lo único que salió fue una mueca – Estoy jodido y es por eso que te llamé.
— Te escucho – dijo mirándolo.
Vincent miró a la pelirroja, en sus ojos podía ver la sinceridad de que quería escucharlo y sabía perfectamente que ella lo escucharía hasta el final, y después hablaría.
— Cuándo dejé la marina, sabes lo que pasó, mi hermana murió y eso me hizo alejarme de Stefan – carraspeó un poco, tomó su taza de café y le dio el último sorbo antes de pedir más – Use el dinero de la marina para abrir un bar, el cual mantengo a flote con la poca clientela – se detuvo un par de segundos mientras la mesera rellenaba sus tazas con café, Paula dedujo que nadie sabe su verdadera identidad así que esa conversación se tornaría larga, cuando la mesera se fue, pudo volver a hablar – Tengo un trabajo nocturno, digamos que es seguridad privada.
— Supongo que es ilegal – dedujo la pelirroja antes de tomar un muffin de chocolate que estaba en el centro de la mesa.
— No – asintió con la cabeza, observando cada movimiento que hacía la pelirroja para después hablar – No trabajo con criminales, pero sí con los políticos.
Si hablaban de políticos era un mundo enorme y todos sabían que la política es un valle de sangre y mierda pura.
— Ellos pagan y yo hago el trabajo, punto final – la pelirroja asintió entendiendo el punto – Pero eso solo es la punta del iceberg – apretó la mandíbula – Tengo serios problemas con la droga y el alcohol.
Fue entonces donde Paula lo miró completamente seria. Sabe cómo murió su hermana, problemas de drogas con una sobredosis, y a sabiendas de eso, él entró en ese mundo. Vincent bajó la mirada sintiéndose culpable y demasiado mal, porque sabe perfectamente que pasa por la mente de la pelirroja.
— Ya tuve un par de sobredosis – dijo en un susurro. Cuando ella escuchó eso soltó su muffin y puso ambas manos a los lados de la mesa, tomándola con fuerza y resistiéndose a no explotar y decirle algo hiriente – Una amiga mía me encontró a tiempo y me llevó al hospital. Pero mantengo a raya ahora mi consumo de droga – se excusó fácilmente y eso no tenía nada contenta a la pelirroja.
Vincent sabía todo lo que ha hecho, y ha escuchado mierdas que le dicen sobre todo eso, pero jamás le hace caso, siempre dice es “mi vida, es mi muerte.” Pero ahora que lo está hablando, realmente se siente mal, se siente una basura y está considerando lo que Lili le dijo hace un par de noches, él no es apto para eso.
— Hay una niña – dijo, atrayendo la atención de Paula – Stefan y Alina dejaron una bebé, servicio social la tiene y buscan obviamente a su familia, si no me presento, ella estará en un orfanato y después acogida en una casa si es que tiene la suerte, pero en nuestra familia jamás tenemos suerte con eso – relamió sus labios y miró a la pelirroja que lo estaba mirando, o más bien analizando.
Captó el punto de inmediato, sabía la razón del porqué la había llamado y al ver su mirada pudo ver que suplicaba que lo sacara de ahí. Soltó un gran suspiro, volvió a tomar su muffin y se tranquilizó de nuevo.
— Te seré sincero Paula, en mi futuro jamás vi una pareja estable ni mucho menos una niña, una familia, no deseo ser padre, ni siquiera busco eso. Pero está niña me necesita, soy su única familia y no puedo darle la espalda, no como lo hice con su padre y mucho menos como lo hice con mi hermana – tragó duro, sintiendo el nudo en su garganta – A pesar de todo lo que hice en esta vida, a pesar de dejar a Stefan, él me dejó como su única familia a pesar de todo, siendo sincero si yo hubiera estado en su lugar hubiera dicho que mi familia estaba muerta. Pero él no se deshizo de mí como yo lo hice – sintió como Paula tomaba su mano y le daba suaves caricias para calmarlo. Ni siquiera supo en qué momento comenzó a llorar, solo sentía su rostro húmedo por las lágrimas.
Tomó una servilleta y secó su rostro, Puala acercó su silla para estar a su lado y rodearlo con su brazo, acariciando su espalda y dejando que su cabeza reposara sobre su hombro. Vincent tomó un par de minutos para tranquilizarse, después se disculpó y fue al baño para recuperarse. Sus manos comenzaron a temblar, su cuerpo pedía a gritos la pastilla azul y aunque no quería tomarla, pronto todo comenzaría a temblarle, las manos las piernas, su vista borrosa, así que la sacó y la tomó con agua del grifo del lavamanos, se miró al espejo y suspiró.
Al volver con Paula quien ya lo esperaba fuera de la cafetería, pensó en decirle de la pastilla, pero al llegar a su lado no pudo decirle sobre eso. Paula lo miró, le impresionó como en solo unos minutos ya estaba mejor e incluso de mejor ánimo, no dijo nada, pero ya sabía que estaba pasando. Solo necesitaba mirarlo para saber qué estaba pasando.
— Llévame a tu bar – dijo entusiasmada.
— ¿De verdad? – sonrió mirándola.
— Claro que sí – hizo un puchero - ¿Me llevas?
— Bien – sonrió divertido, tomó su casco y se lo dio a ella – Sujétate con fuerza preciosa.
El viaje fue corto, ya que a la velocidad que conducía Vincent llegaban en 5 minutos, a pesar de las constantes maldiciones de la pelirroja que estaba aferrada a su pecho. Cuando llegaron Paula pudo ver el bar, la fachada rústica y el gran letrero de Castle sobre la parte de arriba. Le gustaba, aunque realmente necesitaba una remodelación para atraer más público. Cuando entraron vio que estaba bien equipado, incluso tenía una rockola, le gustaban esas cosas, varios cuadros de grupos de rock sobre la pared, no estaba nada mal por dentro su único defecto era el de fuera.
Vincent fue tras la barra, preparando un par de tragos, Paula miro la hora, apenas sería medio día cuando Vincent ya le estaba preparando un Martini. No dijo nada, pero tampoco lo bebería, era demasiado temprano para comenzar a beber alcohol. Vincent por su lado solo se sirvió un whisky, le dio el primer trago y miró a la pelirroja con una sonrisa.
— ¿Y en qué estás ahora Pau?
— Salí de la marina un par de años después de ti y entré a la CIA, subí rápido de puesto – sonrió de lado – Soy Subdirectora del CIA.
— Esa es mi chica – sonrió Vincent – A tu honor – levantó el vaso en son de brindis y bebió todo su whisky.
— También soy Psicoanalista para los Marines – Vincent levantó una ceja.
— Me estuviste analizando – dijo con una sonrisa ladina.
— Así es, y créeme que no eres el peor al que haya visto de nuestros compañeros, pero eres el primero que me pide ayuda sin un intermediario – suspiró – Dime Vincent, ¿Qué es lo que quieres?
Paula reposó sus manos sobre la barra. Vincent suspiró, puso sus manos a los lados de la barra, sujetándola con fuerza hasta que sus nudillos se pusieron blancos, apretó sus labios y volvió a suspirar.
— Quisiera tomar la tutela de la niña, pero para eso necesito cambiar las cosas ¿verdad? – Paula asintió con la cabeza – Necesito ayuda Pau, eres la única que de verdad podrá ayudarme.
— Bueno, el primer paso y el más difícil es aceptar que necesitas ayuda – le regaló una pequeña sonrisa – Pero en cuanto aceptas que necesitas ayuda, el camino se abre con facilidad, y créeme es un camino difícil y duro de pasar. Pero estaré contigo en todo momento, te levantaré cuando caigas y podrás llegar con ella.
— Gracias – susurró.
— No me agradezcas aún, primero tengo que saber a lo que me enfrento – se cruzó de brazos – No soy estúpida y por eso me llamaste, así que dime ¿Qué es lo que estás consumiendo diario sin falta? Noté el cambio que tuviste cuando regresaste del baño.
Vincent cerró los ojos y sacó la bolsita que siempre cargaba con él, tenía al menos la dosis de lo que resta de la semana, cuatro pastillas azules, pero no se la dio.
— Me mantiene bien, si dejo de tomarla colapsó totalmente, sé que tengo problemas con las drogas, pero lo controlo me mantengo a la raya, mi última sobredosis fue hace dos años.
— ¿Y por eso crees que ya estás bien? Es una estupidez que pienses así – extendió la mano – Quieres a esa niña dame las pastillas, no la quieres no me des nada, pero no te ayudaré para obtenerla si no me dejas ayudarte.
Vincent se la entregó rápidamente, soltando un gran suspiro.
— ¿Y ahora qué?
— Tenemos que combatir el primer enemigo que nos dará guerra mucho tiempo – dijo guardando las pastillas – La droga y el alcohol.
— Está bien – susurró.
— Por eso te irás conmigo, cerrarás el bar, iremos a tu casa y tomarás tus cosas, porque irás a mi programa de rehabilitación. Y créeme que no es nada como los normales, mi programa es para personas que vieron al diablo en persona y no temblaron, como tú – le sonrió – No te mentiré, será horroroso el proceso, pero en cuanto estés limpio estarás listo para ella.
Tenía miedo, no lo negaría. En todo ese tiempo no ha podido sobrevivir sin la droga y ahora se enfrentará a su limpieza lo que es sumamente espantoso. Pero en su mente tiene a esa niña, no sabe ni cómo es ella, no sabe el color de sus ojos o de su pelo, pero sabe que lo necesita con urgencia así que tomará la rehabilitación así le cueste el alma.
[…]
— Te harás cargo del bar, necesito salir, serán solo 15 días – dijo dándole la llave del bar – He pospuesto mis trabajos nocturnos, por lo que únicamente deberás preocuparte será el bar.
— Está bien – lo miró - Es por esa niña, ¿verdad? Te vas por ella.
— No – la miró – No es por ella, necesito simplemente salir unos días.
— Haré que te creo – suspiró – Pero vuelvo a repetirte la única verdad, eres un asesino y un drogadicto ¿Cómo te harás cargo de una niña?