El Retorno

2057 Words
Era alrededor de las seis de la tarde cuando aterrizamos en suelo Venezolano. El nivel de expectación que todos cargamos ante la incertidumbre que nos embarga por los acontecimientos venideros, y sobre todo, el no saber cuál pudiera ser la reacción del resto de los que forman parte de la hermandad, es agobiante. Me siento incómodo, ansioso. He tenido situaciones comprometedoras en la vida, pero ninguna como al que ahora me toca enfrentar. Ponerme al frente de quienes han sido mi familia y plantearles la posibilidad de dejar de arriesgar nuestras vidas para garantizar una vida en libertad, dejando de ser quienes siempre hemos sido, unos mafiosos no creo que sea de su agrado. Oportunidades de salir de este mundo, tuvimos muchas, demasiadas en realidad, de sobra diría Lucia; solo que nos acostumbramos a la buena vida y a tener el mundo a nuestros pies. El sabor a gloria del poder no todos lo han saboreado a plenitud como todos los de la hermanda. Bajo nuestro código de conducta, o como Leroy dice, de convivencia, nos hemos mantenido unidos, cuidando la espalada de cada uno de nosotros para no perecer en ninguna de las situaciones donde hemos visto en riesgo nuestra integridad física. Tarea difícil la que pesa sobre mis hombros. De saber que Iliang no conoció, sino hasta este viaje, a Mac Levesque, pudiera pensar que todo esto fue planificado por ella para ponerme en medio de dos vías, que a su manera me han conducido a la felicidad. Decidir entre ella y la hermandad no es algo que haya considerado desde que inconscientemente me empeñé en hacerla mía, nunca preví que esto pudiera suceder y ahora me encuentro con una sensación de inconformidad agobiante, sensación que maldije los días después de la muerte de mis padres, sensación que al sentirme en la gloria siendo quien soy, el líder de la principal organización criminal del país jamás pensé volver a vivir. —Ales —Malcolm llama mi atención sacándome de mis pensamientos—, ¿será que llamo a Saúl y a Anthoni para reunirnos en tu casa hoy mismo? —Sí, lo mejor es salir de esto de una vez —le contesto—, llámalos, yo llamaré a Gelys para que le informe al resto. Cítalos para las nueve de la noche en mi casa. —Perfecto —aduce Malcolm—, mientras más rápido comencemos a movilizarnos con esto mejor. No hemos comenzado y ya siento un peso enorme sobre los hombros hermano. La vida me pesa —agrega con expresión cabizbaja. —Te comprendo, me pasa igual —le digo volteando a mirar a Iliang, quien esperaba parada a un lado con Altair abrazada a ella y Sandra Brown, la funcionaria, al lado de ellas. A mi señal, abordaron los asientos posteriores de la camioneta que dejé aparcada en el estacionamiento del aeropuerto. Como no estaba planificado traer compañía, nos tocó trasladarnos a nuestra casa incómodos. Nos es difícil actuar en forma natural teniendo a una extraña entre nosotros. El trayecto de regreso a nuestra casa, se me hizo eterno, fue el más largo que haya hecho desde el aeropuerto hasta nuestro refugio, y eso que estoy acostumbrado a esta ruta, solo que la situación de momento me tiene ansioso, queriendo que todo esto fuera un sueño o si quiera suceda ya lo que tenga que suceder para ver los resultados. El no saber en que terminará todo esto, me tiene alterada. Solo quiero el bienestar de mis mujeres. Por primera vez me veo silenciosamente pidiéndole a la vida que todo nos salga bien. Todo ello, con tal de sacarlas con vida y libres de esta pesadilla que sin proponérmelo busqué y encontré. Iba manejando y a mi derecha, en el asiento del copiloto, se encontraba Malcolm, mientras que Altair, Iliang y Sandra, venían en los asientos posteriores en absoluto silencio. Una hora después estábamos entrando a los predios de mi propiedad, los escoltas inmediatamente me avistaron se pusieron en alerta. Ni forma de alertarles que actúen de manera diferente pues entre nosotros viene una infiltrada. Mientras disminuyo la velocidad de la camioneta en la medida que avanza hacia la entrada de la casa, miro por el espejo retrovisor hacia mi lado derecho donde se encuentra sentada la funcionaria, para descubrir que esta me miraba fijamente. Le sostuve la mirada por unos cuantos segundos, con la firme intención de darle a entender que el hecho de que esté aquí en funciones de perro de cacería, no serviría para intimidarme. Mirarla me recuerda que antes de la firma de los acuerdos, Mac y su acompañante nos recitaron la planificación de lo que para ellos debería ser todo el operativo hasta lograr la captura de los rusos y los hermanos Conte, lo cual a mi modo de ver, es absurdo; ya que ni siquiera conocemos las reacciones de los miembros de la hermandad, ni con cuáles de ellos realmente contamos, las funciones y capacidades físicas de cada uno para someterse a una prueba maratónica como la que estos hombres esperan de nosotros, desconocemos los espacios donde nos vamos a movilizar y, una cosa super importante, tampoco tenemos certeza de qué tanto apoyo pueden lograr Iliang e Ingrid de las personas recomendadas para poder garantizar el mínimo de éxito de las acciones que se emprendan en nuestro territorio. Nada de lo que ellos dibujaron con palabras bonitas será fácil, y menos con tanta presión y queriendo mantenernos con vida. En mis treinta y siete años, por primera vez puedo decir que tengo una razón por la cual luchar, por la cual desear seguir viviendo y, en caso de no poder, por ser necesario, dar mi vida por ellas dos. Mientras pienso esto, dirijo la mirada hacia Iliang, que, a diferencia de Sandra, se mantiene con la vista fija en la ventana, lo cual me impide ver su rostro. Malcolm me distrae al hacerme seña hacia la entrada de la casa, cuya puerta se abre para dar paso a Lucia, Sabrina y a Samantha. Estacioné a escaso metro al pie de las escaleras de entrada de la casa. Malcolm fue el primero en descender de la camioneta, y sin cerrar la puerta de esta lo vi caminar apresurado hasta donde está parada Lucia, la abrazó como nunca antes. Ver este gesto me demostró que solo cuando somos realmente conscientes de ver perdido nuestro camino, nos damos cuenta de las maravillosas personas que tenemos a nuestro lado, y que definitivamente Lucia se convirtió en una madre para todos nosotros. Ver la emoción con la que la abrazó, me dio una motivación más para luchar por sacarlas de este mundo de miseria y desgracia en el que ella y Sabrina han vivido toda su vida, y que sin ninguna intención, con mis acciones, adorné con lujos y encerrándolas en una burbuja, pero que a la larga no es más que el mismo infierno del que buscaban escapar cuando las conocimos Gelys y yo; un infierno que aunque sabía que tarde o temprano reclamaría por vernos arde entre sus llamas, creí que nunca nos alcanzaría, por el simple hecho de creerme intocable. Siempre fui del pensar que a Aleskey Sánchez no habría quien le pusiera un freno, que era intocable. Nunca preví que el simple hecho de conocerla a ella, a Iliang Rangel trastocaría todos los aspectos fundamentales del diagrama de vida que me había propuesto, ello por cuanto nunca estuvo considerada una mujer, y menos ella. —Papá vamos a bajarnos —me dice Altair, trayéndome nuevamente al presente mientras coloca una de sus manos en mi rostro aun sentada en el asiento posterior. —Vamos amor —agrega Iliang—, ahora es cuando debemos tener fuerzas. Recuerda que tú eres el motor de esta familia Ales. No quiere decir que tienes que hacer todo por nosotras, pero sí que entiendas que si desmayas nosotras caeremos detrás de ti. Solo tu nos das fuerza mi vida. —Si supieras que precisamente estaba pensando en esto que acabas de decir—Le contesto al darme cuenta que solamente los tres permanecemos adentro de la camioneta. —Se te ve contrariado —me dice acariciando mi rostro allí donde hace unos segundos apenas Altair tenía su mano. —No le des más vuelta, que sea lo que Dios quiera, cada quien que tome una decisión, eso no lo buscaste tú ni yo, y de eso todos ellos —me dice Iliang señalando afuera de la camioneta hacia la casa—, son conscientes, todos, por lo menos los chicos estaban presentes el día en el que ese hombre, Mac Levesque, públicamente se ofreció a apoyarte. —Cierto, tengo eso como prueba de que lo que está sucediendo no es mi culpa, solo se dio —afirmo al tiempo que atrapo su mano con la mía y la llevo a mis labios para darle un beso—, te amo mujer, por alguna razón apareciste en mi vida, si esto me hubiera sucedido hace ocho años atrás o a esta edad y sin ustedes, me hubiese hecho matar antes de doblegarme ante los gringos. Por ustedes no tuve otra opción —le confieso sin soltarle la mano y con la mirada fija al frente. —Sé que debes tener una guerra interna bárbara —aduce compasiva—, entremos, te das una ducha, comes algo y te recuestas hasta la hora de la reunión. Debes descansar, recuerda que no has dormido nada. No quiero que te nos enfermes. Te quiero con mucha fortaleza mi vida. Haciéndole caso, de inmediato me bajé para abrirle la puerta y ayudarlas a descender. Altair corrió hacia los brazos de Lucia, mientras que Iliang parada a mi lado, a la espera de que le diera instrucciones a uno de los escoltas, no se movió hasta que no terminé. Sintiéndome medianamente feliz y tranquilo porque dentro de todo cuento con su amor y su apoyo, le guiño un ojo y le hago seña para que camine delante de mí. —Nana —Iliang saluda a Lucia dándole un sentido abrazo y un beso. —Mi niña, que alegría verlos de regreso —aduce Lucia al tiempo que me mira con emoción. —Hola nana —la saludo. —No saben cuánto los extrañamos —expresa Samantha. —Aunque no lo creas, nosotros también a todos ustedes —le contesto. —Definitivamente que mi amiga te cambio Ales, tú expresándote de esta manera —comenta Samantha con sarcasmo—, esto sí que es un milagro. —Hasta los ogros tenemos derecho a cambiar en la vida Samantha —le digo abrazándola por el hombro—, no ves a Leroy. —Cambiemos de tema —me contesta seria. —¿Quiénes están en casa? —le pregunto a las tres—, disculpa Sabrina ¿cómo te sientes? —la saludo al verla caminar a mi lado. —Bien Ales, bastante bien —me responde. —No sabes cuanto me alegra saberlo —le digo parándome en la entrada de la cocina con ellas—, voy a subir a darme una ducha y recostarme un rato, no he dormido casi —digo esto y luego volteo a ver a Lucia—, nana por favor súbeme algo de comer. A las nueve de la noche hay una reunión con todos, ello incluye a todos los escoltas, hombres y mujeres. —Tranquilo Ales, ya organizo eso, antes de ir a recostarme también un rato —me responde Malcolm parado a mis espaldas. —¿Nosotras también debemos estar? —pregunta Sabrina. —Cuando digo todos, es todos, hombres y mujeres —le contesto y sin mirar atrás subo las escaleras hasta mi habitación. Cuando iba llegando al final de estas, recuerdo a Sandra, volteo el cuerpo buscándola con la mirada entre los que están parados en la entrada de la cocina—, ah, se me olvidaba algo, la señorita -le hago seña hacia la puerta principal por donde viene entrando. —Sandra Brown, señor —me recuerda desde la distancia. —Cierto, Sandra, a partir de hoy estará con nosotros —volteo a ver a Lucia—, nana disculpa molestarte, con una de las chicas del servicio prepárale una habitación. Hablamos más tarde —aduzco finalmente y luego continuo la marcha hasta mis aposentos.
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