— Good morning, Aleskey Sánchez and the rest (Buenos días, Aleskey Sánchez y al resto) —nos saluda Mac Levesque una vez que ingresamos al mismo salón donde nos reunieron el día de ayer en el piso cincuenta del First Canada Place—, tomen asiento —nos señala las sillas alrededor de la mesa.
—Al grano Levesque —le digo sintiéndome incómodo.
La noche anterior fue la más larga de mi vida. No pegué un ojo pensando en una respuesta que pudiera satisfacer mis intereses. No la conseguí, pues por donde lo mirara el resultado a dicha respuesta siempre era el mismo, la reacción reticente del resto de los que están en Venezuela y perder a mi hija y a la mujer que amo. Perder a mi hija no es lo que quisiera en estos momentos ni creo estar preparado para que suceda nunca. Ella e Iliang son el núcleo de mi vida, ese centro que nunca más volví a tener después de la muerte de mis padres.
Aun cuando sabía que la respuesta era la misma, sin posibilidad de opciones secundarias, quise soñar con la posibilidad de que en medio de mi desesperación ante la presión tan grande que esto representa para mí y los que me hacen compañía, tal vez estuviera dejando de considerar otro camino, otra posibilidad de salir de esta pesadilla.
Perdí mis horas de sueño a sabiendas de que la respuesta era más que evidente.
¿Cómo descansar, si ante mis ojos y en mi mente, como una película en reproducción podía ver las escenas que pueden desarrollarse en caso de negarme a colaborarles?
Yo, que siempre he estado al marguen de la ley, verme ahora apoyándolos para anular a quienes en cierta forma han sido mis socios, es la prueba más grande del cambio de vida que Iliang una vez me sugirió.
Iliang pasó la noche con Altair en la habitación, Malcolm después de conversar conmigo un rato, se encerró en la habitación que estaba ocupando y no volví a saber de él sino hasta esta mañana; y yo, casi ahogándome en todo el licor que había en el bar de la habitación, un trago detrás de otro, intentaba ver claridad en medio de la oscuridad que parece habernos arropado.
Antes de salir del hotel no nos dijimos nada más que los buenos días. Altair fue la única en probar desayuno, mientras el resto solo calentamos la angustia que nos abruma con un poco de café caliente.
Volteo a ver a Iliang y a Malcolm, quienes al igual que yo, me observan, pero de sus ojos no se desprende señal alguna que me permita deducir qué pudieran estar pensando, la mirada de ambos es inexpresiva. Supongo que el temor a la reacción del otro, nos impidió preguntarnos qué habíamos decidido por separado.
En el caso de Iliang no me es difícil concluir su respuesta, y de ser lo que pienso, no me parecería extraño. Malcolm, en cambio, me preocupa, él nada tiene que perder, y por esa razón temo que pueda cavar su final en caso de permitir que el temor se apodere de él.
Aprieto la mano de Altair, a quien llevo agarrada desde que salimos del hotel. Como si ella fuese mi tabla de salvación, mi amuleto de buena suerte, no he querido soltarla. De un leve jalón le indico tomar asiento a mi lado, ella me observa asustada. A su corta edad parece comprender a la perfección la magnitud de lo que estamos afrontando. Tomo asiento a su lado y me dedico a observar a un punto especifico en la pared que tengo al frente a la espera de que el canadiense retome la conversación.
—Bueno espero nos tengan una respuesta que favorezca a ambas partes —aduce el acompañante de Mac, quien se encuentra sentado a su lado, obligándonos a dirigir la mirada hacia él.
—A ver, mi excelente Doctora Rangel, comencemos por usted —Mac llama la atención de Iliang—, dígame que fue inteligente.
Vuelvo la mirada hacia Iliang, quien me observa por largos segundos y luego pasea la vista por el salón, observando a Malcolm, Altair y el resto de los presentes.
—Ante la sutileza de su petición, no me dejan más opción que acceder, por mi hija soy capaz de todo —responde con mirada desafiante.
—Yo sabía que usted no iba a dejar que la soberbia la dominara, es muy inteligente como para desaprovechar la única oportunidad de hacer una vida normal —expresa Mac con firmeza.
—Eso de una vida normal lo pongo en duda, pues es mucha el agua que debe correr para que eso pueda suceder —escucho le responde Iliang—, espero salgamos bien librados de todo esto.
—Con nuestro apoyo se lo garantizamos —agrega el acompañante de Mac.
—No prometa lo que no está en sus manos, no son ustedes los que deben exponerse —le cuestiona Iliang.
—Detrás de usted, aun sin darse cuenta, siempre habrá uno de nosotros cuidando sus pasos —asegura Mac—. ¿Y usted qué decidió? —voltea Mac a preguntarle a Malcolm.
—Siempre y cuando nos garanticen seguridad en caso de que la cosa se caliente al punto de que tengamos que huir, y con ello, hagan efectivo ese cambio de vida positivo del que nos hablaron ayer, acepto —contesta Malcolm—, quiero todo eso en papel oficial y con el sello que le da valor a este acuerdo, si no, no esperen colaboración de mi parte.
—Así será señor Malcolm —le responde el compañero de Mac.
—Finalmente, usted Aleskey, ¿qué respuesta nos tiene? —me pregunta Mac, colocando ambos codos sobre la mesa, juntando las manos y mirándome con los ojos entrecerrados.
Lo observo por largo rato, mientras Altair aprieta mi mano en actitud nerviosa. Este gesto me dio la fuerza que necesitaba para terminar de responderle al odioso canadiense.
—Al igual que Iliang, para mi Altair lo es todo, ellas dos son lo más importante que tengo en esta vida —hago una pausa molesto por verme contra la espada y la pared al tomar una decisión con la que no estoy de acuerdo—, así como les dice Malcolm, si ustedes garantizan la seguridad de ellas dos y de Lucia, mi ama de llaves, su hija y su nieto, accedo a colaborarles, quiero a Lucia, Altair y a la hija de Lucia y su nieto fuera de esto; ahora, los chicos son mis hermanos, los amo, pero no por eso estoy en capacidad de decidir por ellos, cada uno es dueño y responsable de sus decisiones, tengan presente que esta decisión solo me compromete a mi como Aleskey Sánchez, no como el líder de la organización; de modo que, deberán ustedes buscar la forma de obtener la respuesta de cada uno de los demás —le digo poniéndole difícil al situación.
—Sánchez, esto es algo que ya habíamos pensado —me dice Mac—, al llegar a su país —en esta oportunidad Mac se dirige a nosotros tres—, ustedes se reunirán con el resto de los miembros de la organización, le comunicarán este acuerdo y me comunicarán quienes deciden plegarse a este acuerdo. Con ustedes se irá Sandra Brown, funcionaria de la fuerza espacial, quien fungirá como niñera de su hija, su principal función es garantizar que ustedes lleven a cabo este acuerdo, y en caso de ver cualquier desvío del objetivo, ella tomará a la niña y la traerá a tierras norteamericana. Esto tendrá como consecuencia que ustedes perderán los derechos sobre ella —observa a Iliang—, así que ustedes deciden si cumplir con nosotros, tal cual lo planifiquemos o perder a su hija para siempre y morir encerrados en una de las cárceles de los estados unidos —hace una pausa—, la idea es que sigan haciendo una vida normal. Sin aparente alteración.
—Son unos miserables —le grito a Mac, soltando la mano de Altair para dar un golpe sobre la mesa con la palma de la mano abierta—, como piensan en separar a una niña de sus padres.
—Calma Ales —me dice Iliang desde donde está sentada—, para nuestra desgracia esta es una de las consecuencias de involucrarse en el mundo de la mafia. Debemos ser inteligentes.
—Hágale caso a su esposa Sánchez —aduce Mac con arrogancia en la voz.
—Déjese de majadería y díganos de una vez cuales son las condiciones del acuerdo, ya quiero salir de aquí —le exijo molesto.
Duramos alrededor de una hora más mientras nos explicaban las condiciones del acuerdo y firmábamos el documento que hace efectivo el mismo.
Tal como lo dijo el canadiense, de allí salimos con una mujer de estatura baja, de no saberlo, ni cuenta nos damos que es funcionaria de algún organismo de esta categoría. A simple vista aparenta ser una mujer simple, en el entendido de que aparenta ser demasiado delicada, delgada, bien arreglada. Pasa por ser una mujer con cierta inocencia, cierta dulzura, que no es propia de las que están dedicadas a esta clase de instituciones.
Por la información que nos proporcionaron Mac y su acompañante, la chica tiene preparación en diversas actividades físicas, conocimientos sobre planificación estratégica, en explosivos, y otras destrezas y habilidades necesarias para desempeñarse en estas áreas.
Fuimos escoltados por un grupo de funcionarios enviados por Mac Levesque hasta el hotel, donde rápidamente recogimos nuestros artículos personales, y de allí, en seguida nos dirigimos hasta el aeropuerto, donde abordamos mi avión que para mi sorpresa estaba preparada a nuestra espera. En la reunión descartaron el traslado en un avión comercial u oficial, pues la idea es mantener la apariencia de que todo continua tal cual estaba antes de enterarnos que solo fuimos carnada para lograr su cometido. Amarrarnos al punto de no darnos más opción que acceder a sus caprichos.
En siete horas aterrizamos en Venezuela. Para este momento aun nos encontrábamos sin probar bocado. El nivel de estrés que tenemos, no nos permite pensar en comida, a excepción de Altair que apenas abordamos el avión pidió comer algo.