2. EL HOSTAL

1329 Words
NARRACIÓN Madison retoma su camino cuando en la siguiente calle ve a su anónimo salvador conversando con un guardia, la ve y avanza hasta ella. - Tu lectura está hacia el otro lado - señala el camino contrario. - Llegas a una fuente y a la izquierda encontrarás un letrero. - Vaya – sus ojos brillan, después de todo se quedó a ayudarla. - Gracias - le sonríe y empiezan a caminar. - ¿Eres un turista? - Algo así. Caminan en silencio, ella lo observa. Es guapo, con su mentón bien marcado y una barba de un par de días. - Es aquí – dice él. - Bueno… gracias por todo – este da la vuelta para marcharse, pero ella lo detiene sujetando su chaqueta. Regresa a verla extrañado. - ¿Puedes quedarte? me gustaría invitarte a un café en agradecimiento. Si quieres, o no tienes nada que hacer. Capaz alguien te espera… Mejor te dejo tranquilo – dice algo nerviosa. - Ok – responde. - ¿Ok te quedas? ¿Ok te vas? - Me quedo. - ¡Súper! – sonríe emocionada. Son pocas las personas en la pequeña biblioteca. No es un escritor famoso, a pesar de eso la observa tan emocionada. Al finalizar compra uno de los libros y le pide al autor lo firme. Salen caminando por las solitarias calles, es una noche extremadamente fría. Tras un par de cuadras la nota temblar. - Parece no hay un lugar abierto - dice. - Lo siento – luce apenada. - Está bien, fue interesante. - ¿Cómo vas a regresar a casa? - ¿Cómo sabes no vivo cerca? – él mira a su alrededor. - No pensé en eso… – susurra agachando la cabeza. - Es tarde, hace mucho frío y por lo visto no es un lugar seguro para andar sola. - Pediré un taxi – intenta sacar su teléfono, pero sus manos tiemblan. - Mi hostal está cerca. Puedes esperar en recepción, es más seguro. - Gracias - le sonríe - hace muchísimo frío – acomoda su abrigo y frota sus manos, él se quita su bufanda y se la coloca, haciendo se sonroje. - Vamos. Llegan ante una antigua puerta verde, tocan el timbre y sale una anciana visiblemente malgenia. - Buenas noches – saluda con tosquedad. - Buenas noches, tengo una reservación para… - Sí, si – dice con fastidio. - Lo estábamos esperando hace bastante. - Me retrasé un poco. Me disculpo por eso – su voz intenta ser amable, pero su tono y mirada siguen inexpresivos. - Ya que mas da, adelante. Los guió a su habitación. - Ah – interrumpe ella. - Yo solo vine a llamar un taxi – la mujer esboza una sonrisa. - Te deseo suerte, dudo vengan a esta hora hasta acá. Puedes quedarte aquí, pero quedará a oscuras y sin calefacción. Te sugiero esperar en su habitación, si llega a existir un valiente bajas - él suspira como si no le gustara la idea, regresando a su postura tranquila de inmediato. - Puedes esperar conmigo arriba. - Gracias - dice nuevamente muy avergonzada. Suben hasta llegar al último piso, el tercero. La casa es antigua, con escaleras de madera que rechinan a cada paso, pareciera en cualquier momento sale un fantasma. Hay 3 habitaciones por piso, la mujer los guía hasta la suya que está en una zona más alejada que las otras dos. - La 303 – abre la puerta y entra primero. – El baño tiene agua caliente y toallas limpias. Calefacción, televisor. Sobre la cama están los controles, en la mesita la clave del wifi. El desayuno es de 8:00 a 9:30. - Camina a la puerta. - Ya le subo la cena - se retira. James deja su mochila sobre una silla, se saca la chaqueta y empieza a desempacar. La mira. - Puedes intentar pedir el taxi. - Sí - saca su celular. - lo observa de reojo acomodar la poca ropa que carga en el armario y lleva un neceser al baño. - ¿Siempre eres tan descuidada? – pregunta desde ahí. - ¿Por qué lo dices? - Aceptaste un hombre extraño te acompañe en la noche, luego lo sigues hasta su hostal, a una habitación alejada del resto y te quedas a solas sin comprobar es seguro – traga saliva, a penas analiza eso. - ¿Quién te dice no sé defenderme? Puedo llevar gas pimienta, una navaja, o incluso una pistola – sale del baño y la mira. - ¿Llevas gas pimienta o una navaja? - No. - ¿Una pistola? - Tampoco. - Lo imaginé. Para tu buena suerte hoy no estoy trabajando, así que tu vida está a salvo. - Pues qué suerte la mía – sonríe. - Seguiré intentando con el taxi. - Ten – le pasa un pequeño gas pimienta. – Alzas el seguro, apuntas a los ojos y listo. Mejor que una manopla de llaves. - le regala una media sonrisa, ella se sorprende. - Lo tendré a la mano. - Solo, cuidado te lo lanzas a ti misma – se acerca a ella, quedando a pocos centímetros de su rostro, poniéndola nerviosa. Se aleja. - ¿Te molesta si me baño? Han sido muchas horas de viaje, estoy agotado. - Claro – dice tratando de mantener la calma. - Y disculpa por todo. - lo ve entrar en el baño. Cierra la puerta y a los minutos suena la ducha. Pide a todos los santos le permitan conseguir un taxi. Tocan. - ¿Puedes por favor abrir? – grita él. Abre y la mujer le entrega una charola con comida. - Gra… - Sí, gracias - dice de mala gana antes de irse. Sale del baño sacudiendo su cabello que aún luce un poco mojado, lleva solo un pantalón de dormir. - Se ve bien – toma un sánduche de la bandeja. - Sí… muy bien - susurra ella con la boca abierta. Nota sus tatuajes, del hombro a la muñeca del brazo derecho, otro en toda la espalda. Su cuerpo está marcado por el ejercicio, pero también por algunas cicatrices. Tras vaciar la charola, ella sigue en su celular. Tras casi una hora decide aceptar lo que esperaba evitar. - Creo que no vendrá ningún taxi. - Parece que no – se estira. - Lo lamento, no quería incomodarte así. - Está bien – suspira - toda acción trae una consecuencia. ¿Cómo se te ocurrió venir hasta aquí sin un plan para regresar? – la ve. - Es una larga historia – suspira profundo. – En resumen, por idiota. Puedo dormir en el sillón. - Eres pequeña, pero tampoco para entrar en ese sillón. - Llegaste de un viaje largo, no puedo quitarte la cama. - No pensaba dártela - ella frunce el ceño, este suelta una risa sarcástica. - Puedes estar tranquila, no pienso tocarte. - No dije lo contrario – hace una mueca. - Yo duermo del lado izquierdo. - Bien, porque duermo del derecho. ¿Necesitas ropa? - Gracias - respira - te lo he dicho demasiadas veces hoy. - Así parece - le pasa una camiseta y un short deportivo - no sé si… - Están perfectos, me encantan. - Hay un cepillo de dientes extra en el baño y toallas. - Sí, gra… - sonríe. – Hoy te ganaste el cielo. - Dudo que me suelten del infierno, pero la intención es lo que cuenta. Mientras ella está en la ducha abre un compartimento de su maleta, saca una pistola que ubica sin que se note del lado de su cama. Revisa la puerta, ventanas. Todo está en orden, después de todo es su día de descanso. - Debería aprender a leer mejor a las personas – dice. - Ojalá nadie venga a buscarme hoy, bajé demasiado la guardia – la escucha cantar y sonríe. – Bueno, supongo por esa sonrisa vale la pena arriesgarse a morir.
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