Me desperté cuando escuché mi celular sonar, y no era el tono de la alarma, si no de llamada. Yo por lo general no ponía despertador los sábados. Estaba en la cama de mi hermano, ya que nos habíamos trasnochado viendo películas (algo que le gustaba hacer conmigo antes de irse a otra ciudad para un partido) y al ver que él no estaba, ni sus maletas, supuse que ya se había ido.
-¿Hola? – contesté, restregándome los ojos y sin mirar antes a la pantalla para ver quién era.
-¿Isabella? – reconocí la voz como la de Jeremy.
-¡Oh! ¡Hola Jeremy! – lo poquito que tenía de sueño se me quitó - ¿Cómo estás?
-Bien ¿a qué horas puedo llegar a tu casa?
-Emmm – miré el reloj que estaba colgado en la pared, era tarde, cerca de ser las 10 – yo almuerzo a las 12 ¿te parece a la 1?
-Perfecto, le diré a mi padre, nos vemos.
-Nos vemos –dije, y colgué sintiendo los latidos de mi corazón a mil ¿Por qué este chico me ponía así?
Salí de la habitación de mi hermano y pude que ver en la sala del primer piso estaba mi hermana todavía en pijama viendo un partido. Según le había escuchado, tendría partido hoy en la noche, y la entrenadora prefería darles el día libre para que llegaran frescas a los partidos.
Antes de meterme a la ducha, le escribí a Ethan que nos reuniríamos a la 1, y tras ver su "ok" me metí al baño. Cuando estuve ya bañada, me vestí con un simple short de jean y un jersey blanco, junto a mis convers blancas, y peiné mi rubio cabello. No sé por qué sentí la necesidad de encresparme las pestañas y aplicarme un poco de rubor, generalmente cuando venía Ethan a casa ni me arreglaba, pero sabiendo que vendría Jeremy, quise retocarme un poco.
Bajé al primer piso y mi hermana volteó a mirarme, y vio el cambio en mi cara, si...me veía muy diferente cuando me maquillaba.
-¿En dónde es la fiesta, Barbie? – preguntó mi hermana mientras yo me dirigía a la cocina.
-En ninguna parte, a la 1 vendrán Ethan y Jeremy a hacer un trabajo y no quería lucir tan desechable – dije, sirviéndome un poco de jugo de naranja.
-¿Jeremy, el hijo de Andrés Pereira el ex de mamá? – preguntó Sophia, bajándole el volumen al tv.
-Sí, ese, creí que ya te había dicho que él coincide en todas las clases conmigo y con Ethan – dije, mordiendo una galleta de soda.
-Bueno, talvez no te puse atención.
-Nunca lo haces – dije, sentándome a su lado en el sofá - ¿Qué ves?
-Otro "aburrido" partido – dijo, imitando mi tono de voz. Así era como yo me refería a todos los partidos de fútbol - ¿te quedarás aquí conmigo a ver el partido?
-Tú nunca ves recitales conmigo, así que prefiero ir a mi habitación – dije, dándole un beso en la mejilla y subiendo al lugar dicho.
Ordené mi habitación, y organicé mi escritorio de estudio. Traje dos sillas (una de la habitación de mi hermana y otra de la de mi hermano) y las puse junto a la mía en el escritorio. Mientras esperaba a que el almuerzo estuviese listo, prendí el tv para ver lo que estuviesen dando en Disney.
Cuando ya eran las 12 en punto, escuché la voz de Franca llamándome para que bajara a almorzar. Bajé rogando que me hubiese servido poco, y efectivamente, me sirvió un trozo pequeño de pollo con una porción pequeña de arroz, bastante ensalada y jugo de tomate de árbol sin azúcar. Franca ya me conocía lo suficiente para saber cómo comía.
-Papá y mamá están preocupado por ti ¿sabes? – dijo Sophia, picando su gran trozo de carne – estás comiendo muy poco, creen que estás entrando en la anorexia.
-¡Claro que no! – me defendí.
-Te darán Herbalife, no engorda pero tendrás los nutrientes necesarios, y así te evitarás de comer – dijo Sophia, tomando un sorbo de su gran vaso de jugo – y si quieres resultar como una huesuda de esas de los pocos recitales que he visto, es tu problema, solo déjame decirte que se ven horribles.
-Estoy consciente de eso, pero enserio necesito bajar...quiero el papel del cisne n***o.
-Tú y tu cisne n***o – dijo mi hermana, rodando los ojos. Ella también tenía esa maña.
-Tú y tu "titular" – dije, sabiendo que para un futbolista es muy importante el puesto titular en cada partido. Y mi hermana se mataba por conseguir esa titular.
-Estamos a mano, hermanita – dijo Sophia, dándome una suave patada en el gemelo por debajo del comedor – entonces... ¿tu amigo y tu novio llegarán a la 1?
-Ethan no es mi novio – corregí – y si, llegarán a la 1.
-¿Terminarán su tarea antes de las 8? Quiero que vayas a verme jugar.
Sentí un pinchazo en el pecho. Recordé que esta era la primera vez que alguno de nuestros padres no estaba para acompañar a mi hermana en un partido, y sentí lastima. Repasé las veces que había ido a un estadio a ver un partido de futbol; cuando era pequeña mi padre solía llevarme para ver jugar a mamá, y la última vez que pise un estadio fue hace dos años cuando Inglaterra jugó contra Alemania en la semifinal del mundial, en la cual jugó mi hermano, y que lamentablemente nuestra selección quedó eliminada. Recuerdo el llanto de mi hermano y el de mis padres, incluso el de mi hermana. Pero de resto, no había asistido a un partido del United, ni del masculino ni del femenino.
-Bueno, nuestro trabajo es largo, creo que duraremos varios fines de semana haciéndolo, pero creo que no duraremos hasta la noche. Iré – dije, y los ojos zafiros de mi hermana se iluminaron.
-Bien ¿tienes camiseta, verdad? – preguntó.
-Si – dije, recordando que tenía las camisas de todas las temporadas (que me regalaban mis padres) guardadas y muy refundidas en el closet.
-Bien, entonces nos vamos a las 6:30, necesito estar antes para calentar y toda la cosa ¿Por qué no invitas a Ethan y a Jeremy? Justo me dieron 3 boletas.
-Claro, les diré – dije, sintiéndose de repente como el corazón se me aceleraba.
-Y mañana tendré día libre, podemos ir a ver lo de los vestidos para la cena de unicef ¿irás con Ian, verdad?
-Claro.
-Ok, vi unos vestidos hermosos para quinceañeras, talvez encontremos alguno que vaya con tu figura esquelética – dijo, en tono burlón.
-Cállate.
Subí a mi habitación apenas terminé con el almuerzo y espere a que fuera la 1, y cuando dieron las en punto, escuché la llamada de Franca, que me dijo que Jeremy ya se había anunciado en portería. Salí a la puerta y vi un auto Renault sencillo, era el clásico logan, y lo venía conduciendo una mujer que no pude ver muy bien porque tenía unas gafas negras puestas, y de copiloto venía Jeremy.
El chico se despidió de la mujer con un beso en la mejilla y se bajó del auto, para sonreírme al verme en la puerta. Mi corazón empezó a latir a mil.
-Hola, Isabella – me saludó ya cuando estuvo frente a mí con un beso en la mejilla.
-¿Les costó encontrar la dirección? – pregunté cerrando la puerta tras de mí.
-Mi padre le indicó a mi madre como llegar por el celular, él al parecer sabía perfectamente el camino – dijo, sin evitar darle un rápido vistazo a la mansión. Así que esa mujer era su madre.
-Bien, puedes sentarte en el sofá mientras llega Ethan – saqué mi celular – lo llamaré para preguntarle si ya viene en camino.
-Ok.
-¿Hola? – contestó Ethan tras varios segundos.
-Hola Ethan ¿ya vienes en camino? Jeremy ya llegó.
-Oh primor, creo que no podré ir, el entrenador nos resultó con un entrenamiento sorpresa, pero ustedes vayan adelantado y yo haré lo que falte, lo prometo.
-Espero que no mes estés mintiendo – dije, ante la mirada curiosa de Jeremy.
-¿Así que eso piensas de mí? ¿Qué soy un mentiroso?
-No es eso Ethan...
-Te dejo, Harry ya me está mirando con cara de pocos amigos.
Colgó. Miré la pantalla del celular con desprecio ¿desde cuándo Ethan se comportaba tan cortante conmigo? Oh si ¡desde que se junta con Harry y los demás deportistas gilipollas!
-¿Ocurre algo? – preguntó Jeremy.
-Ethan tiene entrenamiento, al parecer no sabía – dije, sintiendo como la sangre me hervía en las venas – tendremos que trabajar hoy solos.
-Como si ese fuese a ayudar en algo...- susurró Jeremy más para sí.
-¿Disculpa? – pregunté, al sentirme yo ofendida por el comentario. Yo reconocía que Ethan era perezoso, porque lo conocía desde pequeña, pero Jeremy aún no lo conocía, y por ende no tenía el criterio para hablar de él.
-¡Lo siento! No quería decir eso, se me ha salido...
-No te preocupes, yo también dudo que Ethan ayude en algo – reconocí, y comencé a caminar hacia las escaleras haciéndole ademán a Jeremy de que me siguiera – vamos a mi habitación.
Jeremy me siguió tímidamente, y caminamos por el pasillo hasta mi habitación, que era la última. Abrí y dejé que él entrara primero, para cerrar la puerta tras de mí. Jeremy observó la habitación con algo de sorpresa. La verdad era que mi habitación podía espantar a cualquier chico, ya que el exceso de color rosa llega a cegar algunas veces. Jeremy se quedó observando algo en especial: mi barra de entrenamiento.
-Así que es cierto que practicas ballet...- dijo, quitándose la mochila que llevaba en los hombros y dejándola en una de las sillas del escritorio.
-¿Quién te lo ha dicho? – le pregunté. Dudo que haya sido alguien de la escuela, ya que Jeremy no se hablaba con nadie.
-Los chicos de la academia hablan mucho sobre ti, los del equipo sub-21 igual.
-¿Enserio? – me sorprendí. Por lo general, el amor platónico de aquellos pubertos era mi hermana - ¿Qué dicen?
-Prefiero no decírtelo, es muy hiriente – dijo, con tez seria.
-Dímelo – dije, más como una orden.
-Dicen que eres la decepción de tu familia – dijo, y sentí un pinchazo en mi pecho – y que...eres muy delgada.
-Bueno, lo último en realidad me alaga – dije, haciendo un gran esfuerzo porque las lágrimas no salieran de mis ojos - ¿aun sigues con la idea de la bioinformática? – pregunté, queriendo cambiar de tema y empezar a trabajar.
-Ellos son unos idiotas – dijo de repente, y lo miré – no saben lo que dicen.
-Talvez tengan razón en algo – dije, sintiendo como las lágrimas se acumulaban en mis ojos – sé que el sueño de mis padres era que yo también fuera futbolista como mis hermanos, y todo el mundo lo esperaba, pero...resulté ser bailarina.
-Pero eso es lo que te apasiona, y no importa nada más – dijo, y se me acercó – no dejes que los comentarios de los demás influyan en tu vida. No te he visto bailar, pero asumo a que eres buena.
-Tu no lo entiendes – dije, dándole la espalda para que no viera la lagrima que se me había escapado – cada vez que mis hermanos ganan un partido veo esa cara de orgullo de mis padres...no es la misma de cuando van a mis recitales. El orgullo no es el mismo.
-Claro que lo es, solo que no lo demuestran – dijo, y sentí sus manos en mis hombros – no te sientas mal.
-Como sea – dije, secándome rápidamente la lagrima que ya iba resbalando por mi barbilla – empecemos ya el trabajo, iré al partido de mi hermana esta noche.
-¿Enserio?
-Si ¿quieres ir? A mi hermana le dieron 3 boletas.
-¡Claro! No me perdería el derbi femenino de Inglaterra por nada del mundo ¡juegan contra el Manchester City!
-Oh, claro...- dije, sabiendo que un partido entre los dos equipos de la ciudad eran muy importantes, aunque no le encontraba nada de emoción, talvez porque simplemente no era aficionada al futbol.
-Lo sé...no sabes mucho sobre fútbol, mucho menos del "derbi" – dijo, con una sonrisa divertida. Esos hoyuelos acabarían por volverme loca....esperen ¿Qué dije? ¿Volverme loca?
-Mejor hablemos sobre el ADN – dije, y el chico asintió con otra sonrisa.
Prendí mi laptop para buscar información e ir redactando. Jeremy sacó de su mochila unas hojas en donde ya había investigado algo sobre los usos del ADN. Discutimos cerca de una hora sobre las aplicaciones en la ingeniería genética, la medicina forense, nanotecnología, paleontología, y por supuesto, en la bioinformática. Parecíamos dos nerditos hablando, y en varias ocasiones no me aguanté la risa al ver la pasión con la que hablaba. Parecía un científico loco.
Empezamos entonces a redactar sobre todo lo que hablamos, con los datos científicos concretos. Jeremy no se aguantó a dictarme y cortésmente me pidió que le pasara la laptop para él redactar. Al parecer él también tenía una pasión por la ciencia.
-Creo que es suficiente, Ethan podría escribir sobre la nanotecnología – dije, viendo que ya eran las 5 – talvez andar pegado al celular y a demás aparatos electrónicos le sirva de algo.
-Sí, tal vez – dijo, riendo – Uhg – hizo una mueca, tocando su abdomen – tengo hambre.
-Yo igual – dije, también sintiendo retorcijones en mi estómago, los cuales siempre calmaba tomando agua o comiendo alguna fruta – bajemos a comer algo y nos alistamos, mi hermana dijo que saldríamos de aquí a las 6:30.
-Ok.
Bajamos a la cocina y para mi sorpresa, Franca ya nos tenía listos un sándwiches con jugo de naranja. Jeremy se sentó tímidamente a mi lado en una de las butacas de la cocina y empezamos a degustar de la merienda.
-¿Franca has visto mis guayos dorados? – preguntó mi hermana entrando a la cocina.
Jeremy puso la misma cara que todo chico quinceañero que veía a mi hermana en persona hacía. Si algo tenía que admitir yo, era que mi hermana era poseedora de la misma belleza exótica que mi padre y mi tía Laura; una cabellera negra, sedosa y larga, acompañada de una cara de facciones perfectas digna de una diosa, con unos ojos color azul zafiro envidiables...y ni hablar de su cuerpazo de infarto. Comprendía que Jeremy se quedara embobado. Me dio una pizca de celos, pero amaba tanto a mi hermana que era imposible sentir celos de ella.
-¡Oh! Tú debes de ser Jeremy – dijo mi hermana, estrujándole la mano al embobado moreno - ¡Es un gusto! Mi madre habla mucho de tu padre ¡y vaya que eres un chulo igual que él!
-Oh...gracias – dijo Jeremy, sonrojado – mi padre también habla mucho de Melanie.
-Amores adolescentes – recitó mi hermana – creí que Ethan también vendría.
-Resultó con un entrenamiento sorpresa – dije, tomándome el último sorbo del jugo de naranja.
-Oh, supongo que solo ustedes dos irán al partido – dijo, tomando una botella de gatorade de la nevera.
-Aquí están tus guayos Sophia, los limpié de tal forma que cegues a las demás jugadoras – dijo Franca, alcanzándole los dorados guayos que parecían bañados en oro.
-Grazie, mi bella signora – dijo mi hermana, dándole un beso en la mejilla a nuestra empleada – y vayan abrigados, hace frio en la noche en ese estadio.
-Si me hubieras avisado más temprano hubiera traído la chaqueta del equipo – dijo Jeremy una vez mi hermana estuvo lejos.
-Eres de la talla de mi hermano – dije, mirándolo de pies a cabeza – te prestaré una de él.
No dejé que contestara y lo tomé de la mano para dirigirnos de nuevo al segundo piso y entrar a la habitación de mi hermano. Esculqué su closet hasta encontrar la zona en donde guardaba todos sus implementos y uniformes del equipo, y encontré una chaqueta blanca de esta temporada.
-Ponte esta ¿quieres ponerte la camiseta del equipo también? Si, debes ponértela – dije y le alcancé la aclamada camiseta roja, aquella que millones de hinchas en el mundo tenían, algunos habían tenido que ahorrar por semanas para comprarla, ya que tenía entendido que las originales eran caras.
-Enserio que no es necesario...- dijo Jeremy pero dos minutos después ya tenía puesta las dos prendas.
-Me iré a cambiar yo, no pienso ir con esto – dije, señalando mi short – espérame en la sala.
-Ok.
Era la primera vez que me emocionaba por ir a un partido de fútbol y no sabía por qué. Claro que me sentía feliz por ver jugar a mi hermana, pero generalmente la apoyaba viéndola jugar por el tv, nunca había sentido tanta emoción por ir a verla a ella o a Ian al estadio. Me estrené al fin la camiseta de la temporada junto la chaqueta (que era la misma que le había prestado a Jeremy) y me puse unos jeans térmicos, con mis convers blancos, e incluso acompañé la pinta con mis guantes térmicos que tenían el símbolo del equipo, y un gorro para la cabeza, blanco y también con el símbolo del equipo. Parecía toda una hincha fiel del gran Manchester United, no dudé en tomarme una selfie y enviársela a mis padres y a mi hermano. Les causaría sorpresa y gracia.
Bajé a la sala y hasta Jeremy se sorprendió con mi pinta, no imaginaba que una chica como yo, a la que le gusta poco el futbol, se fuese a vestir como toda una hincha del mejor equipo de Inglaterra.
-Lo sé, es extraño en mí – dije, sintiendo como la sangre se acumulaba en mis mejillas ante la mirada divertida de Jeremy.
-Te ves linda. Definitivamente eres la hincha más linda del United – dijo, y sentí que mis mejillas hervían.
-¿Están listos? – Preguntó mi hermana bajando las escaleras, enfundada en su uniforme, y casi le da un paro cuando me vio - ¿Quién eres y que hiciste con mi hermana, la bailarina que no quiere saber nada de futbol?
-Esto es lo que hago por apoyarte – dije, orgullosa – me lo debes. No te negarás a ir a mi próximo recital.
-Uhg, supongo que me tendré que aguantar las aburridas coreografías – dijo, y tomó las llaves de su auto – vámonos.
Cuando el equipo masculino no tenía partido en casa, el Old Trafford quedaba a disposición del equipo femenino. Mientras buscaba con Jeremy los asientos que nos habían correspondido, miraba la cancha. Mis padres se habían enamorado jugando sobre ese pasto, y aunque yo no fuese fanática del equipo, me sentía agradecida con este porque por él fueron que mis padres se conocieron.
-¡Que frio hace! – dijo Jeremy, abrazándose. Ya estábamos en nuestros asientos, y aunque estábamos enfundados en la gruesa chaqueta del equipo, el frio alcanzaba a calar nuestros huesos.
-No se preocupen chicos – dijo un señor regordete que estaba sentado a nuestro lado, con dos niñas gemelas de no más de 10 años que al parecer eran sus hijas – esto se calentará.
El estadio no estaba muy lleno, ya que la mayoría de los aficionados que llenaban todos los fines de semana el Old Trafford apoyaban al equipo masculino, pero si había una cantidad considerable de chicas y hombres jóvenes que venían a apoyar al equipo femenino.