Capítulo 8DURANTE un momento, todos parecieron quedar paralizados. El marqués, mirando más allá del conde, como si estuviera mandando una orden a alguien detrás de éste, gritó en tono cortante: —¡No disparen! ¡Lo quiero vivo! Instintivamente el francés volvió la cabeza. Sin pensarlo, el marqués le pegó un balazo en la sien. A la vez que el conde se derrumbaba, el marqués se inclinó hacia adelante y retuvo a Odella. Luego, la alzó en sus brazos. Sin mediar palabra la sacó de aquella estancia a través de la puerta por la que salieran los invitados. No obstante, no se dirigió hacia los salones de recepción. Como conocía bien la casa, avanzó hacia una habitación que supuso estaría desocupada. Se trataba de una pequeña antesala, pero con elegante mobiliario, al igual que el resto de la man