— Cuando dijiste que saldríamos, no me imagine esto – sonrió Gustavo.
— ¿Qué esperabas? ¿Un club nudista? – los dos rieron – Es un buen lugar – estaban en un parque donde las familias iban con sus hijos a pasar un buen rato.
— Lo es – sonrió – Sobre todo con el helado – los dos miraron como la bebé caminaba en el césped y jugaba con las flores – Me gusta y a ella igual.
Gustavo miró a la chica que estaba con ella, estaba mirando a su hija con una sonrisa y mentiría si dijera que no le gusta verla.
— Y cuéntame ¿A dónde has viajado este tiempo? – preguntó Aradia.
— Empezamos en California, después a Alemania, Londres, Francia– suspiro – El mes del primer cumpleaños de Gen lo pasamos en París – le sonrió – Después fuimos a Irlanda, de vuelta a Sacramento y fuimos un tiempo a casa – carraspeo.
Aradia noto como desviaba su mirada a la pequeña en cuanto dijo que regresó a casa. Cuando ella perdió a su esposo, era difícil estar en casa.
— ¿Y cómo te fue en casa?
— Fue difícil – susurro – Se sentía solo y vacío – miró a su hija que se había sentado junto a unas flores a unos pasos de ellos – Incluso ella podía sentirlo.
— Comprendo eso – le sonrió – Puedes estar totalmente genial todo el día, pero al llegar a casa es como llegar a un lugar sin vida – se acercó a Gen.
Gustavo lo miró, parecía que Aradia comprendía por lo que pasaba él.
Aradia cargo a la bebé y estiró su mano para levantar a Gustavo del césped.
— ¿A dónde vamos? – preguntó Gustavo, mirando como se veía Aradia con su hija en brazos.
— Ya lo veras – le sonrió - ¿Y a dónde irán después de aquí? – lo miro.
— Las Vegas y después puede que vayamos a Washington – la miró sonriendo – Aun no lo sé, eso es lo bueno de viajar sin rumbo, tienes muchos destinos.
— Si – le sonrió – Te sugiero que vayas a Washington y si quieres los acompañó, conozco muy bien Washington, trabaje un tiempo ahí.
— Pues está decidido – la miró – Después de Las Vegas, nos veremos en Washington – le sonrió. – ¿Qué dices?
— Perfecto.
Gustavo miró como Aradia metía a la bebé en su silla que había instalado en su auto, en verdad le gusta ver como es con su hija, y como es con ella.
Después de media hora conduciendo, llegaron al muelle, justo donde hay muchos botes.
— ¿Tienes algún bote? – preguntó Gustavo con ilusión.
— Así es – dijo Aradia – Es ese – señaló el último bote – Se llama Julian.
— Julian – lo miro – Lindo nombre.
— A si es – sonrió y subieron al bote – Hey Ivanov ¿crees que pueda salir a dar una vuelta?
— Claro que si Conway, lo desató y estamos en marcha.
— Gracias – Aradia miró a Gustavo. – Ivanov es mi mejor amigo, se hace cargo del bote.
Los tres fueron abajo, donde el olor a tocino despertó el hambre de los dos.
— Eso huele delicioso – dijo Gustavo.
— Y creo que alguien también le gusta – dijo Aradia al ver como Gen balbuceaba.
— Eso veo — los dos se sonrieron. Aradia sirvió el que sería el almuerzo de Ivanov, ya cocinaría algo más tarde él. Sentó a Gen en sus piernas y esta de inmediato metió las manitas en el plato de Conway.
— No Gen no hagas eso.
— Déjala – le sonrió – Puede hacer eso.
— Pero te va a ensuciar.
— Puedo quitarme la ropa después – le sonrió y eso sonrojo mucho al rubio, el bote comenzó a moverse – Hemos zarpado.
Ivanov bajo y vio que se habían comido lo que hizo para su almuerzo.
— Hey ratas se comieron mi almuerzo – dijo Ivanov – Solo podría pasárselo a ella, no a ustedes – le hizo ojitos a la bebé.
— No seas llorón y haz más.
— Soy Alexander Ivanov – dijo mirando al rubio – Se supone que estoy muerto.
Gustavo lo miró raro y Aradia solo sonrió negando con la cabeza mientras se entretenía trenzando el cabello de Gen.
— ¿Qué? – dijo Gustavo.
Ivanov se sentó junto a ellos, sonriéndole a la pequeña que no dejaba de mirarlo.
— Conway me mandó a una misión, me dispararon tres veces y “morí” pero realmente estoy aquí en un bote – sonrió divertido.
— Tiene sentido – sonrió – Soy Gustavo y ella es mi hija Genoveva.
— Hermosura, diría que se parece a ti.
Ivanov acarició el rostro de la pequeña que se mantenía bastante quieta mientras Aradia trenzaba su cabello.
— Es porque se parece a mí – sonrió – Quisiera decir que tiene algo de su madre, pero más de uno ha dicho que es mi mini copia.
— Pues vaya hermosura – dijo Ivanov – Se notan los genes – le guiño. Conway los miró a ambos, literalmente están coqueteando frente suyo mientras tiene a la bebé en su piernas.
— Algo así – sonrió - ¿Y tú, Ivanov, que puedes decirme de ti?
— Soy un soltero codiciado por los peces – sonrió divertido – Si está señora me dejara, estaría navegando por el océano, aunque me perdería fácil y moriría en tres días por no saber pescar. La única vez que he tenido suerte, fue porque el pez saltó al bote – los dos comenzaron a reírse.
— Es imposible que seas tan malo – sonrió Gustavo.
— Lo juro, sino dile a Conway.
Aradia volvió a sonreír mientras el par se coqueteaba como adolescentes. Ivanov no ve a mucha gente y es por eso que se ha vuelto muy hablador con una vida humana que ve apenas.
— Yo soy bueno pescando, cuando Gen cumplía un año rente un bote y con unos amigos fuimos a pescar, mientras que unas amigas llevaron a Gen a nadar.
— ¿Gen sabe nada? – dijo Aradia.
— Aprendí a nadar antes que a caminar – sonrió Gustavo.
— Oye eso es estupendo – dijo Ivanov - ¿Viajas mucho?
— Después que mi esposa murió, tomé a mi hija y emprendimos un viaje por todo el país, estaré aquí hasta el Lunes.
— Oye si quieres y claro si Aradia me presta el bote, podemos navegar los tres por un tiempo.
— No sería mala idea – sonrió Gustavo.
Aradia cargo a la bebé y se levantó.
— Si ya dejaron de coquetear, Gustavo vamos a cubierta y te muestro todo.
Ivanov sonrió divertido.
— Oh sí vamos.
Aradia salio a cubierta con la bebé, no le molesta mucho que Ivanov tenga con quien hablar, pero j***r, ella invito a Gustavo a estar con ella no con él.
— Wooo es hermoso – dijo mirando como se alejaron del muelle.
— En la noche estar rodeado de la estrella es estupendo – sonrió Aradia.
— Oye ¿podemos nadar? – dijo Gustavo mirándola.
— No es muy rápido, acabamos de comer – dijo Aradia.
— Es un mito, lo he comprobado varias veces y además no es marea alta – le sonrió. – No te pongas modo mamá conmigo, señorita – Aradia se sonrojó y dejó que Gen caminara con su papá.
— Está bien, vamos – Gustavo tomó a su hija y Aradia bajo la escaleras para estar más cerca del agua.
Cuando bajaron, Aradia comenzó a quitarse la blusa y el pantalón, para Gustavo fue un deleite ver como se quitaba la ropa bajo sus ojos. Si en la cena le pareció una modelo, ahora es más un striper.
Sus curvas resultaban, tenía un tatuaje de mariposa sobre su espalda baja, sus bragas negras y su sosten n***o la hacian ver apetitosa.
Aradia entró al agua primero y entonces miró como Gustavo la miraba, solo le sonrió.
— Dame a la bebé, yo estaré con ella.
Gustavo solo le quitó su vestido dejandole su pequeña playerita y su pañal. Se acercó y se la dejó poco a poco. Vio como la bebé sonreía mirando a Aradia.
— Ven aquí preciosa – sonrió Aradia dejando que Gen se pusiera con ella.
Gustavo se quitó la ropa quedando solo en calzoncillos. Aradia se giró a verlo, el cuerpo del rubio también era bastante sexy, tenía varios tatuajes y estaba bien trabajado.
Gustavo entró al agua y en poco tiempo se acercó a ellas.
— Está bien tranquilo – dijo Aradia al ver la preocupación en los ojos del rubio.
— Se que esta bien, pero aun asi no dejo de preocuparme por ella – la vio flotar en el agua mientras reía divertida – Jamás dejaré de preocuparme por ella.
— No sabes lo sexy que te oyes al decir eso.
Gustavo le sonrió, se acercó un poco más a ella, la atracción era mutua desde la cena de la noche anterior. Solo bastó un último acercamiento para que ambos juntaron sus labios y se besaron tiernamente. El beso se intensificó cuando la lengua de Gustavo buscaba la entrada a la boca de Aradia
La risa de la bebé hizo que ambos se separaran y comenzaron a reírse. Volvieron a mirarse y decidieron estar con ella, nadando.
El resto del día lo pasaron cómodamente juntos.
Al final del día, Aradia llevó a casa a Gustavo, la bebé había quedado profundamente dormida en su asiento.
— La agotamos – dijo Aradia mirándola.
— Si – sonrió Gustavo, miró a Aradia y suspiró. – Aradia gracias por hoy, me la pase demasiado bien.
— Yo también la pase muy bien – le sonrió y tomó su mano.
— Debería irme ya, debo arropar a Gen.
— Claro.
Los dos bajaron del auto, Gustavo sacó a su hija, cargándola con cuidado, Aradia lo acompañó hasta la puerta.
— Bueno gracias por todo.
— No fue nada Gustavo, me gustaría repetirlo si tú quieres – sonrió Aradia.
— Claro, podemos hacerlo antes de que nos vayamos.
Los dos se sonrieron, estaban perdidos en su mirada y estaban por darse otro beso cuando alguien abrió la puerta.
— Dios son ustedes, escuchamos voces afuera – dijo Volkov – Dame a la bebé, Horacio y yo nos encargamos de ella.
— Oh gracias – dijo Gustavo y le dio a la bebé con cuidado.
— Entonces, espero que descanses – dijo Aradia sonriendo.
— Igual tú.
Aradia se acercó y le dio un beso en la mejilla. De nuevo la cercanía, fue Gustavo quien la tomó de la cintura para volver a besarla. Sus labios calientes y sus besos, realmente le enloquecía esa mujer y solo tenía un día de conocerla.
— Creo que debería irme ya – susurro Gustavo junto a sus labios.
— Si, yo también – carraspeo y se separaron – Descansa.
— Igual tú – Gustavo estaba por entrar cuando Aradia lo detuvo.
— Oye, no sé si es muy apresurado – dijo Aradia – Pero este viernes hay una fiesta, es como una ceremonia por parte del Alcalde y la comisaría estará ahí – carraspeo – Me preguntaba si tú y Gen quisieran venir.
— Oh, yo…
— No te sientas presionado…
Gustavo suspiró mirando a la morena, estaba emocionado, tal vez eran las emociones de sentirse de nuevo así.
— Si, iremos – dijo de inmediato cortándola – Digo, claro que iremos sería un placer.
— Está bien, entonces nos vemos el viernes – sonrió – Adiós.
— Adiós.
Gustavo cerró la puerta y se recargo en la puerta con una gran sonrisa.
— ¿Y bien? Dinos ¿Qué pasó? – dijo Horacio asustándolo por completo.
— Dios qué hacen ahí – sonrió mirando como Horacio, Volkov y su hija estaban sentados en el sofá.
— Esperando el chisme – dijo Horacio.
— No les diré nada – sonrió - ¿Se encargan de ella?
— Si, nosotros lo hacemos – dijo Volkov – Ve a descansar – sonrió divertido.
— Los odio – sonrió – Buenas noches.
— Descansa bebé – dijo Horacio.
— Igual ustedes.
Horacio suspiró con una sonrisa, le gustaba ver ese brillo en sus ojos y esa sonrisa, estaba muy feliz por él.
— Se ve feliz – dijo Volkov.
— Muy feliz, espero que esto funcione – miró a su esposo.
— Yo también espero – sonrió Volkov – Ahora, me iré con Gen para arroparla y darle un biberón.
— Te ves muy bien papá – sonrió mirándolo.
— Deberiamos conseguirnos una de estas – dijo Volkov subiendo las escaleras.
Horacio suspiro con una sonrisa…