Capítulo 2

1649 Words
Gustavo bajaba las escaleras con su pijama puesta y tenía a su hija en brazos con el cabello húmedo de que recién estaba bañada. — Huele delicioso – dijo Gustavo – Tengo hambre – se sentó y puso a su hija en las piernas. — Gen tiene el cabello húmedo, tengo una secadora de cabello si la quieres – dijo Horacio. — Si para antes de dormir no se le ha secado ya se lo sacaré – le sonrió. Gustavo los miraba muy nerviosos, pero no sabia porque, solo se concentró revolverle el cabello a su hija para que se le secara. — Invitamos a alguien – dijo Horacio – Viene para acá, es Conway. — ¿Conway? ¿Quién no es tu jefa? La que te cae mal ¿no? — Ya no me cae mal – sonrió Horacio – Está bien que venga ¿verdad? — Es su casa, yo solo soy un invitado más – sonrió Gustavo. — Bien – sonrió la pareja. El timbre sonó y la pareja se asustó, Gustavo los miró confundidos, era como si tramaran algo. Pasó sus dedos por su cabello que también estaba húmedo, cuando al comedor entró una mujer con una blusa blanca que tenía poco escote pero podía notarse sus grandes senos, pantalones negros que se justaban a sus piernas y su culo y zapatillas. Gustavo casi abre la boca, le parecía una modelo salida de una revista de ropa interior, era sexy. Esa no podía ser policía, era demasiado hermosa como para serlo. — Buenas noches – dijo Aradia. — Buenas noches – sonrió Gustavo, miró sus ojos miel y su cabello n***o suelto, siente que sonrió de más porque notó un ligero sonrojo en las mejillas de la mujer. — Aradia le presentó formalmente a mi hermano Gustavo y su hija Genoveva, Gustavo ella es mi jefa Aradia Conway. — Mucho gusto – estrecharon sus manos y sintieron una pequeña corriente eléctrica. – Conocí a tu hija esta tarde – se sentó junto a él – Es un amor de niña y camina bien. — Gracias – sonrió Gustavo mirando a su hija que tenía el cabello en la cara – Gen por favor – la puso de frente y le quitó el cabello de su cara – Es el amor de mi vida – susurro mirando a su hija. Aradia sentía como su corazón se achicaba al verlos. Gustavo era un hombre grande, fuerte, tenía muchos tatuajes en los brazos, el cuello, las manos, su cabello rubio era algo largo, estaba recién afeitado lo que lo hacía ver más joven y sus ojos azules parecían el mismo mar… era guapísimo — Traeremos la cena – dijo Volkov dejándolos solos. — Oye Volkov me contó que están viajando por el país, eso es genial ¿Cómo les va? — Super bien – sonrió Gustavo – Es una gran experiencia, me gustaría repetirla cuando ella sea más grande – dijo mirando como su hija tomaba la mano de la mujer. — ¿Cómo? ¿Ya no lo harás? — Lo seguiré haciendo, pero Gen necesitará ir a la escuela y debo establecerme en algún lugar. — ¿Cuántos años tiene? — Un año y 3 meses. — Por favor, aun falta, disfruten este tiempo juntos – lo miro – Porque crecerá rápido. — Si eso lo estoy viendo – sonrió y volvieron a mirarse a los ojos, en su pecho sentía algo que no sentía desde que su esposa murió, le sonrió un poco. – ¿Cuéntame de ti? Lo único que sé es que eres una jefa algo difícil. — ¿Qué c*****o te dijo eso? – los dos se rieron. — Ya está la cena – dijo Horacio sirviendo los platos – Espero les guste. — Huele genial. — A Gen le hice un poco de fruta con miel – dijo Volkov. — Gracias – sonrió Gustavo – Bien creo que comeré de dos platos hoy – dijo divertido. — Gustavo cuéntanos ¿Qué se siente viajar con tu hija? – dijo Horacio. — Es perfecto – sentó a su hija de manera que pudiera darle de comer – Algunas veces era difícil, más cuando era más pequeña. Lloraba mucho, casi no dormíamos y cosas así – suspiro – Pero no cambiaría eso por nada, me encanta viajar con ella. Y se que pronto va a correr, va a crecer y quiero atesorar esos recuerdos con ella. — Que lindo – dijo Horacio. La bebé balbuceo algo haciéndolos reír a todos. Gustavo seguía dandole su papillas en la boca a la vez que él comía también, la imagen sin duda era algo hermosa para los presentes, en especial Aradia que no dejaba de mirarlos con ternura. — Me encantaría viajar así como tú – dijo Aradia. — Puedes venir con nosotros un día – soltó de la nada y la miró – Me iré el Lunes a Las Vegas, tengo una colega, pero al próximo viaje eres bienvenida. — Pues gracias, lo tendré en cuenta Gustavo – le sonrió. Y el rubio le devolvió la sonrisa seguida de un guiño. Horacio lo miró un momento, sabe bien quién es esa colega suya y no es una amiga cualquiera es un amante que tiene. Sasha, se conocieron hace mucho tiempo y ahora parece que no han terminado de tener contacto. El resto de la cena la pasaron hablando de los viajes de Gustavo, de cómo la bebé ha crecido mucho, hasta el momento en que Horacio y Volkov se fueron a lavar los platos. — Su cabello está largo – dijo Aradia que tenía a la bebé sentada en su regazo - ¿Pudo sacárselo? — Claro – le sonrió – Eres buena con los niños. — En un momento quise ser madre – carraspeó y decidió no seguir hablando de ese tema. – Entonces sólo estarás cinco días aquí. — Así es – sonrió mirándola un poco, tenía esa mirada de haber perdido algo. Pero no dijo nada más. - ¿Por qué? ¿Quieres darme un tour? — No es ningún problema, los puedo llevar a varios lugares – le sonrió – Conozco algunos donde ella puede jugar. — Perfecto, tú solo dinos cuándo y estaremos listos. — ¿Qué dices mañana a las 11:00? – Aradia lo miró un momento. — Me parece perfecto – le sonrió. Gustavo se quedó mirando cómo Aradia, una mujer que apenas conoció hoy, es tierna con su hija. Sin duda la imagen de ver a Aradia secándole el cabello a su hija, es lo más hermoso que pudo ver. Le hubiera gustado ver a su esposa hacer eso… […] — A si que tendrás una cita con Aradia ¿eh? – sonrió Horacio. — Claro que no – dijo Gustavo mientras secaba los platos. — Por favor, vi como babeaste por ella – Gustavo se sonrojo – Y también la vi a ella con Gen – suspiro – Gustavo deberías darte una oportunidad. — La acabo de conocer – puso los ojos en blanco – No es como si conociera al amor de mi vida. — Y Sasha lo es ¿no? – lo miro – Creí que ya no te veías con ella. — Lo que haga con ella no es de tu incumbencia Horacio. — Lo es si mi sobrina está ahí. — Ella es buena con Gen y la quiere – lo miro – Somos amigos ¿ok? — Está bien – suspiro. — Gustavo – llamo Volkov y los dos se giraron para ver como Gen caminaba hacia su papá. — Ven aquí nena – se agacho y espero a que su hija llegara – Eso eso preciosa – la cargo y le dio un beso en la mejilla, la bebé solo rió divertida. — Lo hizo hace un rato conmigo – sonrió – Pronto será imparable. — Eso – sonrió Gustavo dejándola en el piso de nuevo, tomó su mano – Bueno creo que – el timbre sonó. — Tu cita está aquí – sonrió Horacio. — No es una cita, solo me enseñara la ciudad. — Bien puedo hacerlo yo, tu hermano – reclamo – Pero irás con la mujer más deseable de Los Santos – le dio un beso en la frente – No hagas ninguna guarrada con mi sobrina presente. Gustavo sonrió negando con la cabeza, tomó la mano de su hija y caminaron poco a poco, Aradia estaba en la entrada esperandolos. Cualquiera diría que hasta se bañó para esa “cita” se había puesto jens y una playera negra, su cabello estaba suelto y tenía sus lentes oscuros, estaba un poco nerviosa, pero podía controlarlo. Entonces los vio, Gustavo un poco encorvado caminando de la mano de su pequeña hija. — No sabes lo tierno que te ves así – sonrió Aradia. — Prueba hacerlo tú, ya me dolió la espalda y no hemos caminado mucho – dijo Gustavo. — Sueltala y deja que venga a mí – Aradia se agacho y estiró sus manos, Gustavo soltó su manita – Ven aquí nena. Gustavo se cruzó de brazos y miro como su hija caminaba hasta esa mujer extraña, pero que raramente se sentía cómoda con ella. A los pocos segundos ella llegó sosteniéndose de sus manos y riendo. — Eso es Gen – sonrió Aradia – Hoy iremos a muchos lugares. — Tomaré su pañalera y nos vamos – sonrió Gustavo, volvió a la cocina para tomar su biberón. — Es super lindo con ella – sonrió Horacio. — Callate – sonrió – Los dos se callan – los miro y se fue. — ¿Qué hicimos? – dijo Volkov sonriendo. — Burlarnos en silencio – sonrió - ¿Crees que esto funcione? – lo miro. — Funcionó para nosotros – le dio un beso en la cabeza – Te aseguro que saldrá bien para ellos.
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