Max Bax no podía creer que “la meserucha” tuviera a alguien que la defendiera. Le dedicó una mirada fulminante al hombre que tenía frente a él. Era inconcebible que ella se hubiera atrevido a mojar su camisa, pero no perdería el tiempo con un bastardo — Ese tipo de gente, como es ella, aguanta ¿o no? —preguntó Max Bax a Helena con una sonrisa burlona. — Te agradezco que me hayas defendido pero no es necesario llegar a tanto —dijo la muchacha con apenas un hilo de voz a Pato. — Ya la escuchaste —dijo Max Bax. — No seas idiota, si no te gusta como trabaja simplemente déjala en paz —dijo Pato entre dientes saliendo de la fiesta. La chica que lo acompañaba esa noche, una mujer de cabello largo y castaños, se apresuró a unirse a él. Helena se sentía aturdida de lo que había pasado. Se