Nadando de un costado a otro, Rubí realmente estaba disfrutando del agua helada y fresca rodeando su cuerpo acalorado. Ni siquiera le importaba el fragante sol que había en el cielo despejado, su piel probablemente sería quien recibiría las consecuencias después al no haberse echado protector solar, pero… Valdría totalmente la pena si podía disfrutar relajándose un momento en aquella agradable piscina. No es que fuera tan grande como había estado en la casa de León, o más innovadora en su forma, solo era un cuadrado con las esquinas bajando en una escalera, pero podía realmente disfrutar bañándose en ella, a diferencia de la otra, en la cual el estúpido de su dueño no le había permitido ni siquiera asomarse por miedo a que arruinara su perfecta piel. Excusas, el bastardo simplemente no d