Capítulo 2

2726 Words
Molesto. Si Cyrus necesitara de una palabra para describir al jefe del aquelarre Butler, no sería otra más que esa. A Cyrus solo le había bastado una sola mirada en el vampiro pelinegro para saber que sería una molestia, y una totalmente pomposa. Mientras le mostraba la extremada e innecesariamente lujosa mansión de nada menos de tres pisos, Abel se había jactado de todo el dinero que poseía en lo que recorrían los pulcros pasillos, donde se podía apreciar su propio reflejo en el suelo de lo limpia que estaba. Tan solo recorrer el primer piso, Cyrus había detectado que la mansión de cierta forma era similar a la de su hermano mayor, con la diferencia de que la de Cedric, estaba bien dividida y no mostraba realmente un lujo innecesario. En cambio, la de Abel, solo se trataba todo de lujo y abundancia en tonos blancos, dorados y negros, con cuadros de conocidos pintores decorando sus paredes y jarrones carísimos y extraños llenando cualquier hueco vacío. Piscinas innecesarias en el interior, y otra en el exterior, salas de entrenamiento, jacuzzi, salas de entretención, un comedor extra grande, distintos salones, el despacho de Abel. Todo eso se encontraba en el primer piso y mucho más. Abel también había intentado mostrarle el segundo y tercero, pero tan pronto como su habitación había sido revelada, Cyrus lo había convencido de saltarse el tercer piso luego de que este anunciara que era donde principalmente se encontraban las habitaciones de sus empleados. Cyrus seriamente dudaba que realmente les había cedido todo el tercer piso a sus hombres, mucho más luego de ver lo pretencioso que era Abel, pero ese sería un tema que había dejado para resolver después. Especialmente luego de que el jefe Butler hiciera más de una insinuación sobre visitar su habitación mientras le lanzaba “la mirada”, aquella, que había presenciado tantas veces en el rostro de su hermano Cian cuando este finalmente escogía una presa. Lamentablemente para Abel, no estaba interesado en él, en lo más mínimo. Por eso se había molestado solo un poco cuando este insistió en perseguirlo fuera de la mansión tras anunciar que era hora de estudiar y ver en propia persona los lugares donde habían ocurrido las muertes y donde los cuerpos fueron encontrados. —Ya vamos a llegar —anunció Abel, recordándole su molesta presencia cuando “inocentemente” rozo su muslo con su mano. Observándole fríamente, el pretencioso hombre inmediatamente la apartó con una sonrisa de disculpa. —¿Quién fue encontrado aquí? —cuestionó cuando el auto comenzó a bajar la velocidad al aparecer más personas en las calles. —¿Uhm? —musitó Abel, observando distraídamente sus uñas. —¿Quién? —gruñó, logrando que el molesto vampiro con complejo superior le observara aparentando prestarle atención. —No sabemos sus nombres, las autoridades humanas aún no tienen nada —respondió y observó con obvio disgusto el exterior. —¿Siete cuerpos han aparecido y nadie ha reconocido un cuerpo? —cuestionó, sin poder creerlo. —Seis —corrigió Abel y luego señaló con su cabeza el exterior a través de las ventanas—. Como puedes ver, esta zona de El Cairo está bien poblada, y entre los civiles y turistas, es difícil reportar cualquier cosa —explicó. —Excusa —dijo, con tono duro. Cuando el auto se estacionó finalmente, Cyrus no perdió la oportunidad y se bajó del automóvil, observando a su alrededor. Sus ojos inmediatamente captaron la diferencia entre la zona en la que se encontraba la mansión de Abel y en la que se encontraban en ese momento, había demasiadas personas para su gusto, comerciantes, turistas, civiles, todos deambulando por las calles como si no hubiera un mañana, creando un lugar demasiado bullicioso para su gusto. —Generalmente, los vampiros nos encontramos en la parte alta —expresó Abel, observando con desdén su alrededor. —Los cuerpos. ¿Dónde? —exigió. Abel observó en su dirección y sonrió mientras alzaba su mano y chasqueaba dos dedos, logrando que uno de los cinco guardias que había sacado consigo, diera un paso delante. Cyrus lo observó, y sus ojos se entrecerraron levemente cuando ambos vampiros comenzaron a hablar en su lengua natal, árabe egipcio. —Por favor, señor Cyrus —indicó, moviendo su brazo para insinuar que lo siguiera. No muy feliz, Cyrus lo hizo, asegurándose de tener la suficiente distancia entre él y el jefe Butler, pero a la vez, lo bastante cerca para que no pudiera separarse y perderse. Aunque, sería algo difícil perderse cuando los cuatro guardias se habían movido para cubrirlos, dejando a ambas personas importantes en el interior mientras el otro guiaba el camino. —Aquí fue hallado uno de los cuerpos —anunció, deteniéndose en lo que era el inicio de un callejón—. Y por allá, hubo unas dos más —indicó, señalando el final. Observando a su alrededor, Cyrus notó que, de hecho, el callejón se había apartado ligeramente de la zona más transitada. Contemplando el callejón, reconoció que, siendo custodiado con la luz de la noche, era bastante fácil tomar a alguien desprevenido con tan solo estar caminando cerca. Y si se encontraba al final del callejón, tendría que dar una excusa muy buena para atraer a su presa a dicha zona obviamente cerrada. —¿Las farolas? —preguntó, señalando cada esquina de los edificios y casas. —Algunas funcionan y otras no —respondió Abel. —¿Dónde fueron encontrada las otras? —cuestionó. —Oh, no muy lejos de aquí —respondió y luego observó al guardia que los había guiado. —Allá, fueron encontradas dos más —anunció el guardia, señalando el lado contrario—. Por allá, otras dos y la última, en el siguiente pasaje, también en un callejón —informó. —Llévame —ordenó. El hombre observó a su jefe. —Obedece todo lo que te diga en este momento —ordenó Abel. El hombre asintió y luego comenzaron a caminar nuevamente, con Cyrus observando cuidadosamente cada lugar señalado, estudiándolo, imaginándose las formas en la que los humanos pudieron haber sido atraídos o convencidos de ir a dichos lugares solitarios. Abel, por otro lado, para ser el jefe de un aquelarre, no se veía para nada interesado mientras se concentraba en bostezar de vez en cuando, y observar fijamente el cuerpo de Cyrus cada vez que se agachaba o flexionaba un brazo, logrando que su camiseta de mezclilla se aferrara al musculo al igual que sus pantalones negros. Cedric tenía razón en sospechar. Cualquier otro líder que se hubiera encontrado en la misma situación, habría mostrado más interés. Demonios, más de una vez Cyrus había tenido que exigir que lo dejaran solo para poder hacer bien su trabajo cuando había viajado a otros países, pero Abel… El hombre parecía estar acostumbrado de que alguien más hiciera todo el trabajo para él, y eso no era un buen rasgo para alguien que era el jefe de un aquelarre. —¿Y bien? ¿Descubriste algo? —preguntó el molesto hombre una vez salió del callejón, volviendo con ellos. —Es extraño —anunció—. Llévame devuelta al primer lugar que me mostraste —ordenó. El guardia inmediatamente comenzó a caminar, y ellos lo siguieron. —¿Qué es extraño? —preguntó. —Los lugares, están apartados —respondió. Abel frunció el ceño, obviamente sin encontrar cuál era el problema de ello. —¿A cuántas cuadras estamos de la calle principal? —preguntó, observando al único hombre que parecía tener respuestas. —Una —respondió y señaló un edificio—. Doblando, estás en el centro nuevamente. Sin decir una palabra, Cyrus caminó siguiendo la indicación. —Oye, espera —ordenó Abel, apresurándose a seguirlo cuando fue obvio que Cyrus no lo estaba escuchando, ni lo haría. El cambio tras doblar fue radical para Cyrus, sorprendiéndolo un poco como otra vez estaban en el animado lugar bullicioso. —¿Por qué es tan animado aquí? —cuestionó. Abel, quien finalmente parecía tener una respuesta a sus preguntas, dio un paso adelante y alzó su mano. —Ahí, ahí, y ahí —anunció, señalándolos—. Esos lugares son los más populares y quienes realmente le dan vida a esta calle —explicó—. Pertenecen a un solo hombre, un humano llamado León Atkins, no tiene tanto dinero como yo, obviamente, pero podría decir que es quien más se asemeja gracias a su negocio principal —dijo, y señaló un edificio en específico. —The House del placer —leyó Cyrus, arqueando una ceja. —Aunque la apariencia no es la mejor, es un gran lugar lleno de prostitutos de todos los gustos —anunció—. El hombre también maneja espectáculos fabulosos, y tiene buen licor. Es un humano algo ególatra, pero es bueno tenerlo de tu lado —expresó. —¿La vida nocturna aquí? —preguntó, observando a su alrededor, detectando otras tiendas de licor un poco más pequeñas. —Alta gracias a The House del placer —respondió Abel. Cyrus frunció el ceño, pensativo, haciéndose ya una idea de cómo esas personas pudieron haberse alejado tan fácilmente y entrado en un callejón sin problemas. —¿Sabes si los cuerpos que encontraron pudieron hacerle un examen toxicológico? —preguntó—. Quiero saber cuánto alcohol tenían en su sistema o tal vez una droga. —Supongo que podría averiguarte por ahí —respondió y observó a su alrededor—. Ahí —dijo, señalando a un hombre—. Ve y pregunta por la información que quiere saber nuestro invitado —ordenó a uno de sus guardaespaldas. —¿Es un oficial humano? —preguntó Cyrus, reconociendo algo en la postura y el uniforme del hombre. —Sí, con la motivación suficiente, estoy seguro de que hablara —expresó, alzando su mano para restregar su dedo índice y pulgar. —¿Corrupción? —dijo con visible desagrado. —El Cairo no está en su mejor momento y las autoridades humanas lo saben —expresó, encogiéndose de hombros—. Si tienes dinero, obtienes poder, y si tienes poder, sobrevives —anunció, señalando los puestos donde se encontraban los vampiros trabajando y luego donde estaban los humanos. La diferencia era notable. Y lo que más destacó para Cyrus, fue percibir y observar cómo los humanos robaban y discutían con otros de su naturaleza, evitando los puestos donde se encontraban los vampiros, y las autoridades humanas, en vez de hacer algo al respecto, solo observaban a la distancia sin hacer nada, al igual que los otros vampiros. Si estuviera en su ciudad, donde Cedric gobernaba, las autoridades humanas habrían actuado inmediatamente, y no solo eso, sino que otro vampiro habría entrado a intervenir si se hubiera percatado de que la situación podría empeorar, era así como su hermano lograba que los humanos se llevaran bien con ellos. Pero ahí, en El Cairo, era todo lo contrario. Cada uno estaba por su lado, y como si eso no fuera suficiente, era obvio que los vampiros estaban en una mejor situación económica que la de los propios humanos, y en vez de querer ayudarlos, era bastantes arrogantes al respecto. —¿Es así como obtienes dinero? —preguntó, señalando algunos puestos donde los vampiros estaban. —Exactamente —asintió Abel, totalmente orgulloso de ello—. Tenemos nuestro propio negocio y nos alegra ayudar para aumentar el turismo con ello —expresó. —¿Por qué no les dan trabajo a los humanos desempleados entonces? —cuestionó. —Los humanos y los vampiros no se relacionan —anunció, con seriedad—. Demasiadas cosas malas suceden si te involucras con ellos, preferimos evitarlos de ser lo posible. —¿Cómo se alimentan tus vampiros entonces? —cuestionó, cruzando sus brazos sobre su pecho. —Hay una diferencia entre la comida, y relacionarse directamente con ellos —indicó—. Y The House del placer, es el lugar perfecto para encontrar presas disponibles por una conveniente tarifa de dinero —expresó. —No es comida, son personas —corrigió, molestándose ante la forma de referirse a ellos de Abel—. Te recuerdo, que la pareja enlazada de tu rey resultó ser un humano. —Lamentablemente —suspiró, negando con su cabeza—. No sé qué es lo que estaba pensando la diosa de la luna al unir a un simple mortal con alguien tan… —Una palabra más al respecto, y te arrepentirás —amenazó Cyrus, finalmente logrando que la molesta boca del hombre guardara silencio. Abel le observó entre molesto y curioso unos segundos, pero asintió, tranquilizando a los hombres que se habían tensado ante su forma de hablarle a su jefe. Lo peor de todo, es que Cyrus no podía tener una idea de lo que estaban hablando al no saber árabe, un idioma que definitivamente añadiría pronto a su lista. —Muy bien, volviste —anunció Abel cuando el guardia que había mandado a hablar con la autoridad humana se acercó a ellos—. Dinos, ¿qué te dijo el oficial? —cuestionó. —Aún no hay resultados —anunció. —Pero ¿pudieron hacer los exámenes correspondientes? —cuestionó Cyrus. —Con los cuatro primeros cuerpos no lo hicieron porque no pensaron que sería un caso de seriedad —indicó el guardia—. Y luego, con las siguientes víctimas, no tomaron mucho interés hasta que descubrieron las marcas de colmillos en sus cuellos —explicó. —No me dijiste eso —indicó, observando a Abel. —No tenía conocimiento de esa parte —respondió, sin verlo—. ¿Y lo que te mandé a peguntar? —presionó. —Con la última víctima recién relacionaron las muertes y mandaron a hacer los exámenes correspondientes, el oficial no estaba seguro de cuándo podrían estar listos los resultados —respondió rápidamente. —Bueno, solo nos queda esperar entonces —expresó Abel, con fingido pesar—. ¿Ya podemos volver a la mansión? Creo que deberías de tomar un pequeño descanso, acabas de llegar hoy, hace solo unas horas —le observó con aparente preocupación. —Estoy bien —anunció—. Iré a hablar con ese policía —anunció, alejándose sin otro aviso del grupo de vampiros. Algo le molestaba de lo que dijo el guardia, ¿cómo era posible que las autoridades humanas tuvieran seis muertes como para recién conectar los casos? ¿A caso no pudieron haberlo confirmado con los primeros cuatro cuerpos al ver los mismos círculos gemelos? ¿O la corrupción había llegado demasiado lejos? Porque considerando la arrogancia de Abel, más sus palabras y como fácilmente pudieron sacarle información al humano ofreciéndole solamente algo de dinero, daba algo de lo cual dudar. Apresurando su paso cuando percibió que podría perder al policía humano, ni siquiera se fijó en el cuerpo que se estrelló contra él directamente, logrando que su atención se desviara por unos segundos para sostener a la persona y así evitar que este se cayera al suelo. Pero aquellos segundos, se transformaron en largos minutos cuando su mirada se posó en aquellos grandes ojos de un inusual color turquesa con algunas manchitas café que lo volvieron bastante novedosos. Fue algo extraño, pero mientras más observaba Cyrus aquellos ojos hermosos, más atraído se sentía por ellos, ignorando totalmente todo lo demás, olvidándose de ello. En aquella mirada, había un extraño fuego vibrante de vida del cuál inexplicablemente, se sintió atraído. Y entonces, sintió como una mano más pequeña que la suya se deslizaba por su cuerpo mientras el chico murmuraba una disculpa tímida e intentaba alejarse para seguir con su camino, solo que, Cyrus no se lo permitió. —Esa mano traviesa ha tocado algo que no le pertenece —anunció, bastante tentado a remover aquel molesto velo rojo que le impedía ver otra cosa que no fuera aquellos hermosos ojos. El pequeño humano chasqueó su lengua con molestia y luego le observó, perdiendo toda timidez mientras le hacía frente. —No sé de qué me hablas —respondió, observándole mientras alzaba su mentón. Cyrus abrió sus labios, pero antes de que pudiera decir cualquier cosa, Abel tenía que hacer su molesta aparición. —Pero qué tenemos aquí, una pequeña rata ladrona —exclamó, observando al humano que seguía dentro del agarre de Cyrus.
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