Cyrus supo el momento exacto en el que entraron a Egipto, era un poco difícil no notarlo cuando a través de la ventana de su avión privado, lo único que podía apreciar eran colores terrosos como el café, naranjo, amarillo y el rojo degradado en distintos tonos más oscuros o claros.
Pirámides, esfinges, ríos y palacios aparecieron para reemplazar mansiones, edificios y parques de atracciones.
Sin mostrar alguna expresión en su rostro, Cyrus movió su vaso, logrando que el rojo contenido se moviera siguiendo su movimiento circular antes de llevárselo a sus labios, bebiéndose la sangre sintética que carecía de algún sabor en particular a diferencia de la que provenía directamente de un humano.
Levantándose de su asiento, Cyrus fue hacia el frente, donde se encontraba la cabina principal, y observó como el cuerpo de su piloto se tensaba instintivamente al sentirle en el mismo espacio.
Uno pensaría que con los años que llevaba a su lado, se habría acostumbrado a su silenciosa presencia poderosa, pero no era así, nunca lo era, y debido a ello, Cyrus prefería viajar por su propia cuenta la mayoría de las veces, pero era la primera vez que le tocaba ir hacia El Cairo, por lo que tuvo que aceptar algo de guía.
—¿Ya llegamos? —preguntó, observando el cielo a través del ventanal.
—Sí, señor Bozeman, en este momento estamos entrando a su capital —respondió, sin despegar la vista del frente—. En unos minutos más, estaremos aterrizando en el aeropuerto internacional El Cairo —informó—. Por favor, tome asiento y abróchese el cinturón.
Asintiendo, Cyrus volvió su lugar y siguió las ya conocidas instrucciones. Observando tranquilamente el paisaje a través de la ventana, estuvo totalmente ajeno al balanceo del avión mientras este se agitaba cuando sus ruedas tocaron finalmente el suelo, deslizándose por la pista hasta que se detuvo.
Cuando estuvo seguro de que aterrizaron en tierra de forma segura, desabrochó su cinturón y se levantó de su lugar para coger su equipaje, que consistía en una gran mochila con estampado militar y un maletín en el cual transportaba sus bolsas de sangre sintética.
—Señor Cyrus —llamó su piloto, saliendo de la cabina, pero quedándose bajo el marco de la puerta—. Me informaron que un integrante del aquelarre Butler le estará esperando afuera y su avión será guardado sin problema aquí en el aeropuerto para que pueda tener total acceso a él cuando lo quiera —informó, evitando su mirada.
—Bien, puedes irte —indicó, colgando su mochila sobre su hombro.
—¿No quiere que me quede por la ciudad? —preguntó, pero a pesar de ello, tu tono se oía horriblemente esperanzado.
—No, no creo que sea algo que pueda resolver en un par de días —respondió, dirigiéndose a la puerta—. No quiero retenerte más tiempo del necesario, puedes volver, yo manejaré de vuelta —anunció, observando como las escaleras se deslizaban ante él.
—Muchas gracias, señor Bozeman —expresó su piloto.
Emitiendo un sonido en su garganta, Cyrus movió su cabeza en forma de despedida y salió sin la necesidad de compartir más palabras.
Pasando una mano por su cabello, el vampiro hizo una ligera mueca cuando el fuerte sol golpeó directamente sobre él tan pronto como colocó un pie en el suelo firme pavimentado. Cruzando rápidamente la pista, Cyrus entró en el aeropuerto y fácilmente lo cruzó, esquivando cuerpos a su paso, hasta que salió.
Observando a su alrededor por el encargado de recogerlo, se acercó al único hombre con un cartel en su mano con su nombre y apellido escrito sobre este.
Parándose frente a él, observó al joven vampiro de piel morena que instintivamente se tensaba, retrocedía un paso e inclinaba su cabeza hacia atrás para poder observarle.
—¿Señor Bozeman? —preguntó, luciendo solo un poco aterrado.
—Sí —respondió, con un ligero gruñido que no mejoró la visión del contrario.
—E-es un gusto ver que haya llegado bien, señor Bozeman —expresó nerviosamente, retrocediendo otro paso—. Soy Salim, y lo trasladaré al aquelarre con el jefe Abel —informó, y señaló el cómodo auto n***o detrás de él antes de darse media vuelta.
Siguiéndolo en silencio, Cyrus resopló mentalmente cuando el joven vampiro casi saltó al pasar por al lado de él para subirse al auto y se acomodó en los asientos traseros, quitándose su mochila de la espalda para colocarla a su costado.
—¿Cuánto dura el viaje? —cuestionó cuando su joven chofer se subió detrás del volante.
—Una hora, señor Bozeman, tal vez un poquito más si contamos con algo de tráfico —explicó, echando a andar el auto, encendiendo el aire acondicionado para el alivio de Cyrus.
Mientras recorrían las calles, Cyrus contempló el mismo paisaje bullicioso a pesar de que el lugar era completamente distinto, pero él le observó sin verlo realmente, para nada interesado en la diferente cultura o estructura.
Después de viajar constantemente por distintas ciudades y países, estas iban perdiendo el encanto de a poco, y lo llamativo se volvía aburrido.
O tal vez solo se trataba de él, que luego de tanto tiempo haciendo lo mismo, simplemente ya… Lo tenía un poco hastiado, aunque no lo admitiera.
Llegar a un nuevo lugar, investigar, ensuciarse las manos e irse, aburriría a cualquiera, aunque hubiera algo de acción entre medio.
O también podría tratarse simplemente de que su hermano mayor hubiera encontrado a su pareja enlazada, Archie. No se quejaba de que Cedric lo encontrara primero, era el que más tiempo había vivido entre los tres y quien más lo merecía, pero eso no significaba que no le afectara en cierta medida.
Habiendo viajado por tantos lugares, países, ciudades e islas, sin poder encontrar a su pareja de sangre, no significa aquello que, al igual que su hermano, su pareja se encontraba en su hogar y no en otro país.
Esa era una duda razonable que había comenzado a surgir cada vez que se subía a su avión, y que le seguía también durante su trabajo.
A diferencia de sus hermanos, Cyrus no tenía tiempo para juguetear con otras personas ni de tener ni siquiera un amante ocasional, lo que solo aumentaba un poco sus ansias de encontrar a su pareja ideal, aquella que no le temería simplemente por su apariencia, ni saltaría si le gruñía, ni intentaría escapar asustado si le veía enojado.
Su pareja instintivamente confiaría en él, sabiendo que nunca podría hacerle daño de ninguna forma a pesar de su tamaño y fuerza, tal y como pasó con Archie y Cedric.
Sabía que no debía de desesperar, que, en el momento justo y menos esperado, su pareja aparecería ante él, tal y como le habían advertido, y como le había sucedido a su hermano.
Era solo… La soledad que rodeaba su corazón ya le estaba cansando.
Cuando su teléfono celular comenzó a sonar en el bolsillo exterior de su mochila, Cyrus salió de sus pensamientos y lo cogió, observando el nombre de su hermano mayor brillando en la pantalla.
—Cyrus —anunció tras contestar su llamada.
—Es bueno que hayas podido contestarme, escuché que la recepción no es muy buena en ciertas partes de El Cairo —expresó.
—Acabo de llegar —respondió y observó a través de la ventana—. En este momento me dirijo al aquelarre Butler —informó.
—Abel Butler, no lo conozco en persona, solo a través de los informes que me envía —expresó, pensativo—. Ninguno de ellos es realmente completo si lo comparo con el de otras personas —comentó.
—¿Por eso me has enviado? —preguntó, y sus ojos viajaron instintivamente hacia el frente, encontrándose con la mirada del joven vampiro, quien se sobresaltó al ser descubierto e inmediatamente la apartó concentrándose en el camino.
—En parte —aceptó—. Sus reportes son extraños y tardan en llegar. Ni siquiera me reportó sobre las extrañas muertes hasta una semana después de que ocurrieran y los medios hablaran de ellas —comentó.
—¿Extrañas muertes? —indagó—. ¿Nosotros estamos involucrados?
—No tengo muchos detalles al respecto, en realidad, como te dije, el informe de Abel tampoco es de mucha ayuda, por lo que por esta vez tendrás llegar comenzando desde cero —expresó, no muy feliz.
—De acuerdo, no es la primera vez que sucede —le recordó, descartándolo como si nada.
—Lo sé, pero me molesta la cantidad de cuerpos encontrados y el periodo de tiempo que hay entre ellos —explicó—. Demasiado corto y continuo, podría ser que alguien ha convertido a un humano en un vampiro o bien, un perdido que cayó en la sed de sangre —pensó.
—Si se trata de un perdido, los cuerpos no solo perderían toda su sangre, sino que también serían mutilados y descuartizados —indicó—. Con suerte habrían encontrado a una de sus víctimas, suena más bien lo que haría un grupo de rebeldes o un recién nacido que fue abandonado por su maestro.
—No hay ninguna parte en los reportes de Abel que diga haber perdido a algún integrante de su aquelarre, ni el haber aceptado otros o la solicitud de transformar a alguien —comentó.
—Si los reportes de este tipo son pobres e inadecuados, no sabes si te está diciendo toda la verdad —le recordó.
—Cierto —aceptó—. Estate atento una vez llegues, no confíes plenamente en él y contáctame cualquier cosa —pidió.
—Lo haré —asintió, a pesar de que no lo pudiera ver—. ¿Alguna otra cosa? —preguntó, cuando escuchó el sonido de una conversación sofocada del otro lado.
—Algo así —suspiró—. Archie quiere saber si te has encontrado con alguna persona llamada Dustin.
—¿Eso es algo de importancia? —preguntó, alzando una ceja.
—Con algo de ayuda, mi amado recordó a las otras personas que llevan la misma marca que él —anunció, llamando la atención de Cyrus con ello.
—¿Cómo es que los conoce?
—Resulta, que los tres estuvieron en las mismas casas de acogidas y orfanatos —explicó—. Eran amigos antes de que fueran separados y compartían aquella marca, por lo que tienes que fijarte que se llame Dustin.
—Dijiste que eran dos, ¿y el otro? —cuestionó.
—Se llama Dennis, pero apareció frente a Cian hace solo unos días —explicó.
—Entonces, solo quedo yo —murmuró, observando el cielo.
—Pronto aparecerá, Cyrus, solo ten paciencia —pidió.
—No lo sé —dijo, pasando una mano por su rostro—. He estado viajando por todo el mundo por mucho tiempo y mi pareja no ha aparecido, ¿y si está por allá? —expresó.
—Es una duda razonable —aceptó su hermano y líder—. Terminando este trabajo, tomate un tiempo y ven a descansar —expresó, algo preocupado.
—Lo pensaré —respondió.
—¿Has bebido sangre? —preguntó.
—Siempre la llevo conmigo —anunció, observando el maletín a sus pies.
—Me refiero a sangre humana, Cyrus.
—Sabes que prefiero evitarla de ser posible —frunció el ceño.
—Sabes que la necesitas en caso de encontrarte con un perdido, necesitas tener toda tu fuerza —reprochó.
—Cuando llega el caso consigo una fuente, pero soy bastante fuerte ya bebiendo de la sintética, no necesito de la otra —le recordó.
—Cyrus, sabes que no volverá a pasar lo que ocurrió con Cyndi, ¿cierto? Ambos eran jóvenes —expresó con tono algo compasivo.
—Hace tiempo que ambos dejamos de ser jóvenes —resopló—. Y no se trata de ella, simplemente no le agarré el gusto a diferencia de ustedes.
—No los estás obligando si ellos te dan permiso.
—Nunca he dicho lo contrario.
—Solo asegúrate de beber si te encuentras con alguien poderoso —ordenó.
—Lo haré —aceptó.
—Mantente en contacto y ve si Abel es realmente alguien de confianza —pidió.
—Lo haré.
—Ten cuidado, nos vemos —se despidió.
Despidiéndose también, Cyrus cortó la llamada y observó su teléfono entre sus manos.
“Realmente, soy el único que queda” pensó, con cierto pesar.
—Señor Bozeman, ya estamos llegando —anunció el joven vampiro.
Alzando su mirada, Cyrus contempló una gran mansión de tres pisos destacando frente a ellos.
—¿Todo el aquelarre vive ahí? —preguntó.
—No, señor Bozeman —respondió agitando suavemente su cabeza—. Solo las personas de más confianza y los empleados se quedan ahí, los otros vivimos en las casas que están a los costados —señaló y Cyrus observó las casas más pequeñas—. Necesitará comprar un velo para cubrir su cabeza —comentó el chico—. El viento a veces corre con arena, le servirá.
—Lo tendré en cuenta —respondió, observando finalmente como se detenían frente a la entrada de la casa.
—El jefe Abel le estará esperando adentro —prometió el chico.
Asintiendo, Cyrus tomó su maletín, abrió la puerta y salió del auto colocando su mochila sobre un hombro.
Subiendo los cinco escalones, Cyrus se detuvo y contempló a los dos guardias que custodiaban la puerta.
—Preséntate y dinos tu asunto —anunció uno de ellos, sin dejarse intimidar cuando Cyrus le observó directamente.
—Cyrus Bozeman, he venido a limpiar lo que ustedes no pueden —respondió, sin signo de burla ni nada, solo diciendo la verdad.
Y cualquier cosa que iba a decir el hombre, lo guardó cuando contempló sus ojos grises y luego rápidamente cayó al suelo, imitando a su compañero cuando este lo hizo.
—Señor Bozeman, sea bienvenido —anunciaron ambos y luego se levantaron para abrirles las puertas cada uno.
Cruzándola, Cyrus se encontró con un pequeño patio de interior bien cuidado y otra puerta, donde ahora un hombre vestido de blanco, con pantalones y una camiseta manga larga con detalles dorados y un velo sobre su cabeza, le esperaba con una gran sonrisa.
—Señor Cyrus —pronunció, bajando los dos escalones para cruzar la escasa distancia y tomar su mano—. Es bueno ver que haya llegado sano y a salvo a nuestro hogar —expresó—. Yo soy Abel Butler, el líder de este aquelarre.
—¿Alguna razón para que no llegara a salvo? —preguntó, su tono directo.
—No, por supuesto que no —sonrió escondiendo por un momento sus ojos azules que destacaban entre su cabello n***o—. Por favor —pronunció y chasqueó sus dedos.
Inmediatamente, dos mujeres se acercaron con su rostro cubierto por el velo, dejando libre solamente sus ojos mientras tomaban el equipaje de Cyrus.
—Lleven el equipaje del señor Cyrus a la habitación de invitados principal —ordenó.
Haciendo una pequeña reverencia, ambas mujeres se retiraron tan silenciosamente como habían aparecido.
—Por favor —pronunció y extendió su brazo señalando hacia la puerta—. Permítame hacerle un pequeño recorrido a mi humilde hogar —pidió, sus ojos recorriendo descaradamente todo el cuerpo de Cyrus—. ¿A menos que desee subir y tomar una ducha antes?
—Después —respondió—. He venido por trabajo, no por placer —le recordó, avanzando.
—Por supuesto, entiendo —asintió, siguiéndole—. Le haré un pequeño recorrido por el interior de la casa y luego por el exterior —indicó, caminando por el pulcro suelo blanco y bien cuidado.
—También necesito salir y explorar el camino —anunció.
—Claro, le presentaré a los guardias para que no haya ningún problema y entonces saldremos —aceptó.