EL TESTAMENTO REGRESA

1064 Words
LUCÍA Después de colgar sus amigas decidieron irse para empezar a alistarse, quería llorar pero no tenía intenciones de decepcionar a Andrés. Desde niños se sintió con una gran deuda hacía él, después de todo había asumido toda la responsabilidad. Solía verlo llorar, cansado de las largas jornadas de estudio para prepararse como heredero. Poco a poco dejó de jugar, de pintar, hasta que finalmente lo enviaron a un internado lejano. Los días que regresaba de vacaciones su abuelo era estricto con él, teniendo que encargarse de estudiar aún más, viniendo cada vez menos y no volviendo más para ir a la universidad. Estuvo lejos varios años y cuando volvió no podía creer lo que sus ojos veían. Ante ella estaba un hombre muy apuesto, con un olor delicioso y unos penetrantes, aunque fríos, ojos azules. Pensó con la cercanía podría verlo seguido pero el trabajo lo mantenía alejado de todos, solo rara vez llegaba a la casa a darle informes a su abuelo. En algunas ocasiones, aún más raras, cenaban juntos; ella lo interroga sobre sus viajes, él respondía con frialdad dándole datos vagos de los lugares que iba, pero siempre le traía un recuerdo, un pequeño muñeco del lugar, cada uno de los cuales guardaba como un tesoro. Porque para Lucía su persona favorita era Andrés, tratando de trabajar muy duro para algún día poder ayudarlo en la ofician y que quizás él pueda volver a pintar. Sonrió emocionada de que al fin podía empezar a hacerlo, tomó su cartera, llamó al chofer y salió de su casa. ANDRÉS Colgó el teléfono molesto agarrando su cabello con sus manos en señal de frustración, esa chica lo sacaba de sus casillas. La había envidiado siempre, pues a pesar de que el destino había sido cruel con ambos, ella recibió muchos golpes menos, pero ahí estaba queriendo más a costa suya. - Estamos de mal humor – entró Tomás a su oficina, este era su mejor amigo y mano derecha desde que había regresado al país. – ¿La niña se nos quiso portar mal? - Es una desconsiderada, con el teatrito de la pobre inocente que sufre. Quisiera que viviera la mitad de lo que viví- alzó los brazos y se recostó sobre su silla. - Cálmate abuelo, aún es joven, tienes muchos años por delante para hacerla sufrir. - ¿También me crees injusto con la pobre huerfanita? - Quisiera responderte pero no quiero tu mirada asesina antes de tiempo. - ¿Ahora qué pasó? - Como sabrás Lucía está cumpliendo 18 años y el testamento de su padre entra en vigencia con nuevas cláusulas – tragó saliva. - Conozco las cláusulas, a los 18 ella podrá confirmar a su representante en la empresa, quien administrará su patrimonio y acciones hasta que termine la universidad e ingrese a trabajar con nosotros, si llega a un cargo de dirección puede controlarlas ella misma, hasta ese momento no puede vender o traspasar sus acciones. Mi abuelo estuvo a su cargo y desde que cumplí 21 por esas cláusulas yo pasé a ser su representante. Su padre quería asegurarse nadie se aproveche de ella. - Sí, pero hay una parte que no conocíamos y me acaban de informar – su voz era baja casi susurrante. - ¿Otra parte? – se giró. - Resulta que hay una cláusula que rige desde ahora, si ella siendo mayor de edad llega a casarse puede traspasar las acciones a su esposo y él podrá dirigir todo, si bien no podrá venderlas hasta que ella cumpla los otros requisitos, puede quedarse con la mitad de la empresa sin problema. Y eso no es todo. - ¡¿Hay más?! - Tu abuelo llamó, quiere que le demos una pasantía de medio tiempo, como le va tan bien en los estudios está seguro de que ella podrá empezar a hacerse cargo de lo que le corresponde... Y como al parecer Santiago Montes está interesado en ella... Pues empezó a contar feliz que ambas familias puedan asociarse y tomar la dirección a futuro… - ¡Maldita sea! – bufó, lanzando todos los papeles. – No le bastó con dejarme todo lo malo a mí, ahora espera llegar con la mesa servida a tomar mi empresa. Me cree tan pendejo para hacerme a un lado y entregarle todo sin pelear. - Creo que ella no sabe lo que suce… - ¡No la defiendas! Escúchame bien, te toca elegir un lado y será mejor que pienses si estarás conmigo o contra mí. - Estoy de tu lado Andrés, soy tu mejor amigo, si vine a contarte esto es porque siempre te apoyaré. Solo no creo que ella sea una mala persona, pero sí creo que será un blanco fácil para que puedan aprovecharse. Como no la dejas salir, ahora que va a la universidad cualquiera podría aprovecharse de su inocencia. - Un blanco fácil – sonrió con malicia, porque ya sabía qué podía hacer. - ¿Qué se te ocurrió? – preguntó preocupado, conociendo a su amigo sabía que nada bueno podía ser. - Alguien va a aprovecharse de ella, ¿por qué no puedo ser yo ese alguien? - ¡¿Qué?! - Por favor, todos sabemos que soy su amor platónico, basta con verla unos minutos para notarlo. - No lo sé amigo, ella es más joven que nosotros, bastante bonita, hay chicos de su edad que deben estar atrás y ahora que ingresa a la universidad tendrá muchas oportunidades de darse cuenta que hay mejores que tú allá afuera. - Fulminó a su amigo con la mirada, quien solo pudo agachar la cabeza arrepentido de sus palabras. - Entonces debo darme prisa, el plan es simple. Voy a arrinconarla hasta que no tenga más opción que casarse conmigo. La enamoraré y lograré que me ceda todo. - ¿Y si no lo logras? - Pues la atormentaré tanto que va a firmar con tal de alejarse de mí. Ya es momento de que pague su deuda, si creyó que yo aguantaría todo lo malo para que pueda seguir entre princesas y unicornios por siempre, está muy equivocada.  Su mirada se volvió oscura, todo el dolor de su pasado había removido la ira que llevaba. Su amigo se arrepintió en su mente de haberle contado lo del testamento, pues había enviado a una pobre chica a la entrada del infierno.
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