CAPÍTULO DIECINUEVE Keri sintió una mezcla de emociones que no sabía que podían existir a la vez: esperanza, alegría, furia, miedo y determinación. Salió de su escondite detrás del auto y comenzó a correr hacia su hija, al tiempo que sacaba su pistola de la funda. Todavía estaba a unos buenos treinta y cinco metros cuando el hombre la vio. Sin decir palabra, sujetó por el brazo a Evie y la haló hacia la van. La niña miró para ver qué era lo que tanto lo había agitado y vio a su madre corriendo a toda velocidad hacia ellos. —¡Evie! —gritó Keri. Los ojos de su hija se agrandaron con el impacto. —¿Mami? —dijo, con una expresión tan familiar y tan ajena al mismo tiempo. Antes de que pudiera decir algo más, el hombre la metió en la van y cerró la puerta. Estaba abriendo la puerta del cond