CAPÍTULO DIECISÉIS Cuando Keri volvió en sí, se encontró en la parte trasera de una ambulancia por segunda vez en menos de dos horas. Esta vez estaba tendida en una camilla. Todo, desde el esternón hasta su vientre dolía. Una paramédico revoloteaba sobre ella, estudiando sus signos vitales en un monitor cercano. —¿Por cuánto tiempo estuve ausente? —preguntó Keri con voz ronca, sorprendiendo a la mujer, que no se había percatado que su paciente estaba ahora consciente. —Menos de cinco minutos, al menos según el tiempo que su colega me suministró —dijo, señalando con la cabeza la parte trasera de la ambulancia. Keri levantó la mirada y vio a Castillo parada justo afuera de la puerta trasera de la ambulancia. Estaba hablando con alguien que Keri no podía ver y su brazo estaba en cabestril