Capítulo 8

693 Words
Narra Leonor.   Pasó un tiempo y terminamos de comer el postre. Pagamos la cuenta y salimos de allí. –¿Cómo la pasaste? –Le pregunto. –Muy bien, gracias Leo. –Sabes que yo voy a estar siempre para vos. Entramos al auto y nos vamos. Al otro día, me desperté temprano y no hice ruido para no despertar a Julia. Me hago el desayuno y rápidamente me voy con mi auto al trabajo. Eugenio no me mando mensajes, se que esta enojado pero tiene que entender, mi familia está por encima de él. Más tarde, entro al trabajo y dejo mis cosas en mi oficina, a los minutos veo abrirse la puerta, parece que nadie le enseñó a tocar y mis ojos se abren al ver al gruñón. –Buen día, señorita Esposito. –Buenos días señor. Cierra la puerta y se sienta frente a mi. –No es fácil pero vengo a ofrecer mis disculpas, me comporte como un grosero. ¿En serio? Lo miro incrédula, yo se que el no está arrepentido, estoy segura. –¿Por qué me pide disculpas? –Usted sabe lo que paso. –En serio, yo se que sus disculpas no son sinceras y créame, no me interesa. –Seria.   Narra Anibal.   Parece que se dio cuenta, no se le escapa nada. –Muy bien señorita. – Sonrío. –No me interesa tener su odio, yo solamente trabajo para su hijo y le pido que se retire que estoy trabajando. ¿Quieres jugar? Vamos a jugar. Sonrío y ella me mira seriamente. –¿Algo más que quiera decirme? Se cruza de brazos, esta a la defensiva, me encanta. –Nada más. –Entonces puede retirarse. Sin decir nada más me voy, podía ver perfectamente lo molesta que esta, como estoy disfrutando esto. Camino hasta mi oficina y veo a mi hijo caminando hacia mi. –¿Le pediste disculpas? –Claro. – Animado. El asiente y sonríe. –Gracias papá. Palmea mi espalda y camina hasta la oficina de esa mujer.   Narra Lorenzo.   Golpeó la puerta y puedo escuchar su voz. –Pase. – Dice. Abro la puerta y me mira con atención. –¿Si? –Vi salir a mi padre de aquí, se disculpó. –Si, una linda manera de disculparse. – Sonríe. –No la entiendo. Se ríe y niega. –No pasa nada, ¿Qué necesita? –Quiero hablar con usted. Tomó asiento y miro sus ojos. –Dígame. –No se como decírtelo. – Trago saliva. –No me tenga miedo. Me rió y ella me mira confundida. –¿Usted tiene novio? Frunció el ceño, estoy haciendo todo mal, me siento un tonto. –Si pero en realidad, no estamos tan unidos. –Suspira. –Se que con lo que te voy a decir no está bien pero me gusta y mucho.   Narra Leonor.   ¿Qué?  No me puede decir eso, nos estamos conociendo ahora, en realidad me parece atractivo pero no me lo puede decir, el es mi jefe y para mi, eso está prohibido. –Usted es mi jefe. –Lo se. – Me mira. – Pero me siento atraído hacia vos. Suspiro y me acomodo. –No tendría que haber dicho eso. Logró ponerme nerviosa, aunque me guste, no puedo hacerle mal a Eugenio y estar de pareja con mi jefe es lo peor, el amor no tiene que interferir con el trabajo. –Lo siento pero tuve que decírselo. –No va a cambiar nada, usted es mi jefe y nada más. Se levanta y hago lo mismo, se estaba por ir pero lo detengo. –Perdóneme pero es para evitar problemas. –Lo se y no la voy a obligar a hacer algo que no quiere. –Gracias. – Sonrío. Me siento tan mal pero es lo mejor, que no haya nada entre nosotros. Se fue de mi oficina y me senté en mi asiento, que mañana tuve. Paso otra jornada de trabajo y sali de la empresa, después de esa confesión no volví a verlo en todo el día. Entro a mi auto, pongo las llaves en la cerradura y arranca pero el auto empezó a sacudirse. Salgo del auto y suspiro al ver una goma del auto pinchada y lo peor de todo es que es la goma de auxilio. –Por todos los santos. – Enojada. Me quedo en la calle esperando un taxi y veo a Anibal en su auto. –¿Por qué está parada ahí? –Nada, estoy contemplando el día. – Digo con sarcasmo. Se baja del auto y mira el mio. –¿Tienes la rueda de auxilio?
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