Eleanor camina de un lado a otro buscando una solución para poder sacar al hombre que ha invadido su hogar. Ella lo mira desde la cocina y ve furiosa al hombre cómo se acomoda en el gran sillón de la sala, con tal confianza y desparpajo.
Su confianza es tal, él actúa como si esa fuera a su casa realmente. Cansada de tener tanta tensión en su cuello la mujer se pasa la mano y masajea la zona dejando salir un gemido. Nunca ha estado en una situación semejante.
No le queda otra cosa que hacer y si quiere darle tiempo a que su padre llegue y solucione el daño que él mismo causo, por eso debe hacer lo que el invasor quiere, por ahora.
—Ana María por favor arregla la habitación de mis padres— dio la orden a la mujer mayor con cierta reticencia.
—Señorita ya se está limpiando— dijo la mujer sin mirarla pues está ocupada— Anita la está cambiando las sabanas y haciendo el aseo. Respondió la mujer que en ese momento está entregada en lavar los platos de desayuno— ¿Señorita el señor va almorzar también?— le pregunto con curiosidad. Ella no presta atención a la estresada joven.
Eleanor se siente desesperada y suspira frustrada.
—Al parecer si se va a quedar almorzar. Él está esperando a mi padre para hacer un negocio— dijo sola para ella creerlo, pero el rancho ahora mismo era del intruso que esta acomodado en su sillón favorito.
—Ana María – Eleanor la miró con el rostro tenso – saca todas las pertenencias de mis padres. Desaloja la habitación.
La mujer que lava los platos en ese momento la mira con sorpresa, sin embargo no discute aquella orden.
—Sí señora — le respondió rápidamente la mujer. Ella se lava las manos y sale a la habitación para cumplir la orden que ha dado la patrona.
Eleanor al quedar sola en la cocina solo piensa en cómo sacar a ese hombre que le pone los nervios de punta. Ella nunca se ha sentido incomoda con ningún hombre, pero este tiene el don de incomodarle y hasta ponerla nerviosa. ¿Será miedo?
Ella sacude la cabeza para sacar tantas ideas absurdas, solo es preocupación por perder el rancho.
Es tanto, que sin saber deambula por la cocina buscando que hacer. Suspira profundo. Ella no sabe ni cocinar pero en esos momentos no sabe qué hacer.
Volvió a suspirar con desesperación y decidió volver a la sala donde se encuentra aquel hombre muy relajado.
—Mire señor Carter… — el hombre que está muy pensativo gira su rostro y la mira y ella ve él como traga la saliva. Sus ojos se centran en como baja y sube la manzana de Adán, esto causa en ella una sensación agradable. Se lame los labios— Mire señor Carter, ya le hice arreglar la habitación. Pero debe de esperar a que vengan mis padres para…
El hombre se levanta abruptamente y se acercó a ella y la miro con sus ojos avellana. Los ojos de él brillan con cierto brillo de lujuria. Las fosas nasales de ella se llenaron con la fragancia cara de la loción de él, ella se estremeció de placer.
—No me importa si vienen o no tus padres— él se la acercó un poco más y él se embriago con el aroma del cuerpo de la chica que lo fulmina con la mirada. Olía a frescura de campo y a flores, no era un olor empalagoso como las mujeres que él conocía en la ciudad. —Quiero la habitación porque necesito dejar mi equipaje además quiero evaluar mis bienes adquiridos en esta transacción.
Ella frunció el ceño por aquellas palabras están estiradas. Según su apariencia él parecía un vaquero común y cualquiera. Ella lo mira extrañada.
—¿De qué habla usted?— él arqueo una ceja al escuchar la pregunta de la joven. Se había olvidado que se iba hacer pasar por un vaquero ignorante. Así que simplemente elevó los hombres y le restó importancia a lo que ella le pregunto.
Sin darle tiempo él la tomo del brazo y buscó el camino a la habitación principal.
—¿A dónde vamos?— Ella se azaro nerviosa pues su contacto la estremecía al sentir aquel calor que le invadía todo el cuerpo.
Él la miró y sus ojos brillaron.
—“A nuestra futura habitación matrimonial”— pensó con cierto deleite. Sonrió ante aquel pensamiento. Nunca antes se imaginó estar casado con alguna mujer.
—¡Oiga!— exclamó la joven sorprendida porque no le soltaba el brazo y caminaba con ella hacia las habitaciones de la casona.
Él se detuvo y la miro a los ojos.
—A la habitación donde a partir de hoy voy a dormir – le respondió con soltura y confianza.
Ella se sorprendió al ver cómo la guía por la gran casona con cierta precisión como si él ya la hubiese conocido. Trato de zafarse de su agarre pero sólo consiguió que él la sujete aún más con fuerza.
—Podría por favor soltarme— le refunfuño la joven pero solo consiguió que él al atosigara aún más.
—No molestes— se burló de la mujer— estoy desesperado por ver nuestra….—sonrió con picardía.
Ella apretó la boca para contener su nerviosismo y su furia que comenzaba a crecer con lentitud.
Ambos subieron hasta la habitación. Él sin soltar el brazo, pues se deleitaba con el contacto físico. Tocar aquella piel tersa lo llena de emoción. Quiere probar y adueñarse de ese cuerpo que lo trae loco desde el momento en que la vio.
Llagaron a la habitación y él exclamo con alegría.
—¡Esta es la habitación que quiero!— señaló la habitación grande e ingresaron.
Dentro de la habitación se encontraba Anita que está recogiendo las pertenencias de sus patrones.
—Lo siento señorita Eli —dijo la joven un poco aturdida por la presencia de los dos— mamá me acaba de indicar que debía sacar las pertenencias de sus papás –comento muy nerviosa. La chica sentía cierto temor pues la mirada de aquel hombre le atemorizaba.
Daniel recorrido con su mirada la habitación río en su mente. Aún conserva la mayoría de las pertenencias que eran de su familia en el pasado.
Luego soltó a la chica y se arrojó a la cama con cierta soltura qué hizo que la chica sintiera vergüenza ajena, ella apretó la boca.
—Al parecer usted nunca se ha acostado en una buena cama— le recriminó con odio. También sus palabras había cierta burla— ¡Pobre hombre!
Él al oírla se dio cuenta de que ella se burlaba de él. Él la miro a los ojos y vio en ella un brillo maravilloso. Ella era vida y transparencia. Decía lo que pensaba, no hay hipocresía alguna en ella. Eso, a él le gusta cada vez más.
Así que se levantó de la cama y dijo con cierta burla mirándola a los ojos.
—No, nunca he podido dormir en una cama cómo está, pero ya muy pronto dormiré todas las noches y muy bien acompañado— él rio cuando vio la expresión del rostro de la chica.
Al escuchar aquella frase la chica simplemente salto como si cayera en fuego.
—En mi rancho— grito furiosa— usted no va a traer zorras ni nada por el estilo.
Él la miro y sonrió al ver las mejillas rojas y en pose de pelea.
—Me referida a mi esposa— la miro — voy a dormir con mi esposa y le voy a hacer muchos hijos.
Mientras él habla la mira y la joven puede sentir las caricias, estremeciéndose notablemente. Con la mejillas rojas ahora por la vergüenza.
—No me importa si es tu mujer o no— siguió gritando furiosa — en mi rancho usted no va a meter a nadie.
Él sonrió y se le acerco con suavidad para que ella no temiera. Tomo una hebra de cabello y la coloco detrás de su oreja.
—No hables a la ligera— le dijo con suavidad cerca de su oreja. El calor de su aliento recorrió el cuello de la mujer y esta sintió cuando cada vello se erizó y una corriente endureció sus pezones y como su v****a palpita causándole un dolor muy agradable. Algo que ella aun no experimentaba con otro.
Ella retrocedió rápidamente para poner distancia entre los dos. Él se percató que a ella le afectaba su cercanía. Esto lo llena de júbilo.
—Hasta que venga mi padre – ella levanto la mano y lo señalo con furia. Esta molesta porque ese hombre la pone a mil y no está muy contenta por tener esa debilidad— ¡Hasta que él venga usted no hace nada!
—Cuando él venga— la miro y respiró muy profundo— vamos a solucionar pronto nuestro…—se le acerco pero ella retrocedió nerviosa— nuestro problema.
Ella furiosa se giró sobre sus talones y antes de salir de la habitación lo miro con furia.
—No saque nada de su maleta— le dijo mordaz— porque más pronto que tarde se larga de este lugar.
Él dejo salir una carcajada que la molesto.
—No cariño— dijo mientras seguía riendo— ahora además del rancho hay algo que me gusta mucho más.
La chica salió y llego hasta la oficina de su padre y se sentó en el escritorio y se agarra la cabeza.
—Tonta— se dice en el silencio de la oficina— como te puede gustar alguien tan mezquino como ese hombre.
De repente uno de los vaqueros se asoma a la puerta.
—Señorita— dijo el joven vaquero— el profesor Jairo la esta esperado en el establo. Quiere hablar sobre su palomino.
Ella miro al vaquero.
—Dile que ya salgo para allá— le respondió con el rostro agrio.— ¡Tucán! Lo llamo— por favor está atento al huésped que llego, por lo menos hasta que mi padre llegue.
—Si señorita— le dijo el joven vaquero— estaré pendiente del señor.
Ella se levantó y camino con dirección al establo donde se encuentran varios palominos que están para la venta.
El hombre al verla sonríe complacido. Lleva tiempo ilusionado con la joven que poco a poco está enamorando.
—Hola cariño— la saluda con un beso en la mejilla— ¡Estas hermosísima!
Ella lo recibe con cariño.
—Hola Jairo— dice recibiendo el beso y ella también dando uno.
Ellos ignoran que alguien los mira desde la ventada que está en el segundo piso. Los ojos avellana se entrecierran molestos y una boca se aprieta con furia.
—¿Qué paso que no fuiste hoy al desayuno con mi madre?— le preguntó él tomándola de la mano— mamá quería charlar contigo.
Ella se ruborizo avergonzada.
—¡Dios lo lamento tanto!— dijo apenada— se me olvido completamente.
Ella suspiro y Jairo se dio cuenta de su tristeza.
—¿Qué pasa? Cariño —Caminan tomados de la mano con dirección al establo.
—Oh Jairo— dijo ella llena de angustia— mi padre volvió hacer de las suyas— le comento con dolor.
Jairo la miro con abatimiento. Siempre era lo mismo con ese hombre. Él suspiro.
—Ya saldrán delante de este percance— la abrazó por los hombros para consolarla. Ella se tensiono.
—¿Viniste a ver el palomino?— le pregunto ella para disimular su problema— esta hermoso.
Jairo la miro muy serio.
—¿Pasa algo más?— la tomo por los hombros para que ella lo mirara de frente –dime lo que está pasando realmente.
Ella bajo la mirada triste.
—Mi padre se jugó el rancho a los naipes y lo peor de todo, lo perdió— comenzó la joven.
—Pero lo puede recuperar, siempre ha sido así— la consoló— solo no pierdas las esperanza y en especial la cordura.
Ella lo miro y una lágrima salió de sus hermosos ojos negros.
—No Jairo. Él perdió el rancho – limpio otra lágrima que rueda por su mejilla— y él ahora está en el rancho y se va a quedar.
Jairo se tensó.
—¿Cómo así?— dijo molesto— ¡No te puedes quedar en el rancho con un desconocido!— exclamó alarmado.
—No sé qué voy hacer—limpia cada lágrima que escapa de sus ojos. A ella le molesta verse débil ante los demás.
Jairo miro a los alrededores mientras pensaba en solucionar aquel impase.
—Nos vamos— la miro y con su mano levantó el rostro de la chica que llora— vamos y te quedas con mi madre hasta que venga tu padre y solución lo que van a hacer.
A ella esa idea le pareció buena sonrió con temblor en los labios.
—¿De verdad me puedo quedar con doña Berta?— le pregunto con nervios. Ella presiente que algo malo va a pasar.
—Claro que si, cariño— la besó en la frente— ahora si quieres ya mismo nos podemos casar y así no pensaras más en los problemas que causa tu padre.
Ella lo miro y sonrió.
—Pues no sería mala idea— y rio intranquila.
Cuando se giró se encontró con unos ojos avellana que la fulminan con odio y desprecio.
—¿Te piensas ir?—le pregunto el hombre que acababa de llegar al rancho.
Ella se tensó al verlo y sus labios se resecaron, ella los humedeció con su lengua. Este gesto no pasó inadvertido para ninguno de los dos hombres—
—Si te vas, pierdes la oportunidad de recuperar el rancho— sin decir una sola palabra más, pasa por encima de Jairo y lo fulmino con su mirada.
Ella miro su ancha espalda y sus bien formadas caderas. El maldito parecía domador de toros.
—¿Qué?— exclamó furiosa.
Capítulo 4
Después que Eleanor saliera de la habitación principal Daniel quedo solo en la habitación. Venía a él muchos recuerdos de su antigua casa, de su antigua vida.
Se acomodó en un sillón que da para uno de los establos donde se divisa el potrero que están sacando un ganado que lleva una marca de hierro. DC. Sonríe al ver aquella marca. Con trampas y engaños les compro a Hampton una gran parte de ganado y todo está en ese rancho.
Recostó su cabeza sobre el espaldar del cómodo sillón y cerró los ojos y recordó cada uno de los detalle de lo que pasó hace veinticinco años atrás.
Él solo era un crio, tenía seis años y su madre estaba embarazada de su hermana Jessie.
Un hombre blanco con acento extranjero se hizo amigo de su padre. Un pobre campesino que solo amaba y vivía para el campo. Su mayor riqueza era ese rancho que le había heredado su madre al morir. Era el sustento para él y su familia.
Abraham Hampton y su esposa Madeleine llegaron con mentiras y engaños y aprovechando la ignorancia lo robaron una noche.
Hicieron un juego de carta sin ninguna apuesta y dejaron ganar al campesino varias veces solo para ponerle el señuelo y este cayo.
Su padre ingenuo jugo sin saber las nefastas consecuencias.
—Entonces, hacemos una apuesta— pregunto con una sonrisa amable, Hampton al hombre.
—Yo…no sé— dijo con muchas dudas. Él no sabía que su falso amigo le estaba poniendo una trampa.
—Tranquilo amigo— lo escucho decir. Él se encontraba bajo la escalera que lo lleva al segundo piso— todo esto es un juego.
—Pero señor— dijo el nervioso hombre— yo no tengo nada que apostar— dijo con una sonrisa nerviosa.
—¡Como que no!— dijo riendo con sencillez— puedes apostar una gallina, un ternero. Yo en cambio cubro la apuesta con dinero. Si tú ganas el dinero te ayuda a salir adelante.
El campesino lo escucha con atención.
Y así lo hicieron. Los ojos de aquel niño brillaban de emoción al ver como su padre gana una mano tras otra.
—Qué suerte tiene amigo mío— dijo Abraham Hampton falsamente— podemos hacer una apuesta mayor.
El ingenuo campesino emocionado porque esta ganado no presta atención a la verdadera intención del hombre y de su esposa.
—¿Una apuesta mayor?— dijo emocionado por todo el dinero que esta sobre la mesa— ¿Cómo qué?
El hombre blanco de ojos azules lo miro sagaz.
—¿Qué tal el rancho? – le mostró varias fajillas de dinero— y yo apuesto todo este dinero.
El campesino nunca en su vida había visto tanto dinero junto.
–Yo el rancho jamás lo aportaría, porque es de mis hijos. Ellos son los verdaderos dueños.
Desde el rincón el niño observa todo.
El extranjero apretó la boca y el niño vio cuando le hizo una seña a la mujer que lo acompaña.
—Madeleine— dijo con voz suave— dele un juguito de los que trajimos a mi amigo.
La mujer se levantó y murmuro sobre lo que le molesta en gran manera de atender a campesinos mal oliente.
El niño desde donde esta escucha y ve todo.
—Aquí tiene, buen hombre— dijo con cierta burla en la voz.
El campesino bebió la bebida que lo mareo y no supo ni cómo ni cuándo firmo unos documentos donde cedía todos los derechos del rancho.
El niño camino hasta donde duerme su padre y escucha decir a la mujer.
—El maldito estúpido ni siquiera diferencia los billetes falsos de los verdaderos— ríe a carcajada.
El timbre del teléfono saca a Daniel de sus tormentosos recuerdos.
Lanza un suspiro al reconocer el número de su teléfono.
—Hola Imelda— saluda con voz tranquila.
—Hola cariño— dijo la dulce voz por la línea— ¿Cómo va tu viaje?
Él suspira ahora preocupado por lo que va preguntar.
—Mi viaje va bien sin contratiempo— respira profundo— ¿Y la prueba del embarazo?
—Salió positivo, mi amor— ríe emocionada a través de la línea— ¡Vamos a ser padres!
Él siente como si su mundo cayera a pedazos. No siente ningún tipo de alegría. Él pensó que cuando una mujer le diera esa información de que espera un hijo para él sería algo muy especial.
—¿Cuánto tienes?— le pregunto disimulando su molestia.
—Voy para ocho semanas— dijo melosa— estoy tan feliz. Mi primer hijo con el hombre que amo. ¿No estás feliz, mi amor?
—“¿Qué si estoy feliz? No”— se respondió él mismo.
—Sí. Lo que pasa es que no me esperaba esta buena noticia— le respondió con cordialidad – apenas vaya a la ciudad celebramos este acontecimiento.
La chica en la línea se percata que él no está feliz con la noticia así que decide presionar un poco. Él era el mejor partido y no lo piensa dejar escapar. Lo ha atrapado con un hijo. Y eso era una jugada maestra.
—Daniel, sino quieres a mi hijo no hay problema— comenzó las palabras elaboradas de la administradora de empresa— yo tengo mi profesión y los dos podemos salir a adelante solos. No piense que mi hijo puede ser una atadura para ti. Al fin al cabo un niño más en el mundo sin padre qué más da.