Capítulo 5

1476 Words
Estas palabras golpearon el orgullo del hombre. —Yo me hago responsable de mi hijo— dijo cortante— lo que pasa es que estoy en un proyecto que me está quitando tiempo y  energía. Él se levantó y se quedó mirando por la ventana. Sus ojos avellana se quedaron mirando  un auto rojo que acaba de llegar. Vio como un vaquero se acercó al hombre que bajo del auto. Este venía con pantalón vaqueros, sombrero y camisa por dentro del pantalón. Se nota elegante y con buenos ademanes. Daniel frunció el ceño. Sus alarmas se encendieron. El vaquero con el que habla sale corriendo para la casona. —¿Amor?— pregunta la joven inquieta— ¿No me escuchas? Él sigue pendiente del hombre recién  llegado. Lo ve ingresar a uno de los establos y un rato después lo ve salir y encontrarse con la chica que a él le llama tanto la atención. Por primera vez siente como su estómago se revuelve y cierta incomodada lo llena. Desde donde él esta puede ver como el hombre besa a la mujer y ella lo recibe con amor. —Maldito imbécil— exclama molesto. —¡Daniel Carter!— grita la mujer molesta por ser ignorada— ¿Qué pasa contigo? Daniel no la escucha porque está concentrado en las caricias que el fulano le hace a la  chica. —Maldito cretino…—murmura furioso. Daniel aún tiene el teléfono en su mano y lo aprieta con furia. Se siente confundido  con respeto a la mujer. Sin pensarlo cuelga el teléfono y lo guarda en el bolsillo del pantalón. Sin pensar  baja la  escalera    y sale  al establo tenía que evitar  que ellos   tuvieran una relación íntima. Él sería una piedra de tropiezo para evitar que  le quiten a esa mujer. Su cuerpo se tensó cuando escucho que el hombre le proponía que se fuera a la casa de alguien. Ese hombre  quería sacarla de la casa para tenerla lejos de su alcance. —“Si yo lo permito”— pensó molesto. Ella se giró y vio cómo su cuerpo se tensó al verlo. Esto le causo una nueva sensación en él. Le gusta  saber que causa un efecto en ella. Ella al verlo su corazón latió como si fuera a salir de su pecho y sus labios se resecaron, ella los humedeció con su lengua por los mismos nervios que él  le produce. Este gesto no pasó inadvertido para ninguno de los dos hombres. Daniel miro rápido a Jairo y lo fulmino con su mirada, ya lo detestaba. —Si te vas,  pierdes la oportunidad de recuperar el rancho— sin decir una sola palabra más,  pasa por encima de Jairo y con su cuerpo lo tropieza para provocar  una pelea pero el maestro lo deja pasar. Daniel  lo fulmino con su mirada cuando Jairo lo mira a los ojos. Ella perpleja  miro su ancha espalda y sus bien formadas caderas. El maldito parecía domador de toros. Y además, ella noto la agresividad  de él contra su amigo. —¿Qué?— exclamó furiosa. —“Que le pasa a ese hombre” pensó. — ¡Yo no voy hacer lo que ti te dé la gana!— le grito. Él al escucharla se gira y se acerca rápidamente a ella. Ella tiembla nerviosa y excitada. Él suavemente se inclina sobre su oído. —Tu y yo tenemos una larga historia por iniciar— la respiración de él cayó sobre el cuello de la joven. Quería besarla y hasta marcarla como suya—   si te vas del rancho  no le doy la oportunidad a tu padre de recuperar el rancho. ¡Estas advertida! Se irguió nuevamente y sin mirar a Jairo se marchó para uno de los corrales. Desde allá veía a la chica que ahora discutía con el hombre que quería  llevarla fuera del rancho. —¿Cómo te llamas?— le pregunto al vaquero que se le acerco y comenzó a hablarle del ganado. —John Ávila— le respondió cortés — pero me llaman el Tucán. —¿El Tucán?— rio al oír el comentario— y eso por que  El joven de unos veinte tantos años lo miro. —A porque una vez me vestí con una camisa amarilla y un pantalón azul, y la señorita dijo que parecía un tucán— rio con alegría— la niña Ely es muy buena. No se parece en nada    sus padres. Daniel se tensó. —¿Te  gusta tu patrona?— se puso a la defensiva. El joven miro a la pareja que aun discutían. —Ella es muy noble y está pendiente de cada trabajador. Nos ayuda de la mejor manera. Pero solo es eso una buena patrona, señor ¿Usted se va a demorar por el rancho? Daniel suspiro. Realmente iba a hacerle daño a una buena chica. —Este rancho es mío— dijo cortante— a partir de hoy van haber muchos cambios— lo miro a los ojos— espero contar con cada uno de ustedes. El joven se quitó el sombrero. —Lo siento patrón, no sabía que los Hampton habían vendido el rancho— dijo lago confundido— y hasta mejor para que no se hunda en la ruina. Él sonrió con perversidad. —Ellos no lo vendieron, lo jugaron en un casino y   yo tuve un  golpe de suerte y lo gané, con todo lo que tiene. Muebles y animales. —¡Wow!— exclamo el chico— entonces bienvenido a su nuevo rancho, señor. —Gracias,  John— le extendió la mano y la estrecho— todos ustedes conservaran sus empleos. No habrá cambio alguno. El hombre joven sonrió complacido al saber que ellos no serían despedidos. —¿Y el viejo capataz?— Le pregunto. —Él más que todo.  Todos  conservan su puesto— aclaro el hacendado— ahora dame una vuelta para conocer el rancho, por favor. —Si señor— dijo el joven y lanzo una mirada a la chica que aun discutía con el maestro. —Ella no lo va a tomar nada bien— dijo John.— Ella adora este lugar. Siempre ha soñado con casarse y  que sus hijos administren el rancho— comentó el joven. Daniel miro a la chica que ya se dirigía a la casona. Por su forma de andar se nota que está muy enfadada. —Quien quita y se case pronto y comience a parir a diestra y siniestra— dijo con cierto misterio en su voz. —La verdad es que no veo al maestro cuidando vacas— dijo el vaquero. Daniel comprendió que el joven  veía casada a la chica con el maestro y esto lo molesto. —No me refería a él— corto con brusquedad— vamos por allá. Quiero ver aquellos pastizales. Los dos vaqueros comenzaron a caminar y el joven le indica  todo, más Daniel no comentó que él ya conocía todo. Por horas revisaron portones, portillos, cercas, establos, bebederos, saleros. —El rancho está muy descuidado— murmuro molesto Daniel— ¿Acaso el antiguo dueño no lo cuidaba? El joven elevo los hombros, pero se mantuvo callado. Daniel comprendió que Hampton solo sacaba ganancia pero no invertía en el rancho. Era un mal ranchero. Regresaron a la casona el vaquero lo dejo solo y él regreso a la casa.  Él llego todo sudado y con tierra encima por la larga caminata. Lo   primero que vieron sus ojos al entrar por la puerta de la casona fue a una mujer con cabellos largos negros tejido en una trenza que lo espera con cara de pocos amigos. Él suspiro. Si cada día iba a estar  lleno de tanto jaleo la iba a pasar muy bien. —¡Mira cretino!— le  grito la joven cuando él apenas cruzo la puerta. Él arqueo la ceja y le sonrió. —Dime, cariño— dijo con perversidad solo para  provocar más la ira en la chica. —Cariño sus…— se atraganto con las palabras— no te vuelvas a meter en mis asuntos. Él solo caminó hacia la sala de estar. —Cariño ¿Cuándo vamos almorzar?— dijo sin prestar atención a las palabras airada de la chica— tengo mucha hambre y si vamos pelear al menos aliméntame primero. La mujer abrió los ojos tan grande como pudo y comenzó a echar   sapos y serpientes por la boca cuando salió de la sala. Quería destaparle la cabeza para ver si sangraba. —Al parecer nos vamos a llevar de maravilla— exclamo él con una sonrisa en su rostro. Ahora está más que decidido a tener a esa mujer a su lado. Se sentó en su sillón favorito. —Aunque tengo un maldito problema— hablo solo— mi querida Imelda  
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