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1812 Words
No sabía cómo proceder en este momento, pero sentía mis mejillas arder y mi corazón latir como un tambor por ese detalle. —Chris me dijo que debía darte algo —fueron sus palabras, mientras me entregaba aquel hermoso arreglo—, como una disculpa por las cosas que te dije. Sonreí sin poderlo evitar. Bueno, me habría gustado mucho más que me pidiera perdón, pero las flores eran un detalle precioso y básicamente, lo decían todo. Además de eso, estaba segura de que Ethan no era el tipo de chicos que ponía atención a ese tipo de detalles, por lo que las flores resultaban ser aún más valiosas. —Gracias. Ethan se mantuvo de pie frente a mí, observándome fijamente. Sin embargo, no me atreví a devolverle la mirada. —Sé que puedo ser muy serio contigo —comenzó a decir, tras varios segundos de silencio—, pero quiero que sepas que sí me preocupo por ti. Mi corazón se aceleró con aquellas palabras. De pronto, Ethan parecía ser algo mucho más que aquel familiar distante, del cual todo el mundo solía hablar mal. De pronto… Ethan parecía querer ser honesto conmigo. —¿De verdad? —No estoy acostumbrado a tratar con chicas… —fue su explicación, un tanto atropellada—, y mucho menos a vivir con una. Pero tú y yo somos familia y sé que todo el mundo está preocupado por el hecho de que vivas conmigo —continuó, refiriéndose probablemente al resto de nuestros familiares. Me pregunté qué se sentiría ser la oveja negra de la familia, como de seguro le sucedía a él. Por primera vez, me pregunté si aquella no sería la verdadera razón por la cual, Ethan había dejado de asistir a las reuniones familiares que cada año se presentan. Aún frente a mí, guardó silencio algunos segundos más, antes de añadir una última cosa. —Intentaré ser un mejor primo para ti. Sonreí mientras lo veía. Nuevamente no pude evitarlo. Había algo que me impulsaba a confiar en él. El saber que se preocupaba por mí, me generaba una enorme sensación de paz. —Entiendo —respondí, después de meditarlo—. Estamos bien, Ethan. Él asintió y se dirigió a la puerta, sin embargo, algo llamó su atención. Un libro en el suelo que se detuvo a levantar. —"¿La isla misteriosa?" —preguntó extrañado, volteando hacia mí. —Mi libro favorito —respondí con simpleza. Ethan se quedó mirando el libro algunos segundos y tuve que reír por la expresión que colocó. Una expresión que conocía a la perfección. —Adivinaré: no te gusta leer. Él asintió. —Nunca ha sido algo divertido para mí —respondió con tranquilidad. Colocó el libro sobre una cómoda, que estaba junto a la puerta—. Hablamos más tarde, tengo tarea que hacer. Y tras decir aquello, salió del cuarto, dejándome sola nuevamente. O bueno... sola y con un arreglo de flores en mis manos. Ethan Ya afuera, me encontré de frente con Adam, quien venía llegando con una bandeja de comida. El joven mayordomo hizo una reverencia, en cuanto me detuve a su lado. —Buenos días, joven Ethan —saludó con tranquilidad. Iba a continuar su camino, cuando le hablé. —Gracias… —comenté en voz alta, aún mirando al frente—, por dejarme hablar con ella, quiero decir. —Es que se ve mucho más calmado ahora, joven —respondió Adam, con la misma expresión—. Además, la señorita Natalie estaba muy triste y de seguro con esto, volverá a sonreír. Lo medité unos instantes y asentí, antes de marcharme definitivamente por el pasillo. Natalie Y a pesar de todo eso, Ethan siguió siendo frío la mayor parte del tiempo que no había alguien presente. Durante los siguientes días, comencé a preguntarme si toda la conversación y las flores solo habían sido una formalidad, una obligación, para que las cosas se mantuvieran como siempre. —No te preocupes, él siempre es así —las palabras de Chris, por algún motivo, solían ser reconfortantes—. A pesar de verse tan serio por fuera, por dentro está bien… creo. "¿Creo?", me pregunté, alarmada. Chris debió notarlo, porque comenzó a reír al ver mi expresión. —Es una broma —me aseguró—. Él está bien, créeme. —¿Por qué Ethan es… así? —¿Te refieres a ser un idiota que aparenta no tener sentimientos? —preguntó, colocando sus ojos en blanco. Asentí con la cabeza. Cuando lo conocí, teniendo tan solo 14 años de edad, había conocido a un muchacho frío y silencioso, cuya expresión dejaba entrever dolor, como si el solo respirar resultara ser un esfuerzo. Sin embargo, no era la primera vez que escuchaba de él. Ethan era un tema de conversación recurrente en toda la familia de mi madre, aunque usualmente solo surgía para soltar uno que otro comentario negativo sobre su actitud. Habían sido los mismos padres de Ethan, quienes me habían contado que él no siempre había resultado tener esa actitud, sino que, al contrario, era como Chris: alegre la mayoría del tiempo, siempre soltando bromas. Algo importante le había sucedido para que él terminará siendo como era ahora. Algo que, al parecer, nadie en la familia sabía. Chris se metió las manos en los bolsillos y resopló, como respuesta a mi pregunta. —No tengo ni idea —confesó—. Una estúpida depresión adolescente, la sensación de no valer nada, un extraño odio al mundo… puede ser cualquiera de esas cosas. Pero la verdad es que, con el tiempo y suficiente interés, aprendes a reconocer si está mal o bien… —continuó él, lleno de seguridad—, y ahora está bien, así que puedes respirar tranquila. Tienes que pensar en que Ethan es pésimo para demostrar lo que siente. Y a pesar de que a veces puede ser muy obvio para alguien que lo conozca, para alguien que lo mira a simple vista pasará completamente inadvertido. Ethan nunca va a pedir ayuda, no es ese tipo de chicos. Él solo se queda allí, dándote todas las señales sin decir ninguna palabra, solo esperando que puedas entenderlo. Asentí, meditando con calma las palabras del mejor amigo de Ethan. ¿Podría yo conocerlo tanto alguna vez? *** —¿Qué estás buscando? —escuché a mis espaldas. Solté un grito, completamente asustada al reconocer al dueño de aquella pregunta. La sorpresa fue tal, que me hizo tambalear sobre la caja en la que me encontraba manteniendo el equilibrio, para luego caer hacia atrás, sin tener nada de qué sujetarme. —¡O-Oye! —la voz tras de mí, intentó alertarme—. ¡Cuidado! Sentí que alguien me sostenía en cuanto caí, impidiendo que terminara lastimada. Muy por el contrario, él también fue a parar al suelo, rodeado de cajas y en medio un fuerte estruendo. Dejé escapar un pequeño quejido de dolor. Sin embargo, no podía quejarme, el cuerpo de mi primo había amortiguado el golpe. Me tomó algunos segundos reponerme de la sorpresa de su repentina aparición, mientras que analizaba la forma en la que me rodeaba con sus brazos, probablemente en un intento por protegerme de la caída. Estando allí tan cerca de él, me sentía increíblemente a salvo. El aroma cálido de Ethan se filtraba a través de mis fosas nasales, provocándome aquel agradable cosquilleo. Aquella sensación era… sí, era exactamente la misma sensación que me invadía cada vez que recordaba ese sueño. —¿Podrías… quitarte de encima ya? —escuché una voz irritada. Su pregunta me hizo reaccionar y apartarme con velocidad. ¡Cierto! ¿Qué se suponía que estaba haciendo al quedarme esperando? —¡E… E-Ethan! —grité asustada, en cuanto me repuse de la sorpresa. El sonrojo no tardó en hacerse presente—. ¡Lo siento! Me coloqué de pie lo más rápido que pude, alejándome así de él. Por toda respuesta, él me miraba aún desde el piso, con una mezcla entre aburrimiento y seriedad. —Vaya, sí que eres torpe a veces —fueron sus palabras, casi tan inexpresivas como su rostro. "¿Qué hay con esa falta de expresión?", me pregunté, sin poder evitar hacer un mohín con mi boca. Él se enderezó por fin, apartando con ello un poco del polvo caído. Lo examiné en un segundo, las cajas derribadas y el desorden provocado en el cuarto ante su maniobra. Comprendí entonces que Ethan me había salvado. —Gracias —susurré en voz baja. Para mi sorpresa, Ethan sólo se encogió de hombros, como si no importara. —No sé qué estabas buscando en la bodega —respondió, observando los estantes llenos de cajas a su alrededor—, pero pronto anochecerá. Es mejor que vuelvas a la mansión. —¿Qué hay de las cajas que se cayeron? —Puedes venir mañana a ordenarlas —fue su respuesta simple. Guardé silencio mordiendo ligeramente mi labio, mientras lo observaba colocarse de pie. Tan pronto como lo consiguió, cayó nuevamente al suelo, mientras que su rostro adoptaba un claro gesto de dolor. —Oh, Ethan —murmuré preocupada. Me arrodillé en el piso, a su lado—. ¿Estás bien? Él se llevó las manos a la tobillera de su pantalón, levantándola para observar. El tono de piel más oscuro me alertó, de lo que claramente era un tobillo lastimado e inflamado. —No —suspiró Ethan, en respuesta a mi pregunta. A continuación, me dirigió una mirada de absoluta seriedad, hablando con tono agrio—. Tú deberías plantearte la idea de realizar una dieta. Lo miré sin comprender inicialmente. Tras algunos segundos, no pude evitar enfadarme y avergonzarme al mismo tiempo. —N-No estoy con sobrepeso, ¡maldito insensible! —grité, con enfado. Ethan mantuvo la vista fija en su tobillo, sin dar una respuesta y al parecer, con sus dientes apretados. Con eso, abandoné mi enfado, reemplazandolo con preocupación. —¿Podrás caminar hasta la mansión? —No —respondió de inmediato. Estábamos en una bodega, a varios metros de la mansión… y tal vez ese no era un problema, pero sí lo eran las escaleras de roca que debíamos subir, para poder llegar hasta la parte trasera. Con ese tobillo así, Ethan simplemente no podría intentarlo. Tras algunos segundos el rubio miró hacia el techo de la bodega, más específicamente al tragaluz. Comenzaba a oscurecer y, si eso era así, no podríamos volver a la casa sin linternas. —I-Iré a buscar a Adam —me coloqué rápidamente de pie. Si había alguien que podía ayudarme, era él—. Espérame aquí, Ethan, ya regreso. Suspiré porque en verdad no podía enojarme con él, mucho menos luego de la conversación que había tenido con Chris.
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