No podía dejarlo solo de todos modos, no estaba en mí. —Pero sabes… —empecé diciendo nuevamente—, me alegra que te hayan puesto esa bota… —Ethan se volteó, listo para reclamarme, pero no se lo permití—. Porque así no harás una estupidez como ir a jugar. Es mejor aguantarse unos días a que tu lesión empeore. Me calma saber que no puedes ni moverte sin ayuda. Él me observó fijamente. —¿Esas palabras de consuelo, son debido a tu culpa por tu intento de homicidio, prima? —preguntó con una expresión aburrida. —No sigas con eso —mencioné molesta, inflando mis mejillas y alzando el puño—. Tú te has hecho daño solo, no he tenido nada que ver. —Claro que sí. Mi pie estaba perfecto hasta que aterrizaste sobre mí. —Tú me asustaste en primer lugar —de pronto, una duda surgió y me inundó de temo