Capítulo 3

1811 Words
Noah se acerca muy despacio a ella, pone una mano en su hombro y la obliga a girarse para mirarlo a los ojos. Incluso con la escasa luz del lugar, él puede notar que la mujer está muy nerviosa. Ella se muerde el labio y tiene la mirada clavada en el suelo. —No te preocupes. Los seres humanos reaccionamos por instintos. No tenemos que sentirnos culpables por hacerle caso a nuestros deseos —la voz de Noah adquiere cierto toque de lascivia. Eun-Yeong no dice nada. La voz de ese hombre la lleva a las nebulosas, y está segura que uno de sus ovarios acaba de sufrir combustión espontánea. «¡Joder! Está buenísimo», piensa. Las luces se encienden y el subterráneo se pone en movimiento. Eun-Yeong, mira alrededor. Nota que las personas a bordo parecen vampiros frente al sol, entrecerrando los ojos por la repentina claridad que golpea sus pupilas. Sin perder tiempo, vuelve a sentarse frente a Noah, quien la mira con cierta picardía. Ella se sonroja al recordar lo que acaba de pasar. Él suelta una débil carcajada a causa del rubor que se apodera de las mejillas de la mujer. «¡Dios! Que bella sonrisa», dice la vocecita en su cabeza. «Ese hombre está como me lo recetó el doctor». El subterráneo se detiene y Eun-Yeong se percata que aún faltan algunas estaciones más para llegar a su destino. Sin embargo, el hombre frente a ella se pone de pie y no puede evitar sentir que el corazón se le encoge ante la idea de no volver a ver a ese dios encarnado. Solo una fracción de segundo le toma a Noah contemplar la loca idea que llega a su cabeza, y otra fracción de segundo llevarla a cabo. No piensa irse así, sin más. Necesita llevarse un recuerdo de Eun-Yeong. Se relame los labios y la mira a los ojos. —Ven —dice y extiende su mano hacia ella—. Imagino que ya no llegas a tiempo a lo de tu hermano. Al menos hagamos que este contratiempo, valga la pena. Eun-Yeong frunce el entrecejo y mira la mano de Noah de soslayo por unos segundos. A pesar de estar ante un hombre muy guapo, no lo conoce, y por ende, no puede confiar ciegamente en él. —¡Vamos! —Él mueve la mano con insistencia, apremiándola—. Este tren ya se va. Literal —musita y le guiña el ojo. Ella mira a ambos lados y se percata que esa frase tiene un doble significado. No entiende por qué lo hace, pero agarra su bolso y acto seguido, toma la mano de Noah y deja que este la lleve hasta la parte externa del vagón. Las puertas se cierran a su espalda y el subterráneo prosigue con su ruta. Mira el letrero en la pared que dice: Hollywood/Highland «¿Qué estoy haciendo?», retumba la pregunta en su mente. Él sujeta la mano de Eun-Yeong con fuerza y la guía por la plataforma de la estación. Ella ni corta ni perezosa se deja llevar, sintiendo que su corazón late a toda prisa. «Esto es escalofriante y al mismo tiempo emocionante», sigue debatiéndose de manera mental. ¡Es lo más arriesgado que ha hecho nunca! Dejarse llevar por sus instintos y nada más. Por su lado, Noah siente la adrenalina típica de la circunstancia. No es la primera vez que lleva a rastras a una dama que le llama la atención, con el único objetivo en mente de llevarla a un lugar más privado y saciar sus más bajos deseos. Ambos caminan a paso rápido, mirando a ambos lados, hasta llegar al final del recorrido. Eun-Yeong no piensa, solo siente. Noah se detiene frente a una puerta que pone: Sanitario de Caballeros. Mira a ambos lados y Eun-Yeong hace lo mismo, solo para asegurarse que nadie los vea. Él sujeta el cartelito y le da la vuelta, dejándolo por el lado que pone: Fuera de servicio. Da un empujón a la puerta y hala a la mujer de la mano, metiéndola en el baño, para luego cerrar con seguro, una vez que los dos están adentro. Eun-Yeong lanza una rápida mirada a su entorno. El lugar está pulcro. Las paredes son beige y tienen baldosas blancas desde el suelo hasta el nivel de un mesón de concreto, donde están incrustados tres lavamanos. Para ser el baño de una estación de un medio de transporte público, está muy bien cuidado. Al fondo se visualiza un amplio espejo, donde puede observar que su cabello está un poco despeinado. Se lo arregla con los dedos. Hace lo mismo con su gabardina y la falda de su vestido. Noah sonríe de medio lado al percatarse de esto, pues se le hace un poco hilarante que la mujer acomode su imagen frente al espejo, cuando en un par de minutos necesitará hacerlo de nuevo. En el lugar solo se oye el sonido de un chorro de agua mal cerrado y las respiraciones aceleradas de ambos. Eun-Yeong ve que en la pared al final, hay dos urinarios y traga grueso al caer en cuenta de donde se encuentra. Todas sus alertas se activan. «¿Qué se supone que estoy haciendo?¿Cómo es que me dejé traer hasta aquí, a un lugar solitario, por un sujeto que apenas conozco?», se cuestiona ella. Noah se aleja de Eun-Yeong, y comienza a mirar por debajo de las puertas de cada cubículo. La revisión es necesaria para cerciorarse que no haya nadie que pueda ver o escuchar lo está a punto de pasar. «¿Qué está haciendo?», la pregunta reverbera en la mente de la mujer. «Se está cerciorándose de que no hayan testigos. ¡Me va a asesinar!», se responde, sintiéndose al borde de un ataque de pánico. «Debo largarme de aquí. Debo correr, ¡YA!». Sin embargo, por más que desea salir huyendo, no logra moverse. Es como si su cerebro estuviera desconectado de sus funciones motoras. ¡Es un jodido ataque de pánico! Eun-Yeong sabe que en cualquier momento se va a desmayar. —Nunca he hecho esto —susurra Noah al acercarse a ella, colocándole una mano en el hombro. Por una extraña razón, este gesto hace que Eun-Yeong se tranquilice un poco. —¿Q-qué c-co-cosa? —balbucea la mujer. Está muy asustada. Noah nota el miedo de Eun-Yeong. Es como si pudiera olerlo. Se acerca otro poco a ella y con voz muy suave y pausada dice: —Relájate. No te voy a hacer daño —con los nudillos de su mano derecha acaricia el delicado rostro de la dama—. Solo basta que me digas que me detenga, y lo haré. Lo prometo —susurra las palabras tan cerca de los labios de Eun-Yeong, que esta puede saborear el aliento del hombre. Una corriente eléctrica la recorre desde la nuca, desciende por su espalda, bordea su cadera y detona en su entrepierna. Un débil gemido emerge de la boca de Eun-Yeong. ¡Santo cielo! Noah posee una habilidad increíble de excitarla con tan solo tocarla o mirarla. Él se acerca todo lo que puede a ella y sujeta su rostro entre sus manos, para luego estampar su boca contra la suya, invadiéndola con su lengua. ¡Por Dios! El corazón de Eun-Yeong se acelera demasiado, amenazando con hacerla desmayar. Una lengua tibia y muy traviesa recorre sus labios con maestría, abriéndose paso y catando con sutileza su paladar. Ella cierra los ojos y se deja llevar por ese delicioso beso. Sin perder tiempo, Noah la despoja de su abrigo, mientras continúa besándola con pasión. «¡Qué bien besa este hombre!», piensa ella, aferrando sus manos al cuello de la camisa de Noah. De nuevo, esa extraña sensación le recorre de pies a cabeza, haciendo que su sexo palpite y se humedezca de deseo. ¡Dios! En este momento ella es consciente de que nunca ha hecho algo así en su vida. Jamás ha besado a un recién conocido, y menos en un baño público. Tampoco había tenido la suerte de hacerlo con un hombre tan guapo. Ella no es una santurrona, de hecho, es lo contrario a eso. Siempre se ha caracterizado por ser muy liberal en cuanto a la sexualidad. Sin embargo, incluso para ella, quien está acostumbrada a hablar de temas muy subidos de tono con sus amigas, una situación como la que está viviendo, es un poco extrema. Del dicho al hecho, hay mucho trecho. No puede evitar pensar en la frase que usa su amiga Cinthia con mucha frecuencia, mientras siente como la lengua de Noah entra y sale de su boca, a la vez que sus manos fuertes la sujetan de la cintura y la atraen contra su cuerpo. Eun-Yeong sabe que lo que está haciendo está mal, que no debería estar a solas con un sujeto que acaba de conocer, y mucho menos besándose de la forma tan descarada y pasional que lo están haciendo, pero le importa un bledo lo que sea políticamente correcto o no. Muere de ganas por sentir a ese hombre en toda la extensión de la palabra. Noah es como una sensual araña que ha tejido su red entorno a ella, y ella no es más que una inocente mosca que cayó en su trampa. No tiene escapatoria. Las manos masculinas se pasean por el cuerpo femenino, a tientas, deseosas por descubrir más de esa delicada estampa. Él se desabotona la camisa, mientras le da la vuelta y da pequeños mordisquitos en su cuello y oreja. Estruja los senos de ella, por encima de la tela de ese vestido rojo. Sus manos descienden hasta posicionarse a nivel de sus muslos. Le pasa la lengua por el lóbulo de la oreja. Ella jadea y siente como le zumban los oídos, debido al millar de sensaciones que recorren su menudo cuerpo. «¡Dios! ¡Qué bien se siente!». Noah también cierra sus ojos y se deja embargar por todo el placer que le proporciona esa suave piel. La sensación de saber que está haciendo algo incorrecto, arriesgado, y pervertido, es como una droga para él. Le encanta sentir como tiene el control de la situación. A pesar de que arde de deseo por Eun-Yeong, sabe cómo controlarse y disfrutar al máximo del momento. Da un respingo al sentir como una mano se posa sobre su endurecida entrepierna y da un suave apretón. Ríe con lascivia y se restriega contra ella. Le fascina que lo toquen. Él jadea y mueve sus caderas hacia adelante, para sentirla con más intensidad. Su m*****o palpita y pide a gritos ser liberado. Eun-Yeong se deja llevar más y más. Masajea con más ahínco y se muerde el labio, hecha sus caderas un poco hacia atrás para seducirlo. Noah interpreta esto como una invitación.
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