Capítulo 2

2102 Words
Eun-Yeong se obliga a dejar de pensar tantas tonterías. Sacude la cabeza con delicadeza. Si ese guapo caballero quiere ayudarla no va a oponerse. —Aquí tiene —le dice al darle la tarjetita. Él vuelve a sonreír. —Un momento, déjeme destapar el mío. Mi móvil es dual, así que puede trabajar con las dos tarjetas al mismo tiempo. —¡Ufff! Qué alivio, estaba pensando en cómo iba a hacer para avisarle a mi madre que ya voy en camino. Hyun debe estar pensando que no voy a ir —ella deja escapar un suspiro y se relaja un poco. Él no puede evitar mirarla con cierta confusión. No está acostumbrado a que las mujeres sean muy parlanchinas. Normalmente, se rodea de bellezas exóticas que son muy calladitas. Ella se calla en el acto, al notar la incomodidad del hombre. —Lamento tanta cháchara, es que… —iba a decirle que cuando está nerviosa habla más de la cuenta, pero se percata que confesar tal cosa es un completo desatino. Carraspea la garganta—. Soy Eun-Yeong —decide cambiar de tema, extendiendo su mano hacia él. Él se la estrecha—. Voy ala de graduación de mi hermanito —comenta. Trata de sonar despreocupada—. Hoy se gradúa de la preparatoria. Hyun, es mi hermano pequeño —le aclara. —¡Oh! Entiendo —responde el hombre, sonriendo de manera grata, lo que hace que unas pequeñas arruguitas se le marquen en las comisuras de los ojos. ¡Por Dios! De repente, Eun-Yeong siente un enorme deseo por saltarle encima y devorarlo a besos. Ese hombre despierta en ella, un lado salvaje que no sabía que tenía. Logra contenerse. «¿Pero qué carajos? ¿Qué pasa conmigo? —Se recrimina— ¡Es un desconocido! Ni siquiera sé su nombre». —Noah —musita él como si acabara de leerle la mente. Ella sonríe, aun estrechándole la mano. «Noah», repite en su mente. «Un lindo nombre para un chico lindo», el pensamiento la hace sonreír como idiota. —Listo —dice él, sacándola de sus cavilaciones. Le muestra la pantalla de su móvil—. Aquí están tus contactos. Hyun... Hyun... —desliza su dedo por la pantalla buscando el contacto con ese nombre—. No hay ningún Hyun acá —le entrega el móvil a ella. —Lo tengo registrado como Pequeño Monstruo —contesta Eun-Yeong—, pero en realidad es a mi madre a quien necesito escribirle para… —se vuelve a callar al notar como el hombre entorna los ojos y la mira con detenimiento. «Mejor me callo. No creo que a él le importe oír la historia de una desconocida»—. Lo siento, no quiero abrumarlo con mis cosas. Él chasquea la lengua y hace un amago de sonrisa. —Tranquila. No me abrumas —le guiña el ojo. El gesto hace que Eun-Yeong se ponga roja como un tomate. Noah sonríe con amplitud. La imagen que puede apreciar es tan hermosa, que de estar en **, no dudaría en darle un “corazón”. Esta mujer posee una simpatía innata, y no entiende porque no puede quitarle los ojos de encima… Es una dama preciosa, con un bronceado tenue, debido al inclemente sol californiano. Tiene cabello castaño medio con balayage de color rubio platino. Por su trabajo, Noah es muy observador, y no pierde oportunidad de detallarla por completo. La mujer tiene un rostro hermoso, de nariz pequeña y respingona, ojos rasgados de color marrón y unos labios delgados muy provocativos. A simple vista puede ver que se trata de una mujer de ascendencia oriental, pero con rasgos americanos muy marcados. Una belleza exótica, tal cual el tipo de dama que lo vuelve loco. Él está acostumbrado a rodearse mujeres fuera de serie; rubias, pelirrojas, morenas, orientales, afro descendientes… y ver una mujer bonita, no es algo que le impresione mucho. No obstante, hay algo en Eun-Yeong que no le permite quitarle los ojos de encima, y por momentos debe disimular y clavar la mirada en el suelo para no parecer tan evidente en su escrutinio. Eun-Yeong se pone de pie. Necesita alejarse un poco de ese hombre que la pone muy nerviosa. Se gira, dándole la espalda a Noah y posa su mirada en la pantalla del móvil. Se concentra tanto en buscar el número de su madre para decirle que ya va en camino, que no se percata que el vagón frena de golpe, lo que hace que su cuerpo se tambalee y precipite sobre el guapo recién conocido. Todo queda en completa oscuridad, pero de inmediato un par de luces de emergencia se encienden, proveyendo algo de iluminación al lugar. Ella siente un par de manos en sus hombros y sin poder evitarlo, se estremece. Cierra los ojos, a la expectativa. Los ojos de Noah brillan con fulgor, y como si se tratasen de un par de adolescente que aprovechan cuando nadie los mira para hacer de las suyas, acerca su boca a la de la mujer, dispuesto a darle el beso de su vida. Se detiene. Se lo piensa mejor y decide alejarse de inmediato. Por su lado, Eun-Yeong no puede evitar sentir algo de decepción. No es que esté acostumbrada a estar recibiendo besos de extraños, pero de un sujeto que parece salido de la portada de Men's Health… ¡Vamos! Que ninguna mujer se molestaría. —¿Está usted bien? —indaga él—. ¿No se hizo daño? Eun-Yeong niega con la cabeza y trata de incorporarse. Por un momento, él se siente como un completo idiota por no haber aprovechado el momento. —Estoy bien. Gracias por preguntar —musita ella al levantarse y arreglarse la falda de su vestido. Eun-Yeong mira alrededor y su corazón comienza a latir a toda prisa. Cae en cuenta de que se encuentra en un sitio bajo tierra, a oscuras y rodeada de desconocidos. El pánico amenaza con hacer estragos en ella. Toma una honda bocanada de aire y se obliga a mantener la calma. Desde muy pequeña ha sufrido de algo llamado claustrofobia. —Estimados usuarios, por fallas técnicas, presentamos un pequeño inconveniente en el que ya estamos trabajado, para solventarlo a la mayor brevedad posible. Mantengan la calma, por favor —se oye una voz femenina, a través de los altavoces del vagón. —Mierda —espeta ella, alzando un poco la voz—. Lo que me faltaba —la respiración comienza a acelerársele. Noah nota que la mujer no es está nada bien y le coloca una mano en el hombro. —Tranquila. Todo va a estar bien. Es solo una falla breve —sabe que es un ataque de pánico, pues su hermana mayor también los padece, así que sabe lidiar con ellos. —Gra-gracias —farfulla ella—. Tan solo me sentaré acá y… —Sí. Debe tratar de relajarse —por inercia, Noah le pone una mano en la rodilla. Lo normal sería que ella, como mujer decente que es, se la quite de un manotazo, pero no lo hace. Por una extraña razón se siente segura junto a ese hombre. —¿Terminaste? —Inquiere él con una voz muy calmada y dulce— Debo tratar de hacer una llamada —susurra él con toda la condescendencia posible, a fin de mantenerla calmada. ¡Cierto! Eun-Yeong abre mucho sus ojos al recordar que el móvil que tiene entre sus manos no le pertenece. Rápidamente, lee el mensaje que acababa de escribir para cerciorarse que esté bien: No podré llegar a tiempo, estoy encerrada en el subterráneo. Problemas técnicos. En cuanto logre salir de acá, iré para allá. Dile a Hyun que lo amo. Le da a la tecla enviar y sin perder tiempo le entrega el móvil a su dueño. —Gracias —le dice al entregarle el celular. Él asiente con la cabeza y sonríe. Noah se pone de pie y comienza a caminar por todo el vagón, levantando la mano y sujetando el móvil en lo alto, tratando de captar un poco de señal. Eun-Yeong lo sigue con la mirada y se da cuenta que algunas personas se han quedado dormidas, ajenas a lo que sucede. Otros juegan con sus móviles, y otros tantos, solo se limitan a mirar el techo. «¿Cómo diablos pueden estar tan tranquilos?», se pregunta. «Si yo estoy al borde de un colapso nervioso». Él vuelve a sentarse al lado de ella. —No hay cobertura. Tu mensaje tampoco se envió. —¡Genial! —Masculle Eun-Yeong—. Definitivamente, hoy no es mi día. —No digas eso. No sabes en qué momento puede mejorar. —¡Sí, claro! —Ella pone los ojos en blanco—. Me gustaría ver como sucede eso, pues para empezar, despierto con un terrible malestar debido a que no pude decirle que no a las borrachas de mis amigas, voy a tarde a la graduación de mi hermanito, me quedo sin móvil y ahora me encuentro encerrada bajo tierra, a punto de comenzar a sufrir un ataque de claustrofobia —suelta un bufido de frustración—. Solo falta que me orine un perro encima y me escupa un loro. Noah se parte de risa y su carcajada es tan estruendosa que hace que algunos presentes volteen a mirarlos. Eun-Yeong se siente incómoda por la repentina atención. ¡Rayos! ¿Por qué no puede comportarse como una mujer normal? ¡No! Ella tiene que ir por la vida, hablando hasta por los codos y quejándose de todo. —No había escuchado lo del loro —logra decir él, a duras penas, ya que el ataque de risa es inminente—. Es bastante ingenioso. Eun-Yeong se encoge de hombros y empieza a reír también. La risa de ese hombre es muy contagiosa. No se da cuenta en qué momento él se acerca tanto a ella. Puede sentir su aliento muy cerca de su rostro. El brillo de las luces de emergencia se refleja en los ojos de ella, aportándoles un toque muy sensual y misterioso. ¡Santo cielo! Esta mujer despierta algo muy intenso en él. Eun-Yeong hace puño en la falda de su vestido y un leve suspiro sale de su boca. Tanta proximidad la ofusca. ¡Por Dios! Ese hombre desprende un aura s****l apabullante. «Si se acerca un poco más, no respondo», piensa ella, apretando más sus puños y cerrando los ojos con fuerza, para alejar esa idea loca de su cabeza. Al abrirlos, él se encuentra mucho más cerca de su boca y relamiéndose los labios. «¡A la mierda!». Con un movimiento raudo Eun-Yeong pega su boca a la de Noah, y se deja llevar. Él ni corto ni perezoso le sigue la corriente, pasándole una mano alrededor de la cintura, la estrecha contra su cuerpo y responde con efusividad al beso. Para él es una grata sorpresa que ella tomara la iniciativa y no se opone en lo más mínimo. Esos labios son suaves y muy deliciosos, así que lo disfruta mucho. Se deja llevar. Al fin de cuentas, no es la primera vez que hace algo así. Besar damas bellas, recién conocidas ya es como su deporte favorito. Eun-Yeong introduce sus dedos en la abundante cabellera del hombre, a medida que ambas lenguas chocan con desenfreno y sus respiraciones se aceleran. Un sutil mordisco en su labio inferior, la hace caer en cuenta de lo que está sucediendo, y de un empujón se aparta de Noah. Él la mira con deseo, anhelando poder convertir ese beso en algo más, pero la mujer lo mira aterrada. Él vuelve a sonreír, pagado de sí mismo, porque sabe que solo le basta con hacer un mínimo movimiento para volver a tenerla entre sus brazos. «¿Qué coño estoy haciendo?», se pregunta ella. —Lo-lo si-si-ento —balbucea y se gira—. ¡Qué vergüenza! Pensará que soy una loca que anda besando a cuanto hombre guapo se me cruza en el camino —las manos de ella tiemblan como gelatina. Él se echa a reír. —¿Te parezco guapo? —inquiere con malicia, pues es un hombre muy seguro de sí y sabe muy bien que su físico es su punto fuerte a la hora de conquistar una dama. —¿Yo dije eso? —Eun-Yeong se vuelve a poner roja como tomate y se lleva las manos a la cara, deseando que se la trague la tierra—. Lo lamento mucho. No sé qué me pasa.
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