Una oportunidad

1674 Words
Loid era un ser sin alma, él y mi madre eran exactamente iguales en crueldad. Cada uno haciéndome daño a su manera. Pero qué tontería, por qué debería sorprenderme. Nadie va a darme mi lugar, si me quedaba sin mover un solo dedo. Loid no iba a darme el divorcio, era inutil contar con eso, sin embargo, tampoco puedo seguir compartiendo mi vida al lado del asesino de mi padre. Por más que él lo niegue, estoy segura que él tuvo la culpa. —Y Orev… Ni siquiera tengo un lugar donde llevarte flores… Cuanta falta me haces mi amor —susurré en el silencio de la habitación. Nunca iba a olvidarme cuando me propuso matrimonio frente al mar. Aún recuerdo nuestra despedida, nuestro último beso, desde entonces mis labios no han probado los de nadie más, ni siquiera Loid lo ha hecho, y jamás lo hará. —Con la esperanza de que volvieras, acudí cada día a la estación de trenes, el lugar donde nos despedimos. Te fuiste con mi padre, pero solo él regresó… En un cajón… —dije con un nudo en la garganta. Aferrándome a su recuerdo con el collar que él me obsequió, me era imposible dejarlo ir—. Te amo, y siempre voy a tenerte en mi mente, pero… No es sano, mereces descansar, debo vivir por ambos, por eso… Te prometo que voy a salir de esto. Tu querías lo mejor para mí y así será. No sabía cómo, pero hallaría la forma. (…) No iba a vivir eternamente dentro de una habitación, así que salí para darle la cara al mundo. El primer paso no era sencillo y debo aceptar que él hombre que conversa en el patio con sus empleados, es mi marido, mas no mío. —Con permiso —dije, acercándome a él, aún en medio de todos esos hombres de traje—. ¿Puedo hablar contigo? —Buenos días, señora Lombardi —me saludaron los demás. Loid miró a los sujetos y haciendo un gesto con su mano, les pidió que nos dejaran a solas. —Ya saben que hacer, vayan —ordenó. —Sí, señor. Sentí algo de curiosidad por saber de que habían hablado, pero ya era suficiente de andar de meterme donde no debía. —¿Qué es lo que deseas? —me preguntó, poniendo toda su atención en mí. Sus ojos azules eran como mirar el más crudo invierno, de modo que busqué mirara a otro lado. —¿Siempre andas en traje? —Soy un hombre muy ocupado. La corporación Lombardi me necesita las 24 horas de los siete días de la semana. —Comprendo, mi padre también era un hombre muy ocupado, la constructora siempre requiere disponibilidad. —Pero imagino que eso no es lo que has venido a preguntar. Pasé saliva, pero volví a mirarlo. Me costaba mantenerle la vista. Loid es tan alto e intimidante. —Tienes razón, en realidad vengo a decirle que saldré a dar una vuelta. De inmediato su ceño se frunció. —Debes estar bromeando, después de haberte escapado anoche y volver al amanecer… ¿Vienes a decirme que te largas? —No quiero a tus hombres buscándome, por ello te doy el aviso. —Mira… "Zanahorias", tú no vas a salir de aquí. —¿Cómo me llamó? —Zanahorias, tu cabellera es tan llamativa que es difícil ignorar. Incluso si estuvieras lejos, podría encontrarte con facilidad, y creo que te va mejor que Georgiana. —Pues yo no te he dado la confianza para que me llames así. —¿Confianza? ¿Qué más confianza necesito? Eres mi mujer "Zanahorias" y probablemente la madre de mi hijo. —¡Ya te dije que no habrá bebé! Eso… —Eso no lo decides tú. Podrías estar embarazada ahora mismo. Una sola noche podría bastar para que en tu vientre esté formándose mi hijo. Tan solo pensar eso, un gran terror me invadió. Yo no quería tener un hijo de este sujeto, pero, ¿y si era verdad? Aún era muy pronto para saberlo, sin embargo, existía esa posibilidad. —Dejarte salir sola, significaría arriesgar a mi hijo. —Despreocupate, eso no es cierto. No estoy embarazada. Loid sonrió con burla. —¿Y cómo estás tan segura? —Yo lo sé mejor que nadie. No estoy esperando ningún bebé. Y yo solo quería salir a visitar a mi hermana. Ni siquiera pude despedirme de ella cuando salí de casa. En realidad mi intención era llevar el collar al mar, para despedirme de Orev y luego visitar a mi hermana. —Mi señora… Oh, disculpe que los interrumpa —se disculpó Eliana al encontrarme en plena plática con Loid. —¿Qué sucede? —quiso saber él. —Se trata de la madre y la hermana de la señora Georgiana. —¿Mi hermana? ¿Qué sucede con mi hermana? —me espanté. —No, ellas están en la sala. Han venido a visitarla. —Hablando de madre, ¿sabes si mi madre sigue en casa? —No señor, su madre se fue muy temprano, su hermana Beth la llevó al aeropuerto. —Era de suponerse, la ofensa al no ver a la esposa de su hijo… Él me observó con enojo. —Definitivamente no saldrás sin que yo lo sepa. Y sin decir más, se marchó. —Señora… —Eliana, no me llames señora, que aquí yo no soy dueña de nada, ni siquiera de mí —fue mi respuesta, dirigiendo mis pasos a la casa. Cuando entré, hallé a mi madre y hermana sentadas en el sofá de la sala. La pequeña alegría que sentí al ver la carita de mi hermana menor, me hizo sentir ese pedazo vacío de mi pecho llenarse, sin embargo, cuando pretendía acercarme, un sonoro golpe me hizo tambalearme. Fue tan fuerte que incluso Eliana que iba detrás de mí, quedó boquiabierta, acercándose a ayudarme. —Señora, ¿se encuentra bien? La sangre que cayó de mis labios, despertó su ansiedad. —Voy a llamar al señor —dijo, mas levanté mi mano para detenerla. —No lo hagas, estoy bien… Estoy bien. —Pero señora… —Déjame a solas con ellas, Eliana. Dudando en hacerlo, finalmente ella me obedeció. Ignoré por completo el golpe de mi madre, y solo me acerqué a mi hermanita. Kate; con solo dieciséis años, ella era mi razón para aguantar el trato de mi progenitora. Me senté a un lado suyo, besando su mano, aquella que no sostenía su bastón guía. Kate perdió la visión cuando solo era una pequeña de dos años, y a diferencia de mí, mi madre la adoraba y sobreprotegía, sin contar que ni siquiera nos parecíamos físicamente. Ella era de cabellera castaña, lacia, ojos café y piel canela. A mis ojos era una gran belleza, ambas nos queríamos tanto. —Gio —dijo buscando mi rostro con sus manos—. Te extrañé tanto hermana. Mamá dijo que te casaste mientras yo estaba internada con mi tratamiento. —Sí, fue algo apresurado. —Pero imagino que tu esposo es muy bueno. Mamá me dijo que él está pagando mi tratamiento. Yo no sabía eso, de modo que al volver mi vista, mi madre me vió con furia. —Kate, tengo que hablar con tu hermana, mi pequeña. Quédate aquí y no te muevas. —Eh… Bueno, está bien mamá. Al alejarme con mi madre, ella me sujetó con fuerza de mi brazo, al mismo tiempo que me tiró en la cara un sobre. —¡Se puede saber qué pretendes! Más te vale que eso sea una broma. —No lo entiendo, ¿qué es esto? —No te hagas la estúpida, porque te daré otro golpe en esa otra mejilla. Al bajar la vista para ver el sobre, reconocí el logo de la Universidad. —¡Planeas largarte! ¿Acaso quieres que tu hermana muera? Cuando leí el mensaje de la carta, me di cuenta que era la aceptación a una beca y la de mi traslado. —Pobre de ti… Pobre de ti si te atreves a ir. Te juro que te mataré con mis propias manos. Tu esposo está pagando el tratamiento de tu hermana y vas a quedarte con él. —Pero yo postulé a esto antes del matrimonio. Yo no deseo… —¿Acaso tu no entiendes? —dijo, golpeando su dedo con mi cabeza—. Tu hermana es prioridad, siempre lo ha sido, así que vas a mandar una carta, rechazando la beca. Yo negué con la cabeza. —Es mi vida —respondí—. Es una gran oportunidad y… Estoy harta de que te metas en ella. —¿Qué has dicho? —Q-qué… ¡No más mamá! ¡No más! ¡Ya-ya no vas a decidir en mi vida! Yo me haré cargo del tratamiento de mi hermana. —Oye pedazo de imbécil ¿Acaso tienes dinero? El testamento de tu padre se leerá en dos semanas, y ni siquiera sabemos si eso cubrirá el tratamiento y todo lo demás que tu hermana necesita. —Por eso debo salir de esto, me haré cargo de la constructora y a Kate no le faltará nada. —¡Eres una malagradecida! —levantando su brazo, ella trató de volver a golpearme, pero esta vez levanté mi mano para detenerla—. Dije que no… ¡Nadie volverá a lastimarme! La solté y le di la espalda para escaparme de ella, hasta que me encerré en mi habitación y miré mi mano ¿Yo había sido capaz de eso? Algo dentro de mí, se sintió libre. Entonces miré la carta de nuevo, esta era una gran oportunidad. Esto era lo que yo estaba buscando, pero luego pensé en mi hermana, más al sentir mirar en el espejo mi labio roto, comprendí que si quería lograr algo por mi cuenta, debía alejarme. Siempre dependí de los demás, era momento de probar de lo que soy capaz. —Debo pensar en mí. Tienes que hacerlo Georgiana.
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