Lo que no fue

2149 Words
Mía solo había venido a informarme de que uno de nuestros accionistas había postergado su reunión con nosotros. Era algo que podía comunicarme por teléfono, pero en fin, ya estaba hecho. Luego de que ella se fuera, me dirigí a mi despacho, entré sin cerrar la puerta, mientras encendía un cigarro que me llevé a los labios. Me senté frente a mi escritorio, recostando mi espalda en el respaldar del asiento, y permanecí mirando al techo, pensando en esa mirada verde y de labios carmesí. —Eso es una maravilla, ojalá hubiera llegado antes para encontrarme a Georgiana —escuché a mi hermana decir, cada vez más cerca. Hasta que entró del brazo con su esposo—. Loid, ¿es verdad que…? ¡Por todos los cielos! En tan solo cuatro pasos grandes, ella estiró su brazo y me quitó el cigarro para luego pisarlo. —Sabes que no debes fumar, esto es muy malo para tu salud. —Estoy perfectamente bien —respondí, tomando otro cigarro de la cajetilla. —Ya sé que te crees indestructible, pero no lo eres ¿Acaso no has entendido que el humo del cigarro te lastima más que nada? —¿Lastimarme? —me burlé, encendiendo otro que ya tenía en los labios—. Hoy puedo decirte con claridad, que no hace falta un objeto tan simple como este cigarro para lastimar. A veces unas pocas palabras son capaces de oscurecer el día. —¿De qué hablas? Me levanté de mi asiento, saliendo del despacho. —¿Vas a ir a buscarla? —me preguntó. —No sé de qué hablas —respondí, estando de espaldas a ella—. Tengo trabajo que hacer. ———————— (POV Georgiana) —¡Vaya! Si estoy cansado —dije agitada, pasando mis manos sobre mi frente—. Al menos ya casi acabo, solo tengo que tirar esa basura y comprar algunos accesorios para hacer más agradable mi estancia. De repente, escuché el timbre de la puerta, lo cual me desconcertó. Apenas he llegado hoy, así que era imposible que alguien viniera a visitarme. De todos modos, fui a abrir la puerta, encontrando unos hermosos lirios frente a mí y detrás… —¡Gulio! —exclamé con alegría, rodeando su cuello con mis brazos. Él correspondió, posando sus manos en mi espalda, y luego alejarme para verme el rostro —No me equivoqué —sonrió—. Estás más hermosa de lo que recordaba. Tu cabello es como el atardecer más puro, tus mejillas blancas como las nubes en pleno verano y tus ojos como las hojas de los árboles en primavera. —Si no fueras seminarista, diría que estás coqueteándome. —Ja, ja, ja Tú no cambias —reía, frotando mi cabellera con su gran mano—. Me da tanto gusto que hayas regresado. —Y a mi que no me hayas olvidado. Mírate, has ganado mucho músculo. Cuando termines de ser seminarista, las iglesias van a estar llenas. —Espero que sea para que escuchen la palabra de nuestro Señor. —Yo creo que más querrán escuchar la tuya. Pero pasa, no te quedes ahí —le dije, apartándome de la puerta, para que él entrara. —No quiero molestar, se ve que aún estás desempacando. —Ojalá fuera solo eso, pero no te preocupes. Puedo hervir un poco de agua y ofrecerte un poco de té. Por fortuna hice varios pedidos antes de venir a esta casa. Ahora solo tengo que… Recordar donde dejé el hervidor. —¿En la cocina? —Oh, sí —respondí. Aún no he sacado las cosas de las cajas, así que puede que me demore un poco. Él miró a mi alrededor, soltando una larga sonrisa. —¿Un poco? Veo que esto te tomará una eternidad. —No seas así. Ya vuelvo —dije, llevándome las flores. Regresé un minuto después, había dejado las flores en agua, además de hervir un poco para ofrecerle a Gulio. —El té estará listo en poco tiempo, y… ¿Qué estás haciendo? —le pregunté al encontrarlo con las piernas subidas sobre el sofá. —E-eso… —señaló nervioso—. Es un hurón. —Sí, ¿Y qué hay de malo? Me acerqué para tomarlo, pero él se levantó, evitando que lo tocara. —No lo hagas, puede morderte, hay que llamar a un centro para que se lo lleve. No sé cómo se metió, pero podría lastimarte. —Ay Gulio. No pasa nada, es Hermes, es mi amigo y viene conmigo. —¿Hermes? —dijo confundido. —Así es, lo encontré un día que salía de la Universidad, estaba perdido y asustado, así que lo llevé conmigo, y desde entonces me ha hecho compañía. —¿Estás diciendo que este hurón es tu mascota? No era mejor un gato o un perro. —Lo mismo me decían algunos curiosos, ¿pero sabes algo? —levanté a mi pequeño amigo en mis manos, sintiendo su suave pelaje y que este subiera sobre mis hombros—. Jamás cambiaría a Hermes por nada. Pasé mis dedos sobre su cabeza, mientras Hermes se acomodaba. —Hubo noches en las que quise tirar la toalla. Soy humana y el cansancio es parte de ello. Trabajar y estudiar no es fácil, y más al estar sola. Pensaba en Kate; que ella era mi motor, pero simplemente a veces el cuerpo no me respondía. Me sentía cansada y cuando enfermaba, no había nadie que tan siquiera preguntara por mí. Fue duro Gulio, sin embargo, fue allí cuando apareció Hermes, me convertí en su mundo. Para alguien tan pequeño y que no podía hablar; yo era su todo. —En realidad… No solo para esa pequeña criatura eres importante. Yo… te eché de menos, Georgi. Prácticamente crecimos juntos, y eso provocó que un lazo nos uniera. —Por supuesto, eres como mi hermano. Desde que nos conocimos eramos tan unidos, pero sí me sorprendió que tomaras este camino, imaginé cualquier cosa, menos que mi mejor amigo fuera a quien confesara mis pecados. —Aún no soy sacerdote, pero sabes que si puedo guardar secretos. —Eso lo tengo claro, por eso me sentía segura al mandarte ese dinero para mi hermana, además de dejarte pequeños mensajes en esos sobres. —Cada uno de ellos los tengo guardados. —¿De verdad? —pregunté ilusionada. —Siempre me mandabas muchos abrazos a la distancia, me preguntabas por tu hermana, y por… Tu esposo. —Emmm, no lo vayas a tomar como si a mí me interesara. Solo quería asegurarme si había descubierto mi paradero, ya ves que por eso ni llamaba. —Georgi, ¿Cuánto tiempo piensas mantener ese matrimonio? Es decir, te casaste y huiste. ¿En ningún momento llegaste a sentir algo por él? Acomodando un mechón que se resbaló sobre mi rostro, suspiré largamente. —Lo único que siento por él, es un deseo por divorciarme. —A ver, yo sé que me dijiste que él era el culpable de la muerte de tu padre y la de Orev, pero no tienes pruebas para afirmarlo. —Oírlo de sus labios, fue suficiente prueba para mí. —¿Él te lo dijo? —No, pero sus amigos lo mencionaron y… —¿Y qué dijo? —Por supuesto que lo negó, es tan cobarde. —Georgi, quizás lo estás juzgando mal, y todo sea un malentendido. —No Gulio. Aún si yo me hubiera quedado a su lado… Habría salido con más golpes emocionales. En ese entonces, era muy vulnerable y solo me conformaba con un poco de afecto. Vi en Loid mi oportunidad para salir del maltrato de mi madre, y a pesar de ser el enemigo de mi padre, fue muy caballero conmigo, me cuidó, incluso se preocupó por mis golpes, y tal vez hubiera llegado a sentir más, pero para él, yo solo era un mal necesario. Todo lo que buscaba era que yo le diera un hijo, para después deshacerse de mí ¿Qué podía hacer contra eso? ¿Cómo crees que me sentí? —resoplando, toqué mi dedo anular—. Yo no podía atreverme a enamorarme de un hombre así, de modo que evité que mi corazón latiera por él. Yo estaba dispuesta a dejar ir a Orev y respetar mi matrimonio con Loid, pero ya no tiene caso seguir pensándolo. Él asintió con resignación, levantando sus manos para acomodar el crucifijo que llevaba colgado de su cuello. —Yo también lo tengo guardado —metiendo mi mano, saqué a la vista el bello obsequio que él me hizo antes de que yo partiera—. Me ayudó a mantener la fe. Al pararse del asiento, estiró su mano, tomando el crucifijo en sus manos. —Me da gusto saber eso. ¿Sabes? —mirando a mi hurón, soltó una corta risa, mientras regresaba a su asiento—. Eres la segunda persona que veo con un animal extraño haciéndole compañía. Cuando iba a hacer mis estudios, iba de un lugar a otro, así que un día, mientras iba con un grupo de seminaristas, vi a una mujer que iba muy bien acompañada de un búho. —¿Búho? —dije curiosa. —Así es, era totalmente blanco, así como ella. Solo instantes después, tres niñ0s llegaron a ella, y detrás de ellos, iba un hombre muy elegante con una pequeña que tiraba de su brazo. Fue la escena de la familia más hermosa que hubiera visto. —Debe ser muy bonito crecer en medio de eso, aunque no todos tengamos la misma oportunidad —contesté—. Creo que el agua ya debe haber hervido. No tardo en volver con el té. —Ve, pero después te ayudaré con esto. Hay tantas cajas apiladas que es imposible caminar sin tropezar. —Te lo agradeceré infinitamente. (...) Esa misma noche, aunque me sentía cansada, reservé una cita con mi abogado. No solo vería el tema de mi divorcio. Estaba lista para hacer frente en la constructora de mi padre. De modo que la mañana llegó en un parpadeó. Reunirme con el abogado, fue nostálgico. El amigo de mi padre me veía con orgullo y con la misma admiración que mi padre lo hubiera hecho. —Tantos años… Me da tanto entusiasmo verte hecha toda una señorita. —Muchas gracias, me es grato verlo, pero sobre todo agradecerle por todo lo que ha hecho por mí. —Oh no, ya sabes que es mi trabajo. —Por eso mismo estoy aquí. Voy a tomar las riendas de la constructora y de todo lo que mi padre me dejó. —Bueno, eso sí es una sorpresa, además llegas en el momento justo, pues un caballero desea comprar acciones. —¿De quién se trata? —No me ha dicho su nombre, solo ha dejado su tarjeta en caso quiera que lo contactemos, parece un tipo agradable, y estaba muy interesado en reunirse contigo, creo que te conoce. Tomando la tarjeta, vi el número y luego lo dejé en el escritorio de mi abogado. —Por ahora no estoy interesada en vender. Quiero hacer un estudio general, además… Quiero pedirte que revises un tema que me tiene muy preocupada. —¿De qué se trata? —Es sobre mi matrimonio. Yo deseo divorciarme, pero… Mi esposo —me obligué a decir—. No quiere darmelo, alega a unas cláusulas en el documento que firmé, de lo cual tengo muchas dudas. Fui a sacar una copia, y efectivamente, todo lo que dijo él, es verdad, pero usted puede ayudarme. Sé que puede invalidar esa hoja. El abogado revisó el documento, se tomó su tiempo para analizarlo, y entonces, mordió sus labios con una expresión de malas noticias. —Lo siento, Georgiana. El documento es absolutamente legal. Lo que tiene escrito, son las cláusulas que debes cumplir para divorciarte. Ahí iba mi último gramo de esperanza. Más que decepcionada, estaba molesta. Me despedí siendo lo más cortés posible y salí de su oficina. Tomé un taxi que me llevó a la residencia Lombardi, esperaba encontrarlo, y por suerte lo encontré a punto de abordar su auto. Traía un cigarro en los labios, lo cual fue aún mayor desagradable para mí. —¡Lo hiciste perfecto! —le dije, tirando la copia a su pecho—. Me tienes amarrada. Él tomó el papel y lo abrió, al tiempo que exhalaba el humo de su cigarro. —Así que al fin lo comprendes. Ya era hora. —Eres un ser egoísta y detestable. No sé por qué a fuerzas deseas un hijo conmigo. —Mis razones las guardo. —Que idiota fui al firmar ese papel. ¡Dios! —dije con enojo—. Y pensar que… y pensar que casi iba a sentir algo por ti. Que tonta fui.
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