CAPÍTULO 20 | LA PEOR DE MIS PRUEBAS

1402 Words
2 MESES DESPUÉS Ninguna mujer que llegara al averno salía a trabajar de inmediato, primero debía aprender, tomar el tiempo que fuese necesario para aprender todas las tácticas necesarias para retener a los hombres y hacerlos clientes frecuentes del bar. El Averno no es como muchos de los clubs nocturnos de Italia, es el lugar más sofisticado, es el sitio que frecuentan los más importantes y poderosos hombres no solo del país sino del mundo, la discreción y el manejo de la seguridad de la información es una de las muchas cosas que los atrae, pero sin duda la principal son las bellas mujeres que pueden encontrar a su entera disposición. El Averno tiene su propia jerarquía, una en la que en la punta de la cima se encuentra el Demonio Lombardi, el dueño, amo y señor de todo lo que sucedía en ese lugar, luego estaba Filiphe y Aghata, ella como encargada de la preparación y administración del bar y su hombre de confianza se encargaba de toda la seguridad. Por último, estaban las pros**tutas, quienes también están distribuidas en un ranking en los tres pisos que componen la majestuosa edificación. El primer piso daba la fachada de un restaurante de la edad antigua, uno adornado con candelabros de cristal y oro, pinturas exquisitas con marcos dorados que hacían resaltar el mármol blanco de las paredes y que decir del techo, una recreación de la obra Miguel Ángelo en la Capilla Sixtina, la obra de la creación pintada a mano dándole al sitio el aura de un castillo propio de reyes, allí estaban las Delta, mujeres casi del común, con una notable belleza, quienes servían como camareras en el lugar, ellas no tenían contacto se*ual, a menos que decidieran escalar o bueno descender hasta los pisos inferiores en busca de una mejor paga. Un piso más abajo se encontraban las Beta, mujeres que si ejercen la profesión más antigua y que cobran muy caro por ellos, ese lugar estaba lleno de plataformas con tubos para bailar, en costo de estar con una de ellas es algo que solo un hombre con mucho dinero puede pagar, por lo que la vida que tienen es llena de lujos, solo que los permisos para salir son limitados, no pueden socializar y mucho menos tener encuentros s*x*ales con alguien cuando están de permiso, hacerlo sería ponerse ellas mismas una lava en la sien. El último piso, y el más cercano al infierno era la encarnación del deseo, las mujeres de allí son conocidas como las Alfa, se pasean por los pasillos con muy poca ropa exhibiéndole a los comensales lo que pueden escoger para cenar, solo hombres muy poderosos lograban el acceso, solo aquellos que tenían las billeteras lo suficientemente gruesas para pagar una noche por estar con lo mejor de los mejor, mujeres exclusivas, en su mayoría vírgenes que estaban entrenadas para llevarlos al cielo o al infierno, todas las que trabajaban en ese lugar deseaban estar allí y aún más en el sitio de las “i dieci”, ellas en realidad viven con lujos, estar con ellas es casi imposible, ya que su belleza las hace únicas y deseadas, son puestas todas las noches detrás de un cristal solo para que las vean, solo quienes pagan pueden tocar. Justo la belleza de Jocelyn se amoldaba a ese lugar, el rostro de esa mujer es la tentación para cualquiera, nació con un rostro fino y delgado, con facciones perfectas sin necesidad de operaciones, un rostro inigualable, y ni que hablar de su cuerpo, no necesita ejercicios o un bisturí para verse de aquella forma tan esbelta, y aunque Agatha le guardaba rencor al mismo tiempo la había hecho en esos dos meses la joya de la corona, la líder de todas, la Regina del Averno. - ¿Estás lista para esta noche? Jocelyn la miro a través del espejo, la prominente morena le devolvía la mirada desde la entrada de su habitación, desde el día que Mauridcio la saco de su casa como a una basura no lo había vuelto a ver, Agatha le había dejado claro que ahora que ya había tenido lo que deseaba de ella no volvería a mirarla, no a menos que se convirtiera en algo de mucho interés nuevamente. Justo por eso se empeñó en ser la mejor en todo, en cada cosa que le enseñaban, al punto de ahora a saber cómo derribar a un hombre con tan solo una mirada, misma que había puesto a prueba con mucho de los guardias, sobre todo con Filiphe. - No, ¿cómo podría estarlo?, escape de esto y ahora mírame, maquillándome para ser expuesta como un trozo de carne en una c********a. - Sí, pero uno que vale millones de liras, sé que los vas a volver locos. Se acercó a ella y le puso las manos en los hombros – A todos allí afuera. La mirada de complicidad que le lanzo le hizo saber que esa noche él estaba allí, y siempre iba hasta el piso inferior, usualmente él quien usa a las “i dieci”, pero él no las escoge, tampoco sabe a quién de ellas pondrán ese día así que no tiene ni idea que la temblorosa chica que había echado ahora estaba en la cima de su bar. - ¿Estás segura que hacer esto no te dará problemas? - Eres la mujer más hermosa que ha entrado a este bar en años, no hay nadie, aquí se compara con tu belleza, aunque claro eso nos hiera el ego al resto, tú perteneces allí, además lastimosamente él sabía en lo que te convertirías al mandarte al Averno. Suspire, lo hice porque en serio necesito de toda mi fuerza de voluntad para hacer esto, esto casi que enloqueciendo por dentro, no solo por volverlo a ver sino porque ahora estaré expuesta, en una vitrina como la ropa en los supermercados y podrán comprarme y yo no podre oponerme a lo desee tomar de mí luego de haber pagado, Mauridcio Lombardi me saco de la poca estabilidad que tenía y él me arrojó a este asqueroso sitio del que ahora sé que jamás saldré, no pude contener las lágrimas, le he fallado, mi pobre hermana tendrá que sufrir lo mismo que yo. Con todo el valor y la seguridad de la imagen que me devolvió el espejo salí, mis altos tacones de aguja resonaban en todo el lugar, la cantidad de ropa que llevo en realidad es muy poca, estoy vestida con lencería negra, un brasier encaje italiano con patrones delicados que no dejan mucho a la imaginación, una tanga del mismo material y sobre ello una diminuta falda de tul del mismo color, un conjunto que volvería loco a cualquiera, llevó mi largo cabello suelto, un maquillaje sutil cubierta por una bata de seda la cual me quito una vez entro al mostrador, todos están expectantes, entonces mire hacia el frente y lo vi, me devolvió la mirada sorprendido, no esperaba que fuese yo, pero esos ojos cambiaron al mismo tiempo en el que habría el camisón y lo tiraba al piso para luego acostarme en un sofá y que comenzarán a pintarme, el fuego en sus ojos es maravilloso, está enojado perfecto, el tablero de la subasta comenzó a moverse y en unos cuantos minutos un hombre ofreció más de 17 billones de dólares solo para estar conmigo, me pareció repugnante, pero ver como yo era escoltada a una habitación privada al tiempo que Mauridcio se levantaba para irse fue estupendo, al menos logre molestarlo. Iba caminando sin ganas, escoltada por los guardias hasta la habitación que había asignado cuando Filiphe apareció, me tendió nuevamente la bata de seda para que me la colocara, me tomo del brazo y cambio mi rumbo, me llevó por un pasillo diferente luego de abrir con una extraña tarjeta una puerta que nunca había visto, una enorme puerta roja se posó frente a nosotros y la abrió indicándome que entrara, era una especie de estudio, uno recatado en colores verdes, dorados y negros, estaban tan estupefacta que no me di cuenta que no estaba sola. - Hola, Jocelyn. Me volteé y lo vi, estaba muy molesto. - Lamento dañar tu noche, la pantalla se dañó y no se mostró que alguien más dio más dinero por ti. Tu noche no será con ese ruso, será conmigo.
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