Sus ojos, esos ojos que me reflejaron el infierno, atragantes, sensuales y de pura maldad que me dejaron ida no podía dejar de mirarlo, fue como estar atrapada en esa mirada de pura maldad, hasta que escuche el disparo, no miró al hombre cuando lo mat* de hecho al igual que yo no dejaba de mirarme fue como si nos atrajéramos de manera mutua. Cuando reaccione que había un cada*er en el piso delante de mí fue impactante, pero al mismo tiempo sentí una sensación de tranquilidad, ese cerdo hacía unos segundos había intentado abusar de mí y ahora estaba frío, con una bala en su cabeza una firme certeza de que no podría intentar volver a lastimarme.
Fue tanta mi concentración en el hombre que ahora yacía en el piso que no me percate de la forma en la él me miraba, esos ojos antes negros ya se veían un poco más claros, de hecho ni me había dado cuenta que estaba mirando la sangre de la baldosa con una pequeña sonrisa, mismo gesto que había hecho que él me viera con complicidad, como si mi reacción le generara dicha y gozo, fue raro, pero al mismo tiempo hermoso.
Ahora por fin podía ver su rostro, esos ojos hermoso y grises, nariz perfecta, cejas pobladas, labios carnosos y ese cuerpo fornido, puro músculo muy tonificado, podría jurar que no hay un solo gramo de grasa en su cuerpo, una majestuosidad de hombre, entonces hizo un movimiento de cabeza y Filiphe me sacó del lugar, me llevó a otra habitación de inmediato pregunto si estaba bien, si me habían hecho daño, pero yo solo pude negar con la cabeza, no podía salir del asombro, habían intentado violar*e, entró ese hombre y mato al que había escuchado se llamaba Lacayus y ahora estaban indagando me sobre mi estado, podrá soñar loco, pero me sentí protegida, nunca antes me habían preguntado cómo me sentía, fue extraño.
- Necesito que me digas si te ha tocado más de la cuenta, ¿Te ha lastimado?
Él seguía haciendo la misma pregunta cuando de repente la puerta de la habitación se abrió y el hombre que hacía unos mitos entró, se veía más relajado, pero esa vez cambió en solo unos segundos cuando dejó de mirarme a mí y vio a Filiphe.
- Con que las cosas estaban perfectas, tal cual como yo lo había pedido, ¿no, Filiphe?
- Señor, lo siento, no sé qué sucedió, encontraré al culpable y le aseguro que…
- No, yo te aseguro algo. Si esto se vuelve a presentar, el que va a estar en el piso con una bala en la cabeza serás tú. Me conoces, no acepto errores, tómalo como una advertencia. Volvió a mirarme, yo estaba apoyada sobre la pared temblando - Fuera de aquí. Le dijo al guardia, quien le hizo una reverencia y se fue de la habitación, dejándonos solos.
Camino, camino hacia mi muy lento como si de un tigre casando a su presa se tratara, yo me quede inmóvil, no era capaz de mirar algo más que no fuera el piso, la valentía de hace unos minutos para mirarle a la cara se había ido por la borda y ahora solo podía hacer pequeños movimientos para encogerla más hacia la pared, pero entonces de un momento a otro sentí como tomaba mi barbilla u me hacía levantar la mirada para nuevamente ver esos hermosos ojos grises que parecían negros, eran tan profundos que incluso ahora dudo cuál es su color real, solo sé que me será imposible poder dejar de migrar estos posos oceánicos que se han vuelto mi vista favorita,
Estaba tan sumergida que no vi que estaba sonriendo. Su hermoso y acanalado rostro ahora me está sonriendo de una manera pícara, no como los hombres del bar me miraban, era más como si yo estuviese haciendo algo que en realidad lo estaba complaciendo.
- Valla, pero si eres más valiente de lo que imagine, cualquiera hubiese bajado la mirada, aunque yo le hubiese levantado el rostro.
- Solo una tonta no aprovecharía para mirar esos hermosos ojos. Eso me salió en automático. Cuando quise reaccionar a lo que había dicho, ya era muy tarde. Mis palabras lo habían invitado a pegar todo su cuerpo a mí y hacernos casi que uno solo contra la pared.
- Usualmente, odio que me respondan, o que se atrevan a decir cosas tan atrevidas, pero. Acercó su nariz a mi cuello y me recorrió con tal delicadeza que los vellos se me pusieron de punta, llevó su nariz hasta mi cabello y lo olió, fue tan morboso y excitante - ¿Qué es lo que tienes que ha hecho que me gustes tanto?
El saco que me habían dado para cubrirme se abrió un poco cuando nuestros cuerpos estuvieron pegados, lo que hizo que él llevara sus manos por mi cintura recorriéndola por completo, luego las deslizo por mi espalda hasta mis glúteos, para entonces subir con yema de sus dedos y tocar con subidas mi abdomen, si boca daba pequeños besos por mi mejilla derecha bajando por mi cuello hasta mis senos, llevo una de sus manos al izquierdo y lo apretó, arqueé mi cabeza y dejé escapar un gemido ronco para luego estirar mi mano y hundirla en su cabello mientras él le chupaba mi pe*on, valla que bien se siente, dio un pequeño mordisco y otro gemido se escapó de mi boca, comenzó a subir y justo cuando estaba por besarme sonó la puerta.
Abrió los ojos y pude ver su molestia, no le agrado para nada que le hubiesen interrumpido, me cerró el saco y abrió, era Filiphe, le dijo algo en voz baja y luego salió, pero dos pasos después se detuvo.
- Llévala a mi habitación, nadie la toca. Volteó a ver a una mujer y la señaló con su dedo índice - Nadie la toca, es mía.
La mujer me miro con odio y no esperaba menos, aunque en el antiguo bar yo no me encargada d e complacer a los hombre si era testigo de cómo las mujeres casi se mataban cuando otra tomaba alguno de sus mejores clientes, el respeto y el pudor no es algo que suela verse en la profesión que se ejerce en lugares como este por lo que la forma en la que la mujer me vio no fue sorpresa para mi.
- Si señor. Eso fue lo único que ella hizo para luego al igual que los demás y que Filiphe anteriormente hacerle una reverencia a ese hombre y ver cómo al regañarme la última mirada de iba del lugar.
Rápidamente uno de los guardias que se había quedado me hizo una señal con su mano para que le siguiera, no me toco, no me hablo, ni siquiera me miro, solo se limitó a indicarme el camino hacia lo que supongo es la habitación del hombre que hace unos minutos estaba conmigo. Subimos por una escaleras para luego tomar un ascensor, todo era tan extraño, sobre todo porque pese a que era un bar no se escuchaba nada de música, no entre por la puerta principal por lo que no se la distribución de este sitio, pero por primera vez en mi vida me siento segura, no tengo la sensación de necesidad de salir corriendo o de estar prevenida, ese “ella es mía”, calo muy profundo, no solo porque sé que se refería a que mi cuerpo le pertenece, no porque hubiésemos hecho algo solo es la típica posesividad de hombre poderoso, y si mis ojos no me mentían la forma en la que hablaba y en la que todos se comportaban con él, solo dejaban claro que es un hombre poderoso, uno que no necesita de pedir permisos, uno que no tiene límites, uno que siempre obtiene lo que desea y ahora me desea a mí.