Entre al auto y salimos, me sentía un poco débil, no había comido nada en todo el día, pero mis pensamientos al parecer fueron leídos, ya que me pasaron una bandeja con una tabla de quesos que tenía de todo, mire de reojo a los guardias quienes no me devolvieron la mirada solo Filiphe, quien me indico con esos ojos fríos que debía comer, lleve un par de trozos de queso y jamón a mi boca, disfrute de esas delicias, no sabía a donde iba y por lo que sabía de ese mundo esta puede ser mi última comida, por lo que la disfrutaré.
El auto se estacionó en una enorme casa, estaba sobre una colina que daba una vista verdaderamente impresionante, estaba tan ida viendo como barcos se reflejaban en el agua desde ese punto que no me percate que él se paró delante de mí, cuando gire la cabeza para avanzar me choque contra su fuerte y firme pecho, una expresión seria me devolvió a la realidad y me hizo quitar la pequeña sonrisa que había brotado de mis labios. Allí estaba, el hombre que llevaba todo el día en mi cabeza y que, ahora parecía, era mi dueño.
La forma como mira, como esa expresión recorre cada parte de mi cuerpo hizo que los bellos de mi cuerpo se erizaran, no estoy acostumbrada a que los hombres posen sus ojos en mí de esa forma, no me considero una mujer lo suficientemente bella como para atraer a personas como la que ahora tengo parada delante de mí. Soy delgada, mi madre decía que la delgadez es algo que denota fragilidad y vulnerabilidad, dos cosas que según ella le atrae a los hombres que frecuentan los burdeles, es por ello que me sometía a rigurosas dietas y ejercicios en casa que me daban el aspecto que aún tengo, un tanto esquelética, mis atributos no son muy voluptuosos sin mencionar la finura de las facciones de mi rostro, solo el largo de mi cabello podría ser considerado un atractivo, es castaño oscuro, con pequeñas ondulaciones que se mueven con mi andar, uno que se había visto frenado por este hombre del que no sé ni el nombre.
Agache mi mirada y decidí que lo mejor era no seguir viéndolo a los ojos, no me intimida, pero siento que con sus ojos puede escudriñar en mis pensamientos lo que me hace sentir indefensa, y desde que salí de la casa de mi madre me prometí a mí misma que no permitiría que nadie volviera a hacerme sentir de esa forma, por lo que prefiero evadir a todas las personas que tratan de hacer tal acto en mi ser, trate de mantenerme concentrada en el piso, pero su mano me tomo por la barbilla y me hizo verlo directamente a los ojos, soltó mi rostro y tomo mi mano para llevarme a dentro, los guardias entraron en los autos y solo unos pocos se quedaron detrás de nosotros escoltándonos hasta que entramos a la enorme casa. Nunca había estado en un lugar así, mis ojos se fueron de inmediato al enorme techo que tenía pintadas diferentes figuras, eran como líneas rojas que se unían de una forma única y formaban pequeñas flores, al fondo del enorme e imponente salón principal había un cuadro, abrí y cerré los ojos varias veces, si algo me permitía mi madre era ver y estudiar por internet arte, por lo que reconocería a metros de distancia un cuadro de Da Vinci, ese justamente se suponía que estaba en uno de los museos más seguros de París, pero justo ahora parecía tener a la propia virgen de las rocas delante de mis ojos.
Solté la mano del hombre y me dirigí curiosa hasta el cuadro, no se imaginan la cantidad de horas de tiempo libre le dedique solo a este artista, podría incluso considerarme una conocedora total de las diferentes técnicas que utilizaba Leonardo, las pinceladas, el olor del lienzo, el color de la madera de los cuadros coincidía a plenitud con el tiempo de fabricación, fue tanta mi concentración que no me di cuenta que él ahora estaba parado detrás de mí viéndome con curiosidad, tenía las manos metidas en sus bolsillos, movía la cabeza en las mismas direcciones en que yo lo hacía, era como si buscara saber cuál era mi interés en esa pintura.
- ¿Te gusta?
Esa frase me hizo volver a la realidad, vi cómo estaba mirándome y de inmediato me compuse. No quiero que me mire, pero tampoco que me crea una loca que se embelese con los cuadros.
- Sí, bueno, solo me pregunto si esta es la verdadera.
- Lo es.
Abrí los ojos como platos, esta pintura cuesta una fortuna, además de ser considerada una de las más importantes dentro del trabajo del artista, fue una de sus muchas formas de burlarse del catolicismo y demostrarles que no solo ellos podían decidir a qué santos adorar, su comportamiento fue justamente lo que lo llevo a ser uno de los más odiados por los católicos.
- Es una broma, ¿la real cuesta una fortuna?
- ¿Y quién dijo que pagué por ella? Una sonrisa apareció en su rostro – Aunque admito que ya no me agrada mucho, me ha robado toda tu atención y eso no me ha complacido para nada.
- ¿La robaste? Lo pregunté en un tono horrible, uno de reproche.
- No. Se acercó a mí y puso un mechón de cabello que se había escapado a mi cara detrás de mi oreja – Mi padre lo robo para mi madre y ella en su testamento decidió que sería mío, supongo que buscando que mi n***o y frio corazón tuviese un poco de cercanía con Dios, solo que se le olvidó que Leonardo no era propiamente el más creyente.
Tomo nuevamente mi barbilla y la elevo, para luego besarme de una forma tan apasionada que me quede completamente pasmada, de manera involuntaria incluso lleve mis manos hasta su cabello lo tome y despeine un poco mientras estaba sumida en aquel beso tan s****l que mi entrepierna se sintió mojada, muy mojada, él llevó las manos a mis caderas y me apretó levantando un poco el vestido, era la misma sensación de la noche anterior cuando mi cuerpo semidesnudo estaba contra el suyo.
Nos separamos cuando la respiración nos faltó, pego su frente con la mía y de sus labios broto una sonrisa maliciosa que me hizo sentir temor, pero no uno que me helara los usos e hiciera querer salir corriendo, fue más uno de complicidad, uno de pasión que me estaba llevando al borde del catártico abismo y conocer por primera vez el placer. Nuevamente, me tomo de la mano y comenzó a dirigirme a las escaleras, pero una aclaración de garganta detrás de nosotros lo hizo detenerse, era Filiphe, la cara del guardia no era la mejor, por lo que de inmediato el hombre soltó mi mano y se acercó a quien creo es su hombre de confianza, le dijo algo al oído y los ojos de ese alto y musculoso hombre se oscurecieron más, dio una seña con su cabeza hacia mi dirección y de inmediato uno de los guardias se acercó a mí.
- Andando, señorita, regresaremos al Averno. Cuando él escuchó aquello, de inmediato se detuvo.
- La llevarás a mi habitación, idiota, no al Averno, ¿has entendido? Sus ojos estaban echando llamas, admito que me aterrorice, no esperaba que terminara tomando aquella posición al escuchar que me regresarían el prostíbulo – Filiphe encárgate tú mismo de ella, apresúrate y ven conmigo.
De inmediato hizo lo que se le ordenó, me llevó arriba hasta el final del pasillo y abrió la puerta para mí.
- Entre, quédese en este lugar hasta que el señor vuelva, no se le ocurra hacer nada estúpido, por su bien.
NOTA :
Es un placer para mi poder anunciarles que oficialmente inició la actualización diaria, les agradezco por su espera y sé que al igual que yo disfute escribiendo este libro, ustedes disfrutarán leyendolo. //ADELANTO// Preparense para amar, odiar, reir, llorar y para candentes escenas.